19. El río

11 2 0
                                    

Al principio fue un poco difícil poner en marcha la canoa. Remábamos los dos hacia el mismo lado, y nos desviábamos hacia la izquierda o la derecha. Hasta dimos una vuelta completa sobre nosotros mismos, sin siquiera avanzar ni un metro. Estallamos en carcajadas.


- Vamos a ver. No puede ser tan difícil – dijo Jaehwan riéndose detrás de mí.

- Tenemos que coordinar los movimientos – dije. – Para poner derecha la canoa... ¿Uno debería remar por la izquierda y otro por la derecha?

- Sí. Intentemos eso. Venga, yo por la izquierda.


Comenzamos a remar, y por fin, conseguimos poner la canoa recta.


- Vale. ¿Y ahora? – pregunté. – Según ha dicho el señor, tenemos que ir remando los dos en ambos lados.

- Sí. Ahora vamos a intentar remar a ambos lados, pero los dos a la vez. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. ¿Preparada?

- Cuando me digas – dije.

- ¡Ya! Derecha... Izquierda... Derecha... Izquierda...

- ¡Funciona! ¡Estamos avanzando! – dije emocionada.


Poco a poco nos acostumbramos al ritmo y como estábamos entusiasmados, avanzábamos bastante rápido. La sensación de irnos desplazando por el agua era realmente relajante. El paisaje a ambos lados del río se veía realmente hermoso y la naturaleza nos ponía banda sonora.


La temporada alta para hacer este tipo de deporte era naturalmente el verano, pero aún estábamos en las últimas semanas de primavera. Por ello, podría decirse que teníamos el río casi para nosotros solos. A medida que avanzábamos, vimos que había pequeñas playas donde se podían hacer paradas para bajarse de la canoa, estirar las piernas y comer algo, y en las cuáles había indicaciones sobre el kilómetro en el que nos encontrábamos.


Me sentía muy agradecida de que Jaehwan hubiera tenido una idea tan estupenda, sin duda iba a ser una de las experiencias más divertidas e inolvidables de mi vida. Una experiencia que estaba viviendo por primera vez... y con él.


Nos habían dicho que a un ritmo normal, se tardaba entre 4 o 5 horas en recorrer los 15 kilómetros. Teníamos que devolver la canoa antes de las 7 de la tarde. Es decir, desde las 10 que habíamos salido, hasta esa hora, teníamos 9 horas para hacer el recorrido. Teníamos tiempo de sobra para ir haciendo algunas paradas por esas pequeñas playas que iban apareciendo cada cierto tiempo.


- ¿Cómo te sientes? – me preguntó Jaehwan tras haber pasado el segundo kilómetro. - ¿Vas bien?

- ¡Sí! Esto es muy divertido – respondí feliz.

- ¿No se te cansan los brazos?

- ¿No crees que es un poco pronto para sentirme cansada? Nos quedan aún 13 kilómetros – me reí.

- Es verdad. Pero me lo preguntaba porque como me dijiste que ayer estuviste haciendo turismo y que por la noche no dormiste bien...

- También te dije que daría lo mejor de mí, ¿no?

- Así es.

- Pues eso. ¡Y no me distraigas que nos desviamos! – reí de nuevo.

- Está bien, está bien – rió él.


En el kilómetro 4 decidimos hacer la primera parada. Habíamos tardado poco más de una hora en realizarlo. Encallamos la canoa en la orilla de una playa de piedras en la que no había nadie, y nos sentamos sobre una roca enorme para hidratarnos un poco. Jaehwan me dio un bote de protector solar y me prestó su gorra.


- Póntelo antes de que te quemes.

- Gracias... No había pensado en ello – admití.

- No te dije a dónde veníamos, no podrías haberlo pensado.

- También es verdad – me eché un poco de crema en mis manos y me la extendí por la cara.

- ¿Ves bien sin tus gafas? – me preguntó. Me las había quitado al ponerme el traje de neopreno y las había guardado en el bidón.

- De cerca sí. De lejos me cuesta un poco, pero tampoco voy ciega – sonreí mirándole. Él alzó su mano y me frotó suavemente la mejilla con su pulgar.

- No te la habías extendido bien – me explicó.

- Gracias... - noté que me acaloraba y bebí un trago de mi bebida. - ¿Así que este es uno de tus lugares favoritos? – pregunté.

- La verdad es que no había venido nunca – comentó. – Pero me gustan los lugares tranquilos, y éste parecía serlo. Tenía ganas de venir a hacer esto con alguien.

- ¿No tenías otra persona con la que venir? – pregunté curiosa.

- Posiblemente sí. Pero decidí elegirte a ti. Ha sido una buena decisión esperar a que aparecieras en mi vida – me sonrió.

- Gracias – dije bajando la mirada al suelo.

- ¿Por qué?

- Por haberme elegido. Me está costando un poco conocer gente aquí, pero tú fuiste muy simpático desde el principio. Eres mi primer amigo aquí – confesé.


Jaehwan me acarició la cabeza con una dulzura que me derritió. Poco a poco, a medida que pasaba más tiempo con él, más camino se iba abriendo en mi corazón.


- ¿Volvemos a la canoa? – preguntó.

- Claro – asentí con la cabeza.

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora