59. Boutique

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Apoyé mi cabeza sobre el pecho de Jaehwan y me abracé a él mientras ambos intentábamos recuperar la normalidad. Aún sentía espasmos recorriendo mi cuerpo, y cada vez que me sentía temblar, Jaehwan se reía de mí. Pero yo ni siquiera tenía fuerzas para golpearle. Él acarició mi espalda y nos cubrió con las mantas.


- Te quiero – susurró jugando con mi pelo.

- Me quieres... matar, ¿verdad? – volvió a reírse.

- No hubiera sido una mala muerte, ¿no? – preguntó. – Pero no, no quiero matarte... Tienes que durarme mucho, mucho tiempo - me dijo con voz mimosa.

- Y yo no quiero morir – aseguré. – No vuelvas a ganarme.

- No vuelvas a perder – respondió. Le pellizqué en un costado. – ¡Ah, ah! – se quejó y agarró mi mano con la que le había pellizcado. - ¿Sabes? Cada vez es más difícil.

- ¿El qué? – me incorporé para mirarle.

- Cuando aún no nos habíamos acostado... Bueno, me moría de ganas por tener más contacto físico contigo, pero de algún modo era más fácil de soportar – dijo. – Ahora, después de haber tenido ese contacto... Te deseo a todas horas – se mordió los labios al terminar de hablar. Mi corazón dio un vuelco y suspiré. Era abrumadora la forma en que Jaehwan era capaz de hacerme sentir tan querida y deseada. Le peiné el pelo con mis dedos.

- A partir de ahora es cuando el tiempo separados se empieza a hacer más insoportable, ¿eh? – pregunté.

- Quizá... Pero podremos con ello.

- Si me avisas con algo de tiempo, puedes venir a dormir cuando quieras – le dije. – Así podremos estar juntos incluso los días que estés más ocupado.

- ¿De verdad? ¿Aunque tu amiga esté en casa?

- Bueno, por eso lo de que me avises con algo de tiempo – reí. – Aunque no creo que a Carol le importe que te quedes, siempre que no molestemos.

- No puedo asegurar eso... Ya sabes que me encanta escucharte – dijo. Le mordí el hombro.

- Pervertido... Yo sólo te he invitado a dormir – él se rió.

- Tendría que pedir permiso en la agencia.

- ¿Pedir permiso?

- Bueno, avisar de que voy a empezar a dormir fuera del apartamento con los chicos.

- Pero entonces... ¿Tendrías que explicarle a tu jefe que tienes una relación? – pregunté preocupada.

- Es posible – respondió. Guardé silencio. – No te preocupes. La verdad es que prefiero decírselo.

- ¿Y si no lo aprueba?

- Mi vida privada no es algo en lo que él tenga poder de decisión. Sólo en mi vida laboral.

- No... Jaehwan, si no le parece bien, no sólo corre riesgo tu puesto de trabajo, ¿sabes? Los chicos... El grupo... Demasiada gente podría salir perjudicada – dije.

- Él sabe que más tarde o más temprano iremos a decírselo uno a uno. Ninguno de nosotros ha firmado un contrato en el que hayamos jurado estar solteros para siempre, ¿sabes?

- Pero aún así...

- Hasta ahora nunca he causado ningún problema y estamos llevando esto con mucha discreción, ¿no? – asentí con mi cabeza. – Confía en mí – me pidió. Suspiré y volví a apoyar mi cabeza sobre su pecho.

- ¿Para qué era? – pregunté cambiando de tema.

- ¿Perdona?

- ¿Para qué querías que te dijese un número? – fui más precisa.

- Era mi objetivo a conseguir hoy.

- ¿Qué objetivo? – pregunté incorporándome y mirándole de nuevo. Me dedicó una sonrisa traviesa.

- Hubiera estado en problemas si me hubieras dicho un número de 2 cifras, pero 4 fue fácil de conseguir. Me encanta que seas tan sensible, una vez que alcanzas el primero, parece que los demás vienen solitos – sentí que me moría de vergüenza. - ¿Al final fueron... 6? ¿8? – me preguntó de forma juguetona.

- ¡Para! ¡No vuelvas a hacer eso! – lo golpeé en el hombro, tiré de la manta que nos cubría, me puse de pie y me envolví con ella. - ¡No cuentes mis orgasmos! Oh, por Dios, ¿se puede ser más pervertido?

- Claro que se puede – me dijo riendo. – La próxima vez... ¿Me marco 10 como objetivo? - me di la vuelta y corrí hacia mi habitación. - ¡Oye! ¡Al menos devuélveme la manta! ¡Me voy a resfriar!

- ¡Ven a ducharte tú también! – grité mientras entraba en el baño de mi habitación.


Terminamos aquella tarde devorando una pizza y viendo una de las películas que habíamos alquilado.


El lunes por la mañana, mientras estaba en la librería, recibí la llamada de un número desconocido. Al responder, un hombre que se presentó como "el mánager de VIXX" me preguntó si podríamos reunirnos esa misma tarde en algún lugar. Quería hablar conmigo sobre el trabajo de modelaje para el que, me confirmó, habían decidido contratarme. Muy contenta, lo siguiente que hice fue mandarle un mensaje a Jaehwan y a los chicos, que por supuesto, ya lo sabían.


Saltándome la clase de cocina de ese día, acudí a la hora acordada a una gran boutique del centro de Seúl en la que me habían citado. Tras las presentaciones, el mánager de los chicos me explicó con detalle en qué consistiría el trabajo y me tendió un acuerdo en el que se especificaba que, al ser yo una modelo sin representante y sin estar bajo la protección de ninguna agencia, la propia agencia de los chicos, Jellyfish Entertainment, se haría responsable de mí durante el tiempo que la sesión de fotos durase. También me tendió el contrato, que tuve que firmar.


El motivo por el que me habían citado en aquella boutique es que mi trabajo empezaba casi de inmediato, y es que las estilistas y sastres tenían que tomarme medidas y tenía que probarme la ropa que supuestamente iba a utilizar (ofrecida por aquella boutique, por supuesto), para ver si era necesario hacerle algún tipo de arreglo o ajuste. Fue una tarde intensa pero muy divertida, toda la ropa que me hicieron probar era realmente bonita y cada vez me sentía más emocionada por aquella nueva experiencia que estaba comenzando. Incluso perdí la noción del tiempo, y no la recuperé hasta que, terminado el trabajo, vi que ya era muy de noche. Seguramente los transportes públicos ya habrían terminado sus servicios y tendría que volver a casa en taxi. Estaba pensando en esto cuando, el mánager, que había desaparecido durante varias horas, volvió para recogerme y llevarme a casa. Al parecer, al haber pasado a estar bajo el cuidado de la agencia, su cometido era ocuparse también de mí.


Al volver a casa, no sólo recibí la calurosa bienvenida de Carol, que ya había vuelto de Singapur, sino también la de los chicos, que al parecer habían venido después de terminar sus horarios y habían preparado una pequeña cena (a base de comida por encargo, claro) para celebrar mi nuevo trabajo.


Carol no podía creerse la situación, estar rodeada de 6 chicos que, aunque ella apenas conocía, se suponía que eran famosos, pero estaba encantada con la visita y evidentemente, aquella cena no hubiera tenido lugar sin su consentimiento. Yo no había estado en todo el día, así que sin duda, era ella quien les había abierto la puerta de casa (a petición de Jaehwan, supuse)


La pequeña celebración llegó a su fin apenas terminamos de comer porque todos teníamos que madrugar y trabajar al día siguiente. Pero tan pronto como los chicos se fueron, Carol me retuvo durante al menos una hora más para que le contase con detalle todo lo que se había estado perdiendo.

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora