43. Promesas

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Terminamos tumbándonos en el suelo de la azotea y miramos las estrellas durante un rato. El cielo estrellado que se veía desde Corea era muy diferente al que se veía desde España.


- Promesa cumplida – me dijo de repente. Recordé que la noche en que nos declaramos, habíamos prometido ver juntos las estrellas en algún momento. Sonreí.

- Hubiera sido mejor verlas en verano, seguro que hubo alguna lluvia de estrellas... Pero no hubo ocasión.

- Prometamos entonces verlas el próximo verano – me tendió su meñique.

- Claro – enlacé mi meñique con el suyo. Sentí algo de frío y me abracé a mí misma.

- ¿Tienes frío? – me preguntó. Me acerqué más, apoyé mi cabeza sobre su pecho y me abracé a él.

- Ahora ya no – afirmé. Él me envolvió en sus brazos y me besó el pelo.


Pasamos un rato más en silencio, abrazados de aquel modo. Hacía un rato que yo había dejado de prestar atención a las estrellas y me había concentrado en escuchar su respiración, pausada y relajada.


- Jaehwan...

- ¿Sí?

- Quiero que hagamos otra promesa – le dije.

- ¿Cuál?

- Verás... La verdad es que no tengo ni idea de cómo es tu trabajo. Tengo mucha curiosidad por que me lo cuentes. O me lo muestres. O las dos cosas - hice una pausa. – Cuando vuelvas del viaje... ¿Me lo mostrarás?

- ¿No quieres irlo viendo por ti misma? Puedes encontrar bastante material en internet.

- No. Quiero verlo contigo – afirmé. – Así también puedes contarme detalles o anécdotas que nadie más conozca. Como privilegio de novia – sonreí. Me acarició la cabeza.

- ¿Y si resulta que te haces fan de alguno de mis compañeros?

- ¿No puedo?

- Por supuesto que... no. Tienes que ser mi fan. Definitivamente – me advirtió. Me reí.

- ¿Y si resulta que ya lo soy?

- ¿Ya lo eres? ¿Cómo es posible?

- Te he escuchado cantar varias veces en el coche – le recordé.

- ¿Y eso es todo? ¿Así de fácil es conquistarte? Entonces mis compañeros no tardarán mucho en conquistarte también. No. Me niego - me chinchó.

- ¿No puedo ser fan de todos? – hice un puchero.

- No – me abrazó más fuerte y me susurró: - Mía.

- ¿No hay promesa? Bueno, lo veré por mí misma. Si lo veo por mí misma no hay condiciones, ¿no? Entonces lo haré sola – hice un intento de separarme de él e incorporarme, pero me retuvo.

- Está bien. No hay condiciones. Yo te lo mostraré y puedes ser fan de quien quieras – me tendió su meñique. Sonreí.

- Buen chico – le revolví el pelo y de nuevo entrelacé mi meñique con el suyo. – Es una promesa, entonces.


Aquel fin de semana él tenía muchas cosas que preparar y no íbamos a poder vernos más antes de su viaje, así que le deseé un buen viaje y le volví a recordar que le quería.


Ese fin de semana y toda la semana siguiente, aprovechando que no le iba a ver, me dediqué a terminar con la traducción en japonés, y avancé bastante con la traducción en inglés. La parte más difícil había sido entender los acontecimientos históricos que la guía relataba y traducirlos en japonés, una vez todo entendido, la traducción en inglés era mucho más rápida y sencilla. Calculé que si seguía a ese ritmo, podría tenerla acabada incluso antes de la fecha límite. ¡Bien por mí!


También llamé a Carol para contarle todo lo que había sucedido y cómo lo habíamos arreglado todo, la pobre estaba realmente preocupada porque se había ido de vacaciones dejándome sola después de todo el incidente.


Jaehwan volvió a principios de Noviembre. Durante las 2 siguientes semanas se dedicó a cumplir su promesa y cada vez que podía venir a casa, dedicábamos un ratito a que me enseñase y me hablase de sus trabajos.


- Así que sí que sabes bailar... - dije una noche a principios de semana tras observar algunos de los vídeos musicales. - ¿Por qué cuando intentamos bailar en la casa rural no fuimos capaces? ¿Estabas fingiendo que no sabías? – Jaehwan rió.

- En absoluto. Pero como ves, no suelo bailar con pareja – señaló. – Además... Mi pareja dijo que ella no sabía bailar. Fue todo culpa suya.

- Es verdad, fue culpa mía – reí. – Y aún no he aprendido.

- ¿Practicamos un rato?

- Claro – sonreí.


Nos pusimos de pie y nos dirigimos al espacio que había entre la barra de desayuno y el sofá. Esta vez Jaehwan colocó mis manos detrás de su cuello y las suyas en mi cintura. Nos balanceamos sin música.

No pude esquivarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora