Love Letters 2《》 Min Yoongi (COMPLETA) ✔

LXXVII

Mi padre y yo después de muchos meses hemos conseguido tener una salida para nosotros solos, una convivencia de padre e hija. Estuve esperando esta reunión sin haberme percatado que necesitaba algo parecido a esto. Un cruce de palabras sencillas con mi progenitor, nada de alborotos, solo una simple plática. No se había dado precisamente porque ambos lo acordamos, fue una vía de escape que surgió para huir lejos de la hermana de mi madre que había llegado a quedarse en su hogar por una semana. Papá se ha librado hoy de su menospreciante y juzgona personalidad al salir corriendo conmigo, pero los siguientes días tendrá que soportarla mordiéndose la lengua al menos que consiga inteligentes excusas que le permitan mantenerse fuera de su radar, yo anteponiendo el trabajo estaba libre de volver a compartir al menos una hora con la tía, felizmente.

—Hyjeon no cambia... —comenta papá aferrándose al último incidente que a protagonizado con ella—. ¿Por qué tiene que venir y ponerse a criticar mi casa?

—Conoces a tu cuñada, nunca pierda la oportunidad de evidenciar nuestros mínimos errores sin piedad—respondo haciendo una mueca de molestia—. Si quisiera convencer a mamá de pedirte el divorcio seguro lo consigue y te quedarías sin esposa a tu edad, ten cuidado con ella, no le agradamos.

—Si tu madre le hace caso, le firmo el divorcio y no regreso jamás a su lado —dice afligido agitando el brazo en el aire, levantando el dedo índice en señal de desaprobación—. Estoy cansado que seda a los caprichos de su hermana mayor.

—Pues deberían hablarlo. Además, dudo mucho que mamá te vaya a dejar —indico rectificando mi comentario anterior—. Después de todo eres su ¨viejo cariñito¨ —repito ese apelativo que había sorprendido una vez utilizando a mamá para referirse a papá.

El mayor a la mención del apelativo guarda reserva, disimula la vergüenza que le causa y aprieta los labios ante un posible gesto que lo delate. Era un misterio al menos en lo que a mí se refiere tener conocimiento de ese apodo cariñoso que él utiliza al llamar a su compañera de vida. Tenía esperanzas de descubrirlo.

Superada el impacto de haberme escuchado decir en voz alta su llamado secreto que se suponía el resto ajeno a esposa desconocía sigue disgustado.

—Ni siquiera recuerdo desde cuando permití, permitimos que Hyjeon pudiera venir a supervisarnos —señala, pronunciando las arrugas de su frente.

—Creo que empezó un poco antes que yo pudiera entrar a la universidad —contesto, en esas semanas que no me fueron tan bien.

—Podría ser, creo que fue mucho antes —manifiesta, apretando fraternalmente mi hombro—. Debe dejar de hacerlo —sentencia —. Tengo un amigo que es divorciado, ¿Crees que debo presentárselo a tu tía? —plantea seriamente esa pregunta.

—¿Tu solución es encontrarle una pareja? ¿Me estás diciendo que porque no tiene un hombre cerca tiene esa actitud? Pues no lo creo, es algo más —digo descartando esa opción—. Sabes que la tía no quiere casarse, no lo quiso en el pasado y no lo quiere ahora. Esa fue su decisión y se respeta.

Acepta que su solución en realidad no tendría ningún progreso, el peor recurso que a podido plantear en vísperas de encontrar un remedio ante las desubicadas intromisiones de su cuñada, quiere ir por el medio donde evite lo máximo posible un enfrentamiento con mamá, sigo apoyando la cuestión que deben solucionar este malestar platicándolo como la pareja madura que eran. Él lo medita.

Paseamos por los laterales del parque, por el terreno estable, lejos de las áreas donde el grass crece y algunos grupos de jóvenes adolescentes se reúnen. Se supone que no debemos estar por estos lares según lo que habíamos atestiguado antes de dejar la casa, también están las madres con niños pequeños que juegan cerca de las piletas. Ellas platican dejando jugar a sus hijos, pero jamás perdiéndolos de vista.