8. ¿Qué tal si nos vamos a cenar?

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— ¿La señora me está diciendo que él quería ser secuestrado?

Abuela asintió.

— Sí. Eso mismo.

— ¿Y drogado?

— Pero claro que sí.

— ¿Y que le pidió a la señora que le diera un tiempo antes de revelar su ubicación?

— Es lo que estoy diciendo.

— ¿La señora mató al Senador Uckermann?

— A ver, querido, si lo hubiera matado... no hubiera sido atrapada. Es por eso que estoy aquí.

— La señora está aquí porque fue atrapada.

— Yo dejé que me atraparan. Para darle un poco de tiempo.

— Está bien, voy a hacer como que le creo. ¿Tiempo para qué?

— Para el amor.

Christopher

Cuando el avión aterrizó en Honolulu, estaba más que listo para perder la paciencia. La niñita esa había pasado la última hora hablando sobre el colegio, la vida, la mamá, el problema de gases... cualquier información que pudiera pensar que nos hubiera interesado. Pero la mejor parte fue cuando Dulce comenzó a diseñar con ella.
Me las quedé viendo.
Viendo sus manos deslizándose por el papel.
Observando sus delicados dedos agarrando el lápiz azul.
Viendo su rostro iluminado con el elogio de la niñita.
Y de ahí arruiné todo al hacer una mueca cuando las dos celebraron aplaudiendo, dejándome afuera.
El enojo me perforó el pecho. Estaba a punto de perder la cabeza. Cada vez que intentaba pensar en una razón para estar enojado con la falta de atención de Dulce, me enojaba más conmigo mismo.
Debería haber pedido disculpas por haber sido tan franco, pero era mejor así. Ella necesitaba saber que lo que pasara entre nosotros era solo sexo casual. Sí, ella era hermosa, pero eso no quería decir que estaba listo para entregarme así, en bandeja.
Ya lo había hecho una vez. Nunca más.
¿Y qué si parecía insensible? Tenía trabajo. Amaba mi trabajo y pretendía continuarlo.
Cogí mi celular y miré la pantalla.
Había un mensaje de Rick: "Llámame apenas aterrices".
En vez de eso, al aterrizar, mandé un mensaje, pues no quería ser ese tipo fastidioso que comenzaba a hablar alto cuando todos trataban de coger sus maletas y atravesar el pasillo estrecho.

Yo: Aterricé. No puedo hablar. ¿Todo bien?

Rick: Define "bien".

Yo: ¿El problema está resuelto?

Rick: Si el problema al que te refieres es una mujer muy atractiva de veinticuatro años que trabaja en una empresa cuyo proyecto de ley acabas de rechazar porque dijiste que no estaba bien fundamentado, entonces sí. Claro. Una maravilla.

Yo: ¡¿Qué?!

Rick: Como dije, llámame cuando puedas. Necesitamos resolver esto. Los índices de aprobación pueden cambiar de la noche a la mañana. ¿Quieres buenas noticias? La gente piensa que vas a casarte, y la prensa está satisfecha. Así que no llames más la atención.

Maldiciendo, guardé el celular de vuelta en el bolso y me masajeé las sienes.

— ¿Malas noticias? — Dulce parpadeó de forma inocente.

— Sí, gracias a ti.

Estaba entre la espada y la pared. No podía regresar y, si me quedaba, seguiría estando cerca de Dulce. Y mientras más tiempo pasara cerca de ella, más iba a querer atacarla. Y de una forma completamente reprimida y sexualmente frustrada. Con mordidas, lucha, y...

El RiesgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora