— ¿Culpable? — El agente del FBI soltó un largo suspiro y se tomó su taza de café. — ¿La señora entiende que puede ir presa?
La abuela se encogió de hombros.
— No sería la primera vez que voy a la trena por un bien mayor.
— ¿Por un bien mayor? — Preguntó el hombre, mirándola con desconfianza.
— Pero, por supuesto. Pasé algunos meses en la prisión rusa después de la Guerra Fría. Era espía, y fui acusada de envenenar a un oficial de gobierno. Pero nunca pudieron probarlo. Le pasé un poquito a la boca del hombre durante un beso ardiente. — Cogió la bolsa de estampa de leopardo. — ¿El señor acepta una pastilla de menta?
Christopher
— ¡Genial, van a escribir pedófilo en mi tumba! — Gritó Dulce, interrumpiendo mi interpretación de Katy Perry al entrar al baño.
Yo estaba intentando relajar un poco el ambiente, hasta que ella comenzó a tener un ataque de pánico en plena habitación. Me pregunté cuánto tiempo tomaría que Dulce se diera cuenta de que me estaba bañando, desnudo, mientras ella se movía hacia adelante y hacia atrás en pleno baño como si estuviera a punto de sufrir un colapso nervioso.
— ¡No puedo creer que tengo 24 años y todavía no puedo tomar buenas decisiones!
Una cosa, creo que un zapato, fue lanzado a la pared. Más malas palabras. Wow, qué sexy se veía maldiciendo.
— ¿Por qué no puedo simplemente emborracharme y mandar mensajes? Espera. ¿Las personas todavía hacen eso? Hijo de...
Más sonidos de golpes. De repente, silencio.
Para ser sincero, el silencio me puso más nervioso que el ataque. Podía lidiar con gritos. Soy un político, a fin de cuentas. Lidio con personas que hacen berrinches y reclaman todos los días de la vida. ¿Pero el silencio? Era mi kryptonita. Superman iba a chocarse con la luna si Dulce no se recomponía.
Sus ojos eran más brillantes de lo que me acordaba. No es que mi memoria fuera a esas cosas, y ya habían pasado diez años desde la última vez que nos vimos. Diez años, y yo todavía no lograba sacar esos malditos ojos de mi cabeza. Por instinto, me llevé la mano a la nuca y toqué la cicatriz. Ella bien podía ser una placa roja de Peligro. La última vez que vi a Dulce, había ido a parar al hospital.
Así que tuvimos un caso de una noche. Problema grande. Eso pasaba todo el tiempo.
Quiero decir, no conmigo. Pero era común. Tenía que ser, ¿no? ¿O de qué otra forma Hollywood produciría tantas películas sobre casos de una noche en Las Vegas donde todos los Ashton Kutchers se enamoraban de las Cameron Diazes?
Cerré los ojos para evitar los recuerdos. Ese vestido idiota fue mi perdición.
Me había acordado del baile de graduación. Me había acordado de su perfume dulce, y, después de unas copas, era demasiado tarde.
— Me voy a morir. Y de ahí voy a arder en el infierno — Lloriqueó Dulce.
Bueno, por lo menos volvió a hablar.
Carraspeé y dejé de lado los arrepentimientos pasados, enterrándolos bien al fondo de mi cerebro, donde estaban las cajas cubiertas de telas de araña.
— Espera. ¿Por qué vas a morir?
La ducha debe haber atascado la pregunta, porque la loca siguió hablando.
— Mejor dicho: primero, van a grabar en mi tumba Amaba mucho a sus gatos, la zorra a la que le gustan mayores.
Apagué la ducha, cogí una toalla, me la enrollé en la cintura y salí.
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El Riesgo
RomansaEsta historia es una adaptación de @firesvondy, pero algunas amigas mías están interesadas en leerla y ellas no hablan portugués, así que yo hablé con ella y me dejó traducirla para todas ustedes, bellas mías. -- Dulce nunca hizo nada arriesgado. Na...