– ¿Estás llorando? – Abuela se inclinó en la mesa y le ofreció un pañuelo al agente.
– Polvo, este... me entró polvo al ojo.
– ¿A los dos?
– ¿Entonces ella se fue? – El agente se sorbió la nariz. – Y la culpa fue suya.
– Sí. Para las dos preguntas.
Christopher
Casi tiré la puerta abajo, hasta que alguien finalmente abrió.
– Tienes tres segundos antes de que cometa un asesinato – susurró Alfonso, con la voz ronca.
– Ella se fue.
– ¿Quién?
– Dulce.
– ¿Y qué estás haciendo aquí en mi cabaña, arruinando mi noche de sueño?
– No puedo dormir.
Y también tuve una pesadilla con la noche del baile de graduación, cubierto de sangre, en ese maldito carro. ¿A dónde estaba yendo, al final? ¿Y por qué estaba diciendo el nombre de Dul? Me quedé aturdido por no poder acordarme. Quería pegarle a la pared. Y después de todo eso, encima me desperté en la última parte de la noche y la vi con lágrimas en los ojos. Eso me mató.
– Ay, mi buen Dios. – Alfonso abrió más la puerta y me dejó entrar. Anahí todavía estaba durmiendo. Sonreí cuando ella dejó escapar un murmuro bajo durante el sueño.
– Mi esposa. – Gruñó Alfonso.
– Cálmate, hombre. ¿Ganaste, te acuerdas?
– Eso mismo. – Alfonso bostezó otra vez. – Entonces ¿puedes explicarme qué le hiciste a Dulce para que se fuera?
Le conté una versión resumida de la historia.
– Y ella me levantó, yo estaba apagado.
– Sé cómo es.
– ¿Y Dul esperaba que yo formara tres frases coherentes?
– Qué ridículo – replicó Alfonso.
– Estoy hablando en serio.
– Yo también.
Solté una mala palabra.
– No sé qué hacer.
Quería ir detrás de ella y castigarla por irse, después besarla hasta que se arrepintiera por haber dudado de mí.
– Bueno, por lo menos ahora sabes qué no hacer. No mires a una mujer como si estuviera loca cuando te pide una razón para quedarse. Y no la mires a la cara para decirle...
– Estaba de espaldas.
Alfonso rodó los ojos.
– No le digas, por nada del mundo, que no vas a ir detrás de ella. ¿Cuál es tu problema? ¿Siempre te despiertas idiota, o es algo que has ido desarrollando con el tiempo?
Sentí mi estómago revolverse e ir a parar en el mismo lugar donde mis bolas se habían metido.
– Creo que me desperté así hoy. – Fue eso, o el salto de diez metros que se había metido con mi cabeza.
Oímos golpes fuertes en la puerta. Soltando una mala palabra, Alfonso corrió a abrirla y se encontró con la abuela. Ella estaba usando una pijama de seda con estampa de leopardo y tenía una máscara rara verde que tapaba toda su cara, excepto los ojos.

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El Riesgo
RomanceEsta historia es una adaptación de @firesvondy, pero algunas amigas mías están interesadas en leerla y ellas no hablan portugués, así que yo hablé con ella y me dejó traducirla para todas ustedes, bellas mías. -- Dulce nunca hizo nada arriesgado. Na...