– Dejando de lado el aspecto romántico, ¿qué pasaría si su pequeño plan amoroso no se da?
La sonrisa de abuela desapareció. Posó las manos en la mesa y se levantó.
– Yo no fallo.
– Pero, ciertamente, ha pensado en la posibilidad de...
– Escúchame, Gus – frunció las cejas tatuadas –, yo he estado haciendo esto desde hace mucho tiempo. Tengo verrugas que son más viejas que tú, así que no necesitas hacer una tormenta en un vaso de agua, hijo mío. Yo puedo tener métodos – hace gestos despectivos con la mano – poco ortodoxos. Pero mi pareja siempre termina junta. Siempre.
Christopher
¿Baño frío? No estaba funcionando.
Baño frío. ¿Abuela? ¿Hombre de pecho peludo llamado Brett? Eso funcionó.
Funcionó muy bien.
Me recosté en la pared de azulejo y me concentré en la respiración, tratando de mantenerla controlada. Había decidido hacer sentir mejor a Dulce, ¿y qué ganaba con eso? Estaba tan sexualmente frustrado que era capaz de gritar.
O tal vez quisiera que ella gritara. Mi cuerpo parecía confundido, porque tenía que seguir diciéndome a mí mismo que en cinco días me daría a la fuga. Hasta ahora, no me había preocupado tanto, ya que no me había dado cuenta cómo Dulce necesitaba esto. El chance de ver cómo ella sí podía ser espectacular. Por Dios, la conocía hace solo algunos días, y hasta yo lo sabía.
¿Cómo era posible que alguien se viera al espejo y viera solo lo que otras personas dijeron de ella toda la vida?
Dulce era increíble. Con labios carnosos, un hermoso pelo castaño voluminoso, ojos exóticos y un cuerpo que podría causar una guerra – no me sorprendía que Brett haya sido un patán con ella en el colegio. Dulce lo intimidaba, y eso me hacía querer cometer un asesinato.
Yo estaba intimidado, y nada me intimidaba.
¿Y era malo sentirme medio orgulloso porque, de todos los hombres a quienes Dulce pudo haber pedido ayuda, me había escogido? Todo bien, estábamos medio amarrados el uno al otro, pero aún así.
Ella me escogió. Y yo no fallaba.
Abuela y yo teníamos eso en común.
Apagué la ducha y me enrollé una toalla a la cintura. Cuando abrí la puerta del baño, Dulce ya había buscado nuestro equipaje y estaba poniendo el celular a cargar.
Mi genialidad escogió ese momento oportuno para aparecer. Le quité el aparato y lo guardé de vuelta en la maleta.
– Nada de celulares.
– No es justo.
Dulce intentó agarrar el cargador, pero yo agarré sus manos.
– Sí lo es porque yo tampoco voy a usar el mío.
Ella no pareció convencida. Arqueó las cejas, con asombro.
– Ya sé, ¿y te vas a negar a contestar el teléfono después de que la prensa te haya hecho quedar como un político aprovechado?
– Rick se va a encargar de eso – respondí, tranquilo. – Nada de celulares. Solo tú y yo. Quieres un cuento de hadas. Estoy seguro de que el Príncipe Azul no tenía una cuenta en Twitter. Desconectémonos de las cosas electrónicas. Toda la semana. ¿Ok?
Ella entrecerró los ojos.
Extendí la mano.
Ella aceptó.

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El Riesgo
RomanceEsta historia es una adaptación de @firesvondy, pero algunas amigas mías están interesadas en leerla y ellas no hablan portugués, así que yo hablé con ella y me dejó traducirla para todas ustedes, bellas mías. -- Dulce nunca hizo nada arriesgado. Na...