– Es una decepción escuchar que el senador tiene tremenda falta de carácter.
– Todavía es un niño. – Abuela se limpió los ojos con un pañuelo. – Quiere pisar el mundo entero para marcar territorio, pero se olvida de que, cuando lo único que tenemos es una casa vacía, ¿de qué sirve todo el éxito? En la vida, el éxito es efímero, pero la familia es para siempre.
Dulce
Siempre sentí pena de esas chicas que vemos en los aeropuertos. De sus rostros mojados de lágrimas, despidiéndose de los amigos, familiares, o incluso sus novios a punto de salir del país.
Con los ojos hinchados y las maletas llenas – como si fuera una fugitiva –, estaba tan trastornada que ni me había dado cuenta que todavía estaba usando la sudadera y me había olvidado de pasarme maquillaje.
La conversación que escuché no fue mi favorita. Desesperada, decidí hablar con la abuela.
Ya sé, ya sé.
Ella no era la voz de la razón, pero quería agradecerle por el viaje. No tuvo la menor dificultad para arrancarme la verdad sobre porqué estaba tan triste y enojada, así que me dijo que arreglaría las cosas. Me agarró y me llevó hasta la cabaña. No había sido difícil encontrar a Christopher, el griterío ayudó. Me pidió que esperara afuera.Ay, ojalá hubiera entrado en el taxi de porquería. Porque, después de escuchar la voz de Christopher, las palabras que salieron de su boca... Yo sabía la verdad.
Al final, siempre se escogería a sí mismo. Me dejaría ir, a pesar de ponerse triste por eso... Para él, el trabajo era su amante, su esposa, era todo lo que tenía. Aunque no hubiera armado la situación, no lograba admitir lo que sentía.
Para mí, eso era ser débil. ¿No era capaz de compartir sus sentimientos más profundos con otra persona? No había cómo perdonar ese error, mucho menos cuando la persona en cuestión lo honra en la esperanza de ser correspondida.
Me limpié otra lágrima y caminé hasta la puerta de embarque.
– ¿Dulce?
Quería morirme.
– ¿Dulce?
En serio, Dios, ¿puedes mandar rayos? Quiero quedar hecha churrasco.
– ¿Dónde está Christopher? – Me agarró del brazo. Tuve una breve visión de que me viraba, agarraba las bolas de Brett y las torcía hasta oírlas estallando o siendo arrancadas.
– No está aquí – respondí, seca.
Brett dio una sonrisa seductora.
– Paris está durmiendo.
– ¿Y?
¿Qué? ¿Quería una galleta de premio, por haber hecho dormir a la esposa temprano? No tengo, hombre. Te salió mal. Y, para ser sincera, aunque tuviera una galleta, no la compartiría. No estaba de humor para compartir. A no ser que la galleta estuviera llena de veneno. Ahí se la metería por la garganta, sin parar de sonreír.
– Bueno... – Brett llevó una mano a mi rostro.
Intenté alejarme, pero él me agarró el mentón con firmeza.
– Estás aquí. Estoy aquí. El senadorcito desapareció, y parece que tengo un tiempo libre. Estabas interesada en mí en el colegio, y yo soy como los buenos vinos. Me pongo mejor con el tiempo... Podríamos pasar unas horitas juntos. ¿Qué te parece?
– Tú no me prendes – Mirándolo mal.
– Dime tu precio.
– Era una broma. – Finalmente, logré soltarme. – ¡No soy una prostituta, imbécil! Y lo siento mucho, pero no me gustan los esposos infieles.
– Pero los senadores infieles, ¿todo bien?
– ¿Perdón?
– Ay, por favor – Se rió. – ¿Hasta crees que estás lo suficientemente buena para mantener un hombre como Christopher Uckermann en línea? Te engañaría después del primer año.
Abuela iba a tener que pagar mi fianza.
Me alejé, levantando el brazo para darle una cachetada, pero en ese momento alguien detuvo mi mano y me viró, tirando de mí hasta su pecho. Una boca caliente se pegó a la mía con fuerza y desesperación. Sabía a ron.
Christopher.
¿Qué? ¿Qué estaba haciendo ahí?
Christopher me soltó y se viró.
– Desgraciado, maldito. Debería matarte.
Entonces oí una exclamación de dolor.
Christopher me soltó justo en el momento en que Alfonso golpeaba a Brett en la cara, derribándolo con un solo golpe.
– Gracias. – Christopher le extendió la mano a Alfonso. – Buen golpe.
– Lo es, bueno... – mi cuñado se encogió de hombros –, no es la primera pelea de aeropuerto en que me meto.
– Ay, los hombres Titus – comentó una tercera voz.
– ¿Anahí?
Mi hermana agitó su mano para saludarme y me dio una sonrisa triste y llena de culpa.
– ¿A dónde vas? – Preguntó Christopher, con la voz tranquila. – Vine a darte una razón para quedarte. Necesito que te quedes. – Agarró mi cara entre sus manos. – Quédate, por mí.
– Ah, esa seguro es una buena razón. – Asentí, con mis ojos vidriándose.
– Escúchame... – Se humedeció los labios. – Tengo que contarte algo, explicar. Ni yo mismo lo entiendo bien todavía, pero creo que va a ayudar. Voy a ser completamente honesto, te voy a contar todo. No te vayas.
– Christopher, no puedo...
– ¿Quién es la que no vale el riesgo, ahora?
Tal vez tuviera razón. Tal vez estuviera escapándome porque tenía miedo, después de todo.
Todo pasó muy rápido.
Los fotógrafos, los flashes, las cámaras disparando. Parpadeé, y estábamos rodeados. Yo estaba con una cara espantosa, y Christopher parecía tan pasmando que abrió y cerró la boca tres veces antes de poder formular palabras.– ¿Sr. Senador? ¿Es esta la mujer que nos estaba escondiendo?
– ¿Sr. Senador, es una prostituta? ¿O es incluso amiga de la familia?
– ¿Sr. Senador, esto era realmente un viaje de matrimonio o el señor solo actuó según los rumores para aumentar la aprobación de los votantes?
Disparaban preguntas y más preguntas.
Esperé que me defendiera, que explicara exactamente el plan de la abuela. No es que alguien fuera a creérselo, pero...En vez de eso, me miró bien a los ojos y dijo con la voz triste:
– Ella es una vieja amiga de la familia. Nada de matrimonio, nada de prostitutas, solo la feliz coincidencia de que estamos pasando las vacaciones en el mismo lugar y con el mismo grupo. ¿No es así, Dul?
Él me miró, suplicante, mientras las lágrimas me impedían ver bien. Asentí, de una manera bien idiota, y le di la espalda, sabiendo que esta vez él no iría detrás de mí y que esta vez yo no miraría atrás.
Él había recibido el tercer chance del día para tomar una decisión. Y, por tercera vez, no me había escogido.
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El Riesgo
RomansEsta historia es una adaptación de @firesvondy, pero algunas amigas mías están interesadas en leerla y ellas no hablan portugués, así que yo hablé con ella y me dejó traducirla para todas ustedes, bellas mías. -- Dulce nunca hizo nada arriesgado. Na...