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Habían pasado nueve años.

Nueve años sin ver ese circo.

Se habían mudado luego del incidente. Ahora Lance iba a otra escuela, tenía otros amigos, otro teléfono, otro trabajo. Los primeros días no había nada que pudiera hacer feliz al moreno, pero se empezó a acostumbrar con el pasar de los meses.

Pero sobre todo, tenía novias, y no hay nada de malo en eso, al contrario, eran muy bellas. Lo malo en eso, es que había crecido, y se había convertido en el muchacho más heterosexual del mundo, jamás volvió a enamorarse de un hombre en su vida, y su padre estaba orgulloso de ello.

Ya ni siquiera se sentía familiarizado con el nombre "Keith".

–Vamos hijo, hoy llevaras a tu prima al partido de fútbol, Marco te acompañará– Le avisó su padre.

–Ugh, ¡Camila puede cuidarse por sí sola!– Se quejó el menor.

–Tiene solo 14 años, no puede ir hasta allá sola, Lance– El chico finalmente accedió.

Se cambió a una simple camisa a cuadros azul junto con unos converse y unos jeans. No iba a ver a nadie importante después de todo.

Agarró las llaves del auto y se dirigió al liceo de su pariente, tarareando su canción favorita en el camino. Tenía que esperar a su hermano en la facultad en el mismo vecindario que el liceo, por lo que frenó para agarrarlo y siguió de largo. No demoró en recoger a su prima y volver a conducir.

–¿Sabes dónde es?– Preguntó la menor.

–Supuse que me indicarías, ya has venido– Dijo tranquilo el de ojos claros.

–Está bien, tuviste que haber doblado hace dos calles– Rió la chica, seguida por el mayor de los hermanos.

–¡Camila!– Ella estalló en carcajadas mientras el conductor intentaba dar un giro en el próximo cruce.

Estuvieron manejando 20 minutos antes de llegar. Por alguna razón, el vecindario le parecía conocido.

–¿Estás segura de que es aquí?– Preguntó indeciso.

–Ya estuve aquí, duh– Respondió como si fuera obvio.

–¿Por qué no lo estaría?– Añadió Marco, pero no hubo respuesta.

Bajaron del auto y caminaron hasta la cancha. Era grande y había asientos, por lo que no debía preocuparse por el espacio. Él y su hermano consiguieron unos asientos en lo alto de las gradas, así podrían ver el partido mejor.

Estaba por comenzar cuando Lance divisó algo en la distancia. Detrás de algunas casas, se podía ver una gran construcción roja y blanca. Extrañamente familiar.

–Quédate aquí, iré al baño– El mayor asintió y colocó los pies en el asiento de Lance.

El muchacho caminó hacia afuera de la cancha, llegando a la calle. Desde ahí no se veía la construcción, pero recordaba mas o menos donde se encontraba, por lo que caminó hasta allí sin ser visto.

Cuanto más se acercaba, más familiar le resultaba. Cuando finalmente llegó hasta la puerta, se dio cuenta de que era un circo.

¿Acaso él venía aquí de chico? Verónica había mencionado que siempre quiso trabajar en un circo, tal vez era eso.

Aprovechando que no había nadie, entró en la construcción. Siempre había sido un chico aventurero, ¿qué podía decir?

En el momento en el que puso un pie dentro, todos los recuerdos vinieron tan rápido que se mareó.

|:Klance One-Shots:|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora