It Rains, It Pours (Parte 3/3)

891 99 47
                                    

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

Los dos muchachos se habían estado ignorando por un tiempo.

Keith trataba de romper algún lápiz o hacer que los peluches de Lance se movieran solos, pero el moreno no le dirigía la vista. Ni siquiera cuando le susurraba cosas incoherentes, cosa que sabía que le molestaba más que nada.

El demonio se aburría. Nunca pensó que se aburriría tanto si ese moreno no estaba gritándole.

Cada vez que él trataba de decirle las respuestas en algún examen, Lance lo ignoraba y sacaba la respuesta por sí solo. Y cuando sus amigos preguntaban por el demonio, el muchacho solo decía que no sabía y cambiaba de tema.

Había pasado casi un año desde que se conocieron, y Lance estaba de vacaciones. Cada vez que estaba con sus amigos, reía y decía chistes todo el tiempo. Pero cuando llegaba a casa, la seriedad indundaba la habitación en donde esté, y solo Keith lo sabía.

Hasta que una tarde de verano, Lance se dignó a hablarle.

–¿Keith?– Llamó.

Sorprendido, el ente voló hasta allá en un segundo.

–Ya era hora ¿no? Pensé que jamás me hablarías y me olvidarías para siempre y...– No pudo terminar la frase, ya que fue interrumpido por el castaño.

–¿Cuánto falta para que te vayas? Habló el menor.

Las palabras causaron que los ojos galácticos se abrieran de par en par. Miró al humano si poder creer lo que acaba de escuchar.

–Para que me... ¿vaya?– Preguntó incrédulo.

–Ya no me das miedo, ni siquiera noto tu presencia a veces, ¿no se supone que te debes ir para molestar a alguien más?– Aclaró el moreno.

Y era cierto. Los demonios no podían quedarse eternamente con una persona si esa persona los ignoraba. Creyó que un católico como Lance jamás lo ignoraría, por eso esa idea jamás se le pasó por la cabeza.

Pero ahora, ya no sabía en qué pensar.

–Supongo que... Supongo que faltan solo dos semanas– Flotó hasta el sillón de la habitación del de ojos claros y fingió acostarse.

El chico no le volvió a hablar durante esas dos semanas.

La última semana intentó de todo. Lo agarraba, le movía el cabello, le soplaba en la cara. Pero nada hacía que el moreno cambiara su opinión.

En a última noche se dio por vencido. No intentó nada más, ni molestarle, ni hablarle, ni siquiera mover cosas. Su destino estaba sellado y se iría.

Había tomado un extraño cariño con ese humano. Tal vez era por la dificultad de asustarlo con el tiempo. Todas sus víctimas habían asesinado, muerto o cometido suicidio gracias a él, pero Lance, él era diferente.

Y por eso no quería irse, había algo sobre ese cubano que hacía que quisiera quedarse.

Mientras se había quedado pensando, vio como el latino salía de la casa. Confundido, lo siguió hasta un puente de tren que le parecía familiar. Era entero de piedra, y por arriba pasaba la avenida.

Lance se sentó al lado de la entrada de tren y agarró un libro. Keith se acercó con curiosidad, pero el libro era común y corriente.

–¿Qué hacemos aquí?– Preguntó.

El menor se limitó a señalar arriba de la entrada de tren, donde posaba una placa de hierro.

El azabache voló hasta allí y leyó el nombre del puente.

|:Klance One-Shots:|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora