Cuarenta y seis

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— Por eso – da un paso hacia atrás y lo miro confundida. Por unos minutos las lágrimas habían cesado pero sentía que volverían en cualquier momento – Me pongo de rodillas ante ti para pedirte que te cases conmigo

En este tipo de situación es típico de una mujer llevar sus manos a la boca y sorprenderse al ver a tu novio apoyado en una rodilla, con una mano extendida y en ella una caja de terciopelo con un anillo dentro.

Y justo eso fue lo que hice.

— Angelina Halstead Soffer, ¿te casarías conmigo?

No puedo creer lo que me está pasando en este momento. No sabía que hacer. Me encontraba en un tipo de shock. Mis aguados ojos miraban al chico arrodillado frente a mi, y sus ojos azulados me miraban con desesperación.

El matrimonio había sido un tema incontables veces hablado con Jay, ambos teníamos muy claro que queríamos pasar el resto de nuestra existencia con el otro. ¡Pero por mi mente no pasó que sería tan pronto! O sea, no íbamos a casarnos mañana pero no creí que me pediría matrimonio ahora.

Tomé una respiración profunda, calmando mis nervios y lista para darle una respuesta.

— Lamento decirte que... – sus ojos pasaron de transmitir desesperación a tristeza. — Lamento decirte que gastaste saliva haciendo esa pregunta porque sabes perfectamente cuál es mi respuesta.

Lo tomé de la muñeca y lo obligué a que se parara. Toda su expresión facial era de felicidad.

— Ah ah, alto ahí – lo detuve cuando me iba a poner el anillo – ¿Cuánto costó el anillo? – me crucé de brazos mirándolo fijamente. Él sabía a que me estaba refiriendo.

— ¿Hablabas en serio cuando me dijiste que si costaba más de mil dólares lo ibas devolver?

— ¡Por supuesto que hablaba en serio, Jay! – exclame queriendo estar molesta pero no pasó. No podía estar molesta en un momento como este.

— Bueno, pues más vale que vayas llamando a la joyería porque no costó más de mil dólares, sino más de mil euros – opina Xavier

Jay miró mal a su hermano. — ¿Algo que quieras decir al respecto? – pregunto aún cruzada de brazos.

— Acepta el anillo, podemos empeñarlo luego – dice Elle y río. Es una buena opción pero no.

— ¿Y si haces una excepción? – me miró extendiendo su labio inferior hacia delante.

— Con ese y con el de la boda – vuelve a opinar Xavier.

Doy un paso hacia delante y tomo la cajita donde venia el brillante anillo. Tomo el anillo entre mis manos y lo veo con detenimiento; era precioso, tenía una piedra de diamante en el centro y en cada lado tenia dos diamantes pequeños en forma de hojas de sauces. Y no olvidar que era de oro rosa. Su diseño era similar al anillo de promesa que tenía.

Era precioso. En toda la extensión de la palabra.

— Nomas te lo acepto porque está bonito – rápidamente me quita el anillo y lo pone en el dedo de mi mano izquierda correspondiente. — Y que sea la...

Y mis palabras quedan en el aire porque mi —ahora— prometido, me besó tomándome desprevenida.

Puedo parecer loca pero sus labios sabían diferentes ahora que somos prometidos, o quizá es el alcohol que tengo en mis venas que me está haciendo una mala jugada. Llevo mis manos a su cuello rodeándolo y deleitándome con su beso.

Nunca me iba a cansar de decir que él era, es y siempre será lo mejor que me ha pasado en la vida.

Unbreakable LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora