Muchas personas pueden decir que el Halloween y otras fiestas paganas ya perdieron el carácter religioso, volviéndose solo fechas festivas y comerciales, y que, por eso, no hay ningún problema en celebrar esas tradiciones.
Sin embargo, pensar de esa manera es un engaño y es por eso que los espíritus malignos aún encuentran lugar para actuar en la sociedad.
Símbolos
Esta fiesta tiene una gran simbología y referencias que van en contra de lo que Dios nos enseña en la Biblia.
Por ejemplo, la calabaza —que tiene dentro de sí una vela— es para apartar a los malos espíritus durante ese periodo, “guiando a las personas”, y fue inspirada en la leyenda de Jack O’ Lantern (un alma en pena); los murciélagos representan al mundo de las tinieblas, lo cual es sombrío y nocturno; las brujas realizan hechizos promoviendo el mal en la vida de las personas; la araña, que también está muy presente en las decoraciones, simboliza la alerta de peligros; los colores también tienen significados: el rojo, en este contexto, representa el paso entre la vida y la muerte y el negro simboliza la oscuridad; los disfraces surgieron de la idea de “camuflarse” en medio de lo que había de malo en las calles; incluso la expresión “Halloween” tiene una connotación espiritual maligna, que significa en inglés “All hallows eve” (“Víspera de todos los santos”).
Es decir, no hay forma de hablar del Halloween sin hacer referencia a la acción de los espíritus malignos en la vida de las personas.
El origen
Esa tradición empezó alrededor del siglo V antes de Cristo, en medio del pueblo celta —que vivía al norte de Reino Unido, en el continente europeo.
Para ellos, el año empezaba el 1° de noviembre; y en la noche del 31 de octubre ellos conmemoraban el festival de Samhaim. Durante ese evento, los celtas creían que el mundo de los muertos y de los vivos se unían, por eso se hacían sacrificios de animales y se encendía una hoguera en homenaje a los muertos”.
¿Qué dice la Biblia sobre eso?
En el libro de Colosenses, en el capítulo 2, versículo 8, el apóstol Pablo alerta a los cristianos de la ciudad de Colosas para que ellos no fueran influenciados por filosofías y tradiciones humanas.
Igualmente, en la carta a los Corintios, Pablo dijo que no podemos involucrarnos, al mismo tiempo, con lo que proviene de Dios y con lo que proviene de los espíritus malignos.
“No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. […] Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Corintios 10:21-23).
Por lo tanto, no es aconsejable que quienes viven en la fe en Cristo también se involucren con celebraciones que provienen del mal.
Tomado del blog Universal México.
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