Dicen tener fe pero no lo demuestran

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Cuando una persona conoce la verdadera fe, la que enseña el camino hacia la Salvación por medio del Señor Jesús, el deseo de hablar del amor de Dios a los demás ocupa su interior. Naturalmente, para hacer esto, busca los medios, como entrar a los grupos de la iglesia, al de Evangelización, por ejemplo. A continuación, empieza a tener un objetivo: llevar la Verdad a los que tienen sed de cambiar.

Otras personas ayudan en la Obra de Dios como obreras, levitas, pastores y obispos. Quieren ayudar a salvar a los que viven en las tinieblas y así traerlos a la luz del Altísimo. La Palabra de Dios, incluso, reconoce que quien tiene el Espíritu Santo anhela ayudar al prójimo: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2:17).

De esta forma, es necesario recordar que todas estas obras sin la fe inteligente no significan nada. A veces, aquella persona demuestra ser muy espiritual dentro de la Iglesia, pero en el trabajo actúa semejante a quienes no conocen a Dios. Miente, frecuenta lugares que no le convienen, dice groserías, entre otras acciones que desagradan a Dios.

“Diariamente, cada uno de nosotros necesita hacer una reflexión sobre nuestras actitudes —con respecto a nuestra relación con las personas que nos rodean, en casa, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia, en fin, en los lugares que frecuentamos, independientemente de nuestra posición social o nuestra posición dentro de la iglesia— para ver si estamos ejerciendo el verdadero cristianismo, pues es muy común que observemos eso al inicio de la conversión, pero la práctica del cristianismo jamás se aparta de los que nacieron de Dios”, señala el obispo Edir Macedo.

Entonces, de nada sirve que te preocupes por tener muchas actividades dentro de la Iglesia si tu comportamiento no concuerda con lo que el Señor espera de ti. La verdadera evangelización no viene solo de las obras, sino por tu carácter. Piensa bien: ¿Dios se preocupa con lo que haces o con quien eres en realidad?

“Cuando el Espíritu de Dios habita en alguien está, de forma natural, el carácter que supera a los que no Lo tienen. Es el carácter de Dios. El carácter Divino se resume así:

Íntegro y recto: en la relación con su semejante.

Le teme a Dios: en la relación con Dios.

Se desvía del mal: en la relación de sí mismo con el mundo.

 
Quien viva dentro de esos parámetros, sobrevivirá en este mundo y alcanzará la vida eterna”, finaliza el obispo.

Actuando así, Dios, seguramente, se complacerá y ganarás muchas almas para Él.

Tomado del blog Universal México.

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