Capítulo 57 || Adiós a todo.

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Limpio mis lágrimas con tristeza, pero el dolor en el pecho no mengua, a cada segundo incrementa mucho más, al punto de sentir que me asfixio. Miro mi apariencia en el espejo. Labio inferior roto, un moretón en mi mandíbula, una de mis cejas rotas y mi cuello marcado por la presión que ejercieron las manos de pap... Christian.

Eso es lo que duele tanto. Comprender que sus palabras son ciertas, que no soy realmente su hijo y he vivido estos meses creyendo que lo era, en una nube que albergaba una familia que no es la mía, mientras quien lleva mi sangre realmente lo he excluido por completo.

Nuevamente vuelvo a sentirme a la deriva. En un barco sin rumbo fijo, pero rápidamente comprendo que hay dos personas que no me dejarán solo, que son mi vida y por ellos valdría la pena renunciar a todo lo que hoy definitivamente debo dejar atrás.

Lavo nuevamente mi rostro. Mi teléfono suena insistente. Lo tomo viendo el nombre de mi hermano parpadeando. Quisiera ignorarlo, pasar este trago amargo que ha quebrado mi corazón de miles maneras una vez más, pero realmente necesito de su ayuda, es el único que puede ayudarme en estos momentos.


—¿Dónde estás? —pregunta, sin darme pie para contestar.

—En el baño del piso. Necesito que me ayudes en algo. —Lo escucho exhalar ruidosamente.

—Iré en unos segundos.

—No le informes a nadie, no quiero hablar con nadie más, no quiero saber nada de nadie, Samuel. —Guarda silencio.

—A tu manera, hermano. Sabes que cuentas conmigo siempre. —Esa es la verdad que más duele.

La familia con más de catorce meses ya no estará, quedará en un pasado, ese plagado de dolor y rechazo, de odio y rencor.

—Gracias. —Cuelgo.


Cierro los ojos inhalando profundamente. Por más que lo intento nuevas lágrimas salen. Quiero detenerlas, quiero impedir que salgan, pero es imposible, es como si algo dentro de mí las expulsara, como si el dolor interno fuera tan fuerte, tan insoportable que busca hacerse externo, mostrarse, mostrarme como el imbécil vulnerable que jugó a aspirar al amor de una familia que no es la mía.

—Esta es tu realidad, Damon. No eres un Grey, nunca lo has sido, acéptalo. Mientras más temprano lo hagas, es mejor. —Tiro al tinaco los desechables con rastro de mi sangre. Me miro por última vez al espejo. —Deja de ser débil. Demuestra que no eres el tonto que sufrirá por su rechazo. Eres adulto, puedes con esto solo, solamente necesitas a tu mujer y tu hijo para seguir, a nadie más, entiéndelo. —Asiento a mis propias palabras, buscando creerlas, dejándole todo claro a mi corazón, entendiendo que es eso lo que debí haber hecho desde un principio y no es tarde para hacerlo.

No necesito de ninguno para alcanzar mis metas. Ya basta de lágrimas y dejar que todos jueguen con mis sentimientos, con mis emociones.

Salgo del baño después de veinte malditos minutos en los que me mantuve llorando como idiota.

Samuel se encuentra al frente, con su teléfono al oído hablando en pequeños susurros. Sus ojos me observan compasivos, claramente nota el rastro de mis lágrimas, no quiero su compasión, no quiero la lástima de nadie en este momento.

—Vamos. —Camino por el pasillo contrario a la sala de espera.

Escucho sus pasos seguirme. Las personas me miran como si fuese un extraño y no es para menos. Me veo del maldito asco por los golpes en mi rostro.

Damon Grey #3 (Saga Sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora