PUPPET| Parte 54

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El zumbido de la oscuridad se hacía presente en mis oídos sangrantes, podía sentir mi cuerpo flotar a ciegas, pero hundido en un mar de dolor. Mis dedos mallugados recorrieron mi cien en unos cuantos tintineos y pude sentir unas humedecidas vendas rodear mi a dolorida cabeza.

Traté de abrir mis ojos a la par previniendo la luz de la mañana, pero mi sorpresa fue inmensa al encontrarme postrada en una cama, llevando una pijama holgada de seda y en una habitación con balcón a la playa ¿dónde me encontraba? Intenté ponerme de pié un par de veces, pero la horrible sensación de que me estaban triturando las costillas me detuvo.

Hice las sábanas a un lado de mi débil cuerpo y me quité el vestido por encima de los brazos soportado el dolor en cuanto me movía, traía vendas al rededor de mis costillas. Quería verme, quería saber como estaba físicamente así que sin más intenté ponerme de pié nuevamente gruñendo, y en cuanto lo estuve, pasos de gelatina intentaron llegar hasta el inmenso espejo al lado derecho del balcón.

La tenue oscuridad de la noche no me ayudaba, y mucho menos mi cuerpo destrozado. Mis pies se movieron a la par i tentando sostenerme del aire y sin medir las consecuencias, tropecé y caí a estridentes contra el suelo.

—¡Joder!— grité inmersa en el dolor incesante. —¡Joder!

Paso apresurados se escucharon fuera de la habitación y de pronto la puerta se abrió de par en par. Alcé mi vista lo más que pude y en ella divisé la sombra de un hombre alto: llevaba una camisa de mangas largas blanca arremolinada hasta los codos, unos pantalones de tela ajustados color negro y zapatos de cuero negro muy brillantes.

Su rostro era casi indivisible, por lo que no me forcé a distinguir mas sus facciones. Caminó a paso firme hasta mi y mi cuerpo tembló dado a su figura ¿quién podría ser?

—¿Estas loca?— inquirió con voz suave — Te he salvado una vez, no creas que lo haré dos. —dijo notoriamente cabreado.

Me mantuve callada presionando mis labios en una fina línea mientras dejaba mi frágil cuerpo sobre la muy esponjosa cama, su fragancia penetró mis fosas nasales y el vértigo me llegó de inmediato dado a lo fuerte que era. Sus manos acomodaron la almohada bajo mi cabeza y volvió las cobijas a tapar mi cuerpo semi desnudo.

—¿Quién eres?— inquiri  mientras se alejaba y cerraba las cortinas rebeldes del balcón con el objetivo de no dejar pasar el frío.

— Doctor Jeon.— dijo sin más, parecía que le costaba mucho hablar.

—¿Eres un doctor ?— inquiri sin entender que hacía yo con un doctor.

— Doctor Jeon. — dio media vuelta y se mantuviera al pié de la cama con ambas manos metidas en sus bolsillos.

—Doctor Jeon.— rectifiqué — Es usted ¿doctor? — se movió de lugar y se dirigió directamente al armario.

—Graduado en la universidad de Harvard, con honores. —sacó do frazadas y se dirigió a mí. — el mejor de mi clase. Manejo varias ramas.— finalizó y dejó que las frazadas que puso sobre mi cuerpo me brindaran calor.

—Y...¿me has salvado?— Indagué una vez más

—Es lo que dije. — se posó nuevamente a con las manos en los bolsillos al pié de la cama. — duerme bien, mañana te haré exámenes.

Se dirigió a la salida y sin esperar un "buenas noches" salió de la habitación cerrando la puerta tras él muy despacio. Aquel hombre parecía ser muy pacífico pero lleno de misterios a la vez, su tacto despreocupado me intranquilizaba aunque debería provocar la sensación contraria. La forma de hablar era extrañamente suave y parecía temer decir alguna estupidez y, quizá, por ese motivo era de muy pocas palabras.

El resto de la noche intenté conciliar el sueño pero el insomnio se hacia presente por ratos, mi mente en blanco era inestable y una sensación de miedo me recorría el cuerpo hasta alborotarme la bilis.

A pocos minutos de cerrar mis ojos la mañana se hizo presente, la tenue luz del sol se filtró por el balcón y sus rayos cálidos pegaron sobre mis finos párpados. Aún sin abrir los ojos aquel hombre desconocido ya había entrado a la habitación seguramente, y cuando los abrí finalmente solo divisé una charola llena de frutas y un vaso de yogurt.

Que comí a medias.

Al cabo de unos cuarenta minutos, él se hizo presente nuevamente en la habitación. Esta vez su vestimenta había cambiado: llevaba una camisa de seda negra y pantalones de tela ajustados negros, seguramente los mismos de ayer. Portaba un reloj de plata en la muñeca derecha y dos anillos en el dedo anular y meñique.

—Creo que es hora de despertar.— sugirió dirigiendose al armario.

— Lo estoy desde hace...— intenté calcular el tiempo rápidamente — una hora y media ¿tal vez?

—Ten esto...— me dio un vestido suelto de tirantes color gris junto con un cardigan concho de vino hecho de lana y unas botas negras y medias hasta las rodillas para taparme del frío.

Lo tomé en mis manos y esperé a que saliera de la habitación para poder ponerme la ropa pero de ningún modo lo hacía.

—Podría... — pedí señalando la puerta pero solo se quedó ahí de pié.

—No creo que en tu estado puedas hacerlo sola. — indicó con ambas manos en los bolsillos, eso parecía ser una de sus manías.

—Puedo sola— intenté levantarme y fallé en el intento.

—Te recuerdo que ayer por la noche te encontrabas tirada en el suelo y...— dirigí mi vista molesta hacia él y lo interrumpí de inmediato.

—Solo hágalo.

Sin más se acercó a mi y con sus manos suaves pero frías me tomó por la espalda y supo como levantarme, como si mi cuerpo pesara menos que una pluma de un ave. En cuanto estuve de pié pude notar lo alto que era, mucho mas que yo.  Apenas le llegaba al pecho.

Me sostuve de sus duros brazos mientras que con sus  manos libres pasó el vestido por encima de mis brazos y luego hizo lo mismo con el cardigan de lana. Por último se agachó y puso cada una de las medias negras y las botas, no podía dejar de sentirme incómoda debido a eso.

Sin más se puso en pié frente a mi y sus ojos se clavaron en los míos, mis piernas tambalearon y sentí el oxígeno cada vez menos.

—Es todo ¿doctor Jeon?...

PUPPET  [ T#1 TERMINADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora