PUPPET| Parte 55 [FINAL]

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Mi cuerpo recostado sobre la máquina de resonancia era tan irreconocible, no podía descifrar lo que en realidad estaba pasando conmigo, pero era lo que el doctor Jeon trataba de hacer tras el vidrio y frente a la panatalla del computador en su laboratorio en el sótano de su casa.

Era más extraño de lo que creí.

—Es todo.— concluyó cuando finalmente pude salir del otro extremo de la máquina.

Enseguida fue hacia mí y arrastró una silla de ruedas con ambas manos para poder transportarme consigo a donde quiera que el fuera.

—¿Por qué hace esto?— Indagué después de pensarlo toda la noche.

—Por que soy un doctor...— dijo  obviandolo y me sentí mínimamente tonta.— ...y porque...— calló por un breve momento — ...Soy buena persona.

Arrastró la silla conmigo en ella hasta el elevador metálico y ambos entramos en él, el silencio se apoderó del pequeño cubículo frío y sin resistir más hice algunas preguntas respecto a su vida, la cual parecía ser muy solitaria a simple vista.

—¿Es así de callado siempre? — Indagué con ambas manos sobre mi regazo y mis codos en el ampolla brazos de la silla, e intenté mirarle desde mi altura insignificante.

—Por lo general. — contestó sin voltear a verme como lo haría cualquier persona racional. No lo hizo. Solo mantuvo su vista robótica clavada sobre los botones del elevador.

—Vaya, ya lo creo.— intenté buscar algo más de que hablarle pero no sabía sobre qué podría dialogarle.

Al salir del elevador llegamos a la planta alta y la que parecía ser su cocina, tenía un toque de él, de hecho la casa completa tenía un toque de él: las alfombras grises y sillones de terciopelo negro daban un aspecto muy formal a su sala de estar, mientras que los cuadros que colgaban en la parte superior de su chimenea le quitaban un poco de seriedad al ambiente.

La cocina era casi igual, los muebles y alacena eran de color gris metálicos y marrón muy oscuros, y una que otra cosa de color rojo como las vajillas de porcelana al igual que el piso y la encimera. Vaya, todo era muy frío y me recordaban a la guerra en de los alemánes contra los franceses en los antaños.

—¿y su esposa e hijos?— pregunté después de dar un vistazo a mi alrededor, soltó mi silla y se dirigió al congelador,  de donde sacó un trozo de salmón y luego la puso encima de una tabla de picar.

— Caresco de tiempo para formar una familia.— dijo inexpresivo mientras anudaba el delantal en su espalda. —No tengo hijos.

Rodé la silla con mis manos un poco ma cerca de él.

—Yo tampoco.— contesté, dirigí mis ojos al salmón siendo cortado en partes con el fino cuchillo filoso de metal. Trataba de entender más de mí pero por ahora todo era confuso.

—No tiene cuadros familiares aquí. — Murmuré mientras me dirigía a la sala de estar y veía las paredes en tonalidades blancas y negras puras, tan solo con uno que otro adorno en ellos.

—No tengo familia cercana con la que pueda compartir, he estado solo desde que entre a la universidad de Harvard. — di media vuelta en mi silla. — he aprendido muchas cosas estando solo y, creo que eso fue positivo en mi vida.

—¡Vaya!— dije asombrada. Por primera vez había pronunciado más de tres palabras, y más de dos oraciones. Había creado un texto y era increíble poder escucharlo.

—¿Hay algo de que sorprenderse?— inquirió salteando los espárragos y otras verduras en el sartén.

—Es increíble que finalmente me haya dado una respuesta con la que coherente, es decir, bueno, no es que sea un tonto porque no lo estoy diciendo, simplemente...

—Lo sé, dado a que eres mi paciente he pensado en que la comunicación entre ambos es fundamental si quiero recuperarte.— soltó sin darle importancia a mi pequeño exabrupto.

—¿Recuperarme?— inquiri sin entender, no lograba comprender. Todo era como mi inicio, estar allí era mi inicio.

—¿Has notado tus golpes y fracturas? — indagó señalándome.

—Creo que cualquiera en mi lugar lo haría ¿no?— dije obviando mis vendas, raspones, moretones, y cicatrices.

—Pues te encontré a orillas del mar, no traías identificación, ni ningún tipo de documentos que me dijera quien eres y de donde vienes.— pasó por delante de  la encimera y recargó sus caderas en él cuando estuvo frente a mí.

—¿En la orilla?— Pregunté con recuerdos vacíos.

—Deduje que tuviste algún tipo de accidente automovilístico, caíste por un barranco y tu cuerpo inconsciente llegó a parar en la orilla.— metió ambas manos en los bolsillos nuevamente.

—¿cómo me encontró?— inquirí.

—Corro todas las mañanas por esa playa. — indicó, entonces supe que fue así como desperté esa noche aquí. Pero no había más, no sabía más de lo que había pasado.

—¿Tienes familiares? ¿A alguien que puedas llamar?— indagó y negué rotundamente.

No sabía de mí, y lo único que tenía en mente era lo que me acababa de contar el doctor Jeon, la noche anterior no paraba de pensar en como había llegado ahí, pero nada más allá de eso. No paraba de pensar en la rara vida del doctor Jeon pero no en la mía, nunca puse en primer lugar la mía y ahora entendía que no lo podía hacer.

Porque no conocía nada de mí.

—Lo suponía, los estudios que hice hace un rato me arrojaron esos resultados.— dijo lo volviendo atrás de la encimera. — te veías muy tranquila.

—No lo había tomado en cuenta hasta ahora.— Murmuré con mis ojos fijos en mi regazo y mis cejas fruncidas incomprendida.

—Estarás conmigo hasta que te recuperes.— dijo al cabo de unos minutos cuando supo lo afectada que me encontraba en ese momento.

—Gracias...—susurré con una lágrima rodando por mi mejilla. Se acuclilló frente a mí y posó su manos suaves y frias sobre las mías.

Porque en alguna parte de su oscuro y misterioso ser pude encontrar tranquilidad, la que necesitaba en ese momento.

—¿sabes? No puedo llamarte paciente siempre.— indicó y solté una breve sonrisa. —buscaremos un lindo nombre para ti ¿Qué te parece Irene ?

—Me llamaré Irene desde ahora.

Continuará...

PUPPET  [ T#1 TERMINADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora