|4| Ha cambiado.

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Es mi primer día libre, son las cinco cincuenta de la mañana y estoy regresando a casa luego de haber salido a correr, haber visto el amanecer y sentido la brisa fresca de la mañana. Entro a casa y papá que está entrando a la cocina, me ve.

—¿Dónde estabas? —pregunta señalándome pues estoy cubierto de sudor y con una enorme sonrisa en mi cara.

—Salí a correr, hacer ejercicio es uno de mis nuevos hábitos —levanta una ceja.

—Se nota —río—. Ve a bañarte para que desayunemos juntos.

—Por supuesto, papá —subo la escaleras y voy a mi habitación.

Camino al cuarto de baño, me deshago de la ropa sudada y entro a la ducha. Cuando abro la llave el agua caliente golpea contra mi sudoroso cuerpo y cierro los ojos al sentir esa rica sensación de alivio que me está proporcionando el agua.

Al salir de la ducha son las seis diez de la mañana, me tardé bastante, así que me visto rápido, con ropa que me queda un poco pequeña y me refiero a las camisas. Antes era muy delgado, ahora tengo bastantes músculos y con estas camisas se me notan más.

Salgo de la habitación y voy a la cocina, mi padre ya está sentado, leyendo el periódico, el cual al verme deja a un lado y sonríe.

—Pensé que te quedarías a dormir en la ducha —ambos lanzamos una carcajada.

—Estaba disfrutando el momento —me siento frente a él.

—Hoy tengo que ir a comprar unas cosas que necesito para terminar con un trabajo que me encargaron —bebo un poco de jugo.

—Si quieres yo puedo ir, sólo dime dónde.

—Tienes tu licencia de conducir —abro la boca y niego.

—Se venció hace bastante tiempo, lo había olvidado —me rasco la sien izquierda—. No puedo conducir así.

—Por su puesto que no, pero si quieres puedes acompañarme y así me ayudas a subir toda la madera que necesito a la camioneta.

—Claro que sí.

El poder ser útil me emociona, más cuando tengo la oportunidad de ayudarle a mi papá, a quién le saqué muchas canas verdes y le cause muchos dolores de cabeza.

•••

Voy con mi papá en la camioneta, una canción country suena en la radio, ambos nos vemos y sonreímos; no por la canción, sino por estar juntos otra vez, de esta manera. Hace años atrás esto no habría sido posible, porque mi papá me habría dicho que dejara las drogas y yo me habría enfadado con él, habríamos tenido una fuerte discusión y luego simplemente me habría ido a emborrachar y drogar.

Llegamos al aserradero y bajamos de la camioneta, me pongo mi vieja gorra gris porque el sol está bastante fuerte. Mi padre se pone sus gafas de sol y se acerca al señor que aparentemente es el encargado del lugar. Mientras ellos hablan, yo hecho un vistazo con la mirada, no me acercó porque el aserrín me causa alergias, por esa razón trabajo con mascarillas.

—Ryan —veo a papá.

—¿Sí? —me acercó a él.

—¿Puedes subir esa madera mientras voy a ver unas cosas con Joel? —señala al hombre—. Por cierto, él es mi hijo

—Un gusto conocerte —nos damos la mano.

—Igual —respondo—. Y no te preocupes papá, yo me encargo —asiento y ellos se van.

Saco los gruesos guantes del bolsillo trasero de mi pantalón y empiezo a subir la madera. No son muchas, así que término rápido y vuelvo al interior de la camioneta, porque el sol quema mi piel y aparte muero de sed, así que tomo la botella de agua que traje de casa y bebo un trago.

Se siente bien estar fuera, poder compartir con mi papá y tener una oportunidad.

—Listo hijo, vámonos —mi papá se sube a la camioneta y empieza a conducir, pero no rumbo a la casa.

—¿A dónde vamos? —le pregunto.

—No quieres dar un paseo —me ve con el entrecejo fruncido.

—Claro que sí —me acomodo en mi lugar y presto atención al camino—. Papá, ¿será que pronto pueda ver a los niños? —no me ve.

—No lo sé hijo, para eso debo hablar con Ava y ver si ella quiere verte y dejar que te acerques a los niños.

—No va a querer y con toda razón —bajo la mirada.

—Por eso mismo voy a hablar con ella —da una palmada en mi pierna—. ¿Recuerdas a Bryan?

—Por supuesto que sí.

—¿Quieres que vayamos a verlo? —asiento y conduce hasta un local lleno de globos y decoraciones de fiesta.

—¿Así que aquí trabaja? —pregunto al bajar. Ambos entramos y él está de espaldas—. ¿Podría ayudarme con algo? —pregunto.

—Claro que sí, dígame en qué —se gira y al verme su boca se abre formando una enorme O—. Ryan —sale de detrás del mostrador y me abraza.

—¿Cómo has estado amigo? —le pregunto.

—Bien, pero ¿cuándo saliste?

—A penas ayer.

—¿Por qué nadie me dijo nada? Abría ido a buscarte a tu casa.

—No lo sé —me encojo de hombros.

—¿Te quieres quedar? —me pregunta mi papá.

—Pero quedamos en que te ayudaría.

—Tranquilo, sólo voy a adelantar un poco el trabajo, cuando llegues me ayudas.

—Está bien —se despide de Bryan y se va—. Oye, ¿y qué me cuentas? —pregunto cuando ambos nos sentamos.

—Pues no creo que haya mucho que contar, en este tiempo sólo terminé con mi novia o mejor dicho ella me dejó por otro.

—Lo siento —él realmente estaba enamorado.

—Luego de eso mi tía puso esta tienda y me dio empleo, ya tengo un año trabajando acá, la verdad me va bastante bien y me gusta.

—Se ve bien —acepto viendo todo el colorido lugar con tantas serpentinas y globos.

—¿Ya viste a Ava? —pregunta con cautela y lo veo.

—No, eres el primero al que veo —las ganas de hacerle una pregunta me están matando—. ¿Y tú? ¿La has visto?

—Sí, ayer vino —elevo ambas cejas—. El cumpleaños del niño se acerca y están preparando todo para celebrarlo —sonrio.

—Pronto cumplirá cuatro —me quedo recordando a mi pequeño hijo—. ¿Ha cambiado?

—¿Quién? ¿Ava? —asiento—. Sí, físicamente ha cambiado poco, pero en su forma de ser, ahí sí ha cambiado mucho.

—¿En qué sentido? —frunzo el ceño.

—Te daré un ejemplo, ¿recuerdas que antes era muy tímida y hasta podríamos decir que ingenua? —asiento—. Pues ahora es como una mamá leona que ataca sin piedad cuando de defender a sus crías se trata. Y no es para menos, si ha luchado mucho por ellos, tiene dos empleos para poder pagar todos sus gastos.

Mis ojos queman, las lágrimas se acumulan en ellos.

—Si yo hubiera cambiado y hubiera sido un verdadero padre para mis hijos, ella no tendría que hacer todo eso.

—Pero ahora estás acá.

—Y voy a ser el padre que ellos necesitan o al menos el que merecen.

La familia que necesito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora