|33| Promesa.

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Ava

Veo la hora en mi celular por quinta vez y niego, hace casi una hora que Ryan debía haber llegado, ¿dónde podrá estar? ¿por qué no ha venido? No quiero pensar mal, pero ya no sé cómo justificar esto, dijo que iría a hacer una entrega y luego vendría, pero no lo ha hecho y no creo que lo haga ya, así que lo único que puedo hacer es pensar mal de él.

-No responde mis llamadas -veo a Max-. Algo le tuvo que haber pasado.

-Creo que no vendrá -siento un nudo en mi garganta.

¿Qué tal si pasó lo que él temía?

Recibí una llamada, el tipo con el que entré a robar a esa tienda. Al parecer ya salió de la cárcel y... sé que va a buscarme.

Volvió a lo mismo.

Niego.

Él no pudo hacerlo, dijo que no, estoy segura que no lo haría, el problema es que me falló tantas veces. Hace muchos años siempre que se iba me quedaba con la esperanza de que volvería bien, pero nunca pasaba y siempre terminaba decepcionada, entonces ahora prefiero pensar mal y alegrarme si todo sale bien, en lugar de decepcionarme un poco más esperando algo bueno.

-Lo siento -me dice Max y se pone de pie-. No puedo quedarme aquí tranquilo sin que mi hijo aparezca, sé que le tuvo que haber pasado algo y debo buscarlo.

-Si sabes algo avísame -asiente.

Sólo espero que Ryan esté bien, que Max lo encuentre y que no termine decepcionado.

El envento termina, me despido de todos muy avergonzada porque Ryan no llegó, porque nos falló a nosotros y a todos esos chicos para los cuales ya era un ejemplo a seguir y tomo un taxi con los niños para ir a casa. Cuando llegamos ellos no dejan de preguntar dónde está su papá, pero no sé qué decirles, así que sólo los cambio de ropa y los llevo a su habitación. No voy a soportar más preguntas acerca de su papá, porque no tengo una respuesta para darles, yo tampoco sé dónde está.

Cuando los niños ya se quedan dormidos, me voy a mi habitación, me cambio de ropa y me recuesto en la cama, quiero dormir y poder descansar, pero no puedo dejar de pensar en él. Necesito saber dónde está. Mis ojos se llenan de lágrimas por la incertidumbre de no saber que pasó con él y el miedo de que haya regresado a lo mismo de antes. Lloro un poco, hasta que me quedo dormida.

Esa noche tengo una pesadilla, otra vez me deja sola con este bebé, otra vez estoy sola con mis hijos, otra vez él se va y la historia se repite.

•••


Sábado por la mañana, justamente lo que faltaba, los niños desde que despertaron han estado preguntando por su papá y aún sigue sin aparecer, tampoco tengo noticias de Max y no sé qué hacer. Me preocupa mucho el que le haya podido pasar algo malo.

Tocan el puerta y no tengo tiempo ni de reaccionar cuando el pequeño Ryan ya ha abierto.

-¡Papá! -me emociono al escucharlo decir eso-. Oh -veo como mi hijo hace un puchero-, pensé que era mi papá.

-Ay, ya no te alegra verme -es Audri.

Mi amiga entra y se dirige a la cocina, dónde estoy yo, al ver mi cara frunce el ceño.

-¿Quién se murió? -se sienta en un taburete.

-Espero que nadie -suspiro-. Ryan no aparece desde ayer.

-¿Y la reunión ésta a la que iban?

-Nunca llegó -mis ojos se llenan de lágrimas-. Estoy muy preocupada y temerosa, no sólo de que le haya pasado algo, también temo porque haya vuelto a hacer lo mismo de antes -no aguanto más las lágrimas y empiezo a llorar-. Te juro que no soportaría ver a mis hijos... decepcionados de su... papá -me tiembla la voz y el cuerpo entero. Audri me abraza.

-Tranquila -acaricia mi cabello-. Todo va a estar bien, pase lo que pase aquí voy a estar -me aferro a su blusa y no puedo parar de llorar en su hombro.

-¿Qué voy a hacer ahora? ¿Por qué tuve que ser tan imprudente de no cuidarme? Soy una estúpida -Audri me hace verla.

-Claro que no y ya deja de preocuparte por eso, esté o no esté Ryan, ese bebé va estar bien. Pero para eso tú debes estar tranquila -limpia mis lágrimas con sus pulgares-. Anda, come -toma una tostada con mermelada de mi plato y me la da de comer en la boca.

-Necesito saber que por lo menos está bien, lo necesito para estar un poco más tranquila.

-¿Por qué no llamas a Max? -ya que él no me llamó, es lo mejor.

Agarró mi celular y le marco, dos tonos después atiende mi llamada.

-Hola Max, ¿sabes algo de Ryan?

-Hace un rato lo encontré -me asusto mucho al escucharlo decir eso-, está bien, pero hay un problema y creo que lo mejor es que vengas al hospital, no traigas a los niños.

-Pero... ¿qué pasa?

-Te lo diré cuando vengas -dice eso y cuelga.

-¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? -me pregunta Audri.

-¿Te puedes quedar con los niños? -asiente.

Subo a mi habitación y rápidamente me cambio de ropa, Audri entra a la habitación y me ve preocupada.

-¿Qué es lo que está pasando?

-Max dice que Ryan está en el hospital y hay un problema, pero no dijo qué, tengo que ir para que me diga qué pasa -estoy tan preocupada y nerviosa que ni siquiera logro ponerme los zapatos, me tiemblan las manos.

-Déjame ayudarte -Audri se sienta en el piso y me ata los cordones de los zapatos-. Tienes que controlarte, sea lo que sea, debes encontrar la manera de poder manejarlo, recuerda que ya no eres sólo tú -respiro hondo.

-Voy a intentarlo, lo prometo.

Salimos de mi habitación, me despido de los niños, les digo que iré a hacer unas compras y casi salgo corriendo de casa. Tomo un taxi y en todo el camino al hospital no dejo de imaginarme miles de escenarios, cada uno peor que el otro, de lo que le pudo haber pasado a Ryan. Cuando el taxista se detiene frente al hospital le pago y bajo rápido de este. Entro al lugar y voy directo a recepción.

-Hola, am, estoy buscando a un paciente, su nombre es Ryan Wood -la chica busca algo en su computadora.

-Está en el segundo piso, habitación 45 -asiento. Subo al elevador y presiono el botón para ir al segundo piso, no tardo nada en llegar y en el extenso pasillo busco la habitación de número 45, cuando la encuentro entro a esta apresurada, al hacerlo sólo logro preocuparme aún más.

Max está ahí, Ryan está llorando, nunca lo había visto llorar así, llora como un niño.

-No me pueden hacer esto -puedo notar como Max aparta la mirada de su hijo, le duele verlo así y a mí también-. No pueden hacerlo -su rostro está cubierto de lágrimas y sus sollozos hacen eco en la habitación.

-Ryan -me ve y llora aún más-. Mi amor -cuando me acerco puedo notar que está muy golpeado. Lo abrazo y él se aferra a mí con una de sus manos-. Mi amor, ¿qué sucede? -pregunto sin dejar de abrazarlo.

-Te amo -dice contra mi hombro-, a ti y a los niños, los amo demasiado.

-Ya lo sabemos -me preocupa que me diga eso.

-Prométeme que vas a confiar en mí -me separo de él y lo veo con el ceño fruncido-. Prométemelo -me pide-. Amor, por favor promételo -asiento.

-Te lo prometo, pero ya dime que pasa -me separo un poco de él y me limpio las lágrimas. Espero que me diga qué es lo que pasa, pero sólo levanta su mano izquierda, la cual se encuentra esposada a la cama-. ¿Qué significa eso?

-Me están culpando de algo que no hice -cierra los ojos y más lágrimas salen de estos-. Me van a enviar a la cárcel y eso sólo significa que estaría ahí mucho tiempo -sacudo mi cabeza frenéticamente.

-Eso no puede ser.

-Yo no quiero estar lejos de ustedes -me lanzo a abrazarlo nuevamente.

Me niego a aceptar que se lo van a llevar a prisión, me niego a que lo alejen de nosotros, porque sí dice que es inocente, le creo, puedo notar en su mirada y en su dolor que está siendo sincero. No me falló y por lo tanto yo tampoco le voy a fallar.

La familia que necesito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora