|3| Ya soy libre.

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Ryan

Me paro frente al enorme portón cerrado y tomo una larga respiración que llena mis pulmones por completo. Estoy a unos pasos de volver a ser libre, pero con una nueva vida, estoy a unos cuantos pasos, pero tengo claro que a mucho trabajo, de poder recuperar lo que perdí o mejor dicho abandoné.

-Bien -veo a mi lado y uno de mis custodios durante estos años está parado ahí-. Ahora vete y no vuelvas -sonrío-. Lo digo en serio, no te quiero volver a ver acá, disfruta esta segunda oportunidad.

-Lo haré -extiendo mi mano y la toma-. Gracias por todo -asiente.

-Comportate, mantente alejado de personas relacionadas con armas, drogas o alcohol; no puedes consumir nada de eso, recuerda que es libertad condicional, un sólo paso en falso y vuelves acá.

-Lo sé, no tienes que preocuparte por eso, me voy a comportar -el ruido del portón abriéndose, llama mi atención y lo veo.

-A unos pasos de una nueva vida -Martínez da una palmada en mi espalda-. Vete y lucha por tu familia.

-Eso es lo que más quiero -lo veo y suspiro-. Adiós.

-Adiós.

Doy cuatro pasos completos y estoy fuera, al otro lado, ya soy libre.

-¡Hey Ryan! -me giro a mi derecha y ahí está Luna.

-Ya soy libre -abro mis brazos y ella viene hacia a mí para abrazarme.

-Ya eres libre -repite mientras ambos nos fundimos en un fuerte abrazo-. Estoy muy contenta -nos separamos y se limpia las lágrimas.

-Yo también -asiento- y todo te lo debo a ti, fuiste la única que estuvo desde el principio conmigo -Luna es mi amiga de la infancia y fue mi abogada.

-Te dejaron libre por tu buen comportamiento, así que esto es trabajo de dos -me da un leve empujón y sonrío-. ¿Quieres ir a casa?

-Casa -repito en voz baja-. Claro, quiero ir a casa.

•••

-Este lugar ha cambiado bastante -dice Luna mientras conduce por el pueblo.

-Para ti, para mí sigue bastante igual -digo viendo por la ventana.

-Quizás porque me fui cuando era una niña y ya nunca volví.

-Buen punto -ambos reímos.

-Oye mira -dice Luna y baja un poco la velocidad-. La panadería está más grande.

-Eso sí no estaba cuando me fui.

-¿Recuerdas que ahí era donde comíamos pastelillos cuando éramos unos niños? -la veo.

-Por supuesto que sí. Sólo que era un lugar muy pequeño y hasta hace casi tres años el local vecino estaba vacío y ahora hace parte de la panadería.

-Pronto hay que venir a comer pastelillos, pero por ahora vamos a llevarte a casa para que descanses.

-Por favor -sube la velocidad y conduce rumbo a la casa en la que crecí y aún vive mi padre que no sabe que ya estoy libre.

Cuando en mi campo de visión se ubica esa antigua y cálida casa, sonrío y me lleno de emoción y nostalgia. A lo largo veo a un hombre alto trabajando con madera, cuando estamos más cerca veo que es mi padre, los años empiezan a notarsele. El auto se detiene y mi padre vuelve a ver hacia nosotros, sin decir nada abro la puerta del auto y bajo. Él al verme sonríe sin poder creérselo.

-Papá -digo ya al borde de las lágrimas.

-Ryan -suelta las herramientas que tiene en sus manos-. Hijo -se acerca a mí y ambos nos abrazamos.

La familia que necesito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora