|37| Inocente.

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Ya han pasado dos semanas desde la vez que fui a ver a Ryan, los niños no dejan de preguntar dónde está su papá y yo ya no sé que inventarles. Yo estoy muy agotada físicamente, no sé si es el embarazo o el trabajo, en donde ha habido mucha actividad, pero necesito un descanso y es precisamente lo que hago cuando las personas de la mesa que estaba atendiendo se van. Salgo, me recuesto a la pared y tomo aire. Tengo cosas que pagar, por esa razón no puedo tomarme un descanso, las deudas no esperan, así que debo seguir trabajando.

—Ava —estoy a punto de entrar, pero me detengo al escuchar mi nombre. Es Luna—. ¿Podemos hablar?

—Claro —ambas entramos y nos sentamos en una mesa—. ¿Hay noticias acerca de Ryan?

—Hay noticias, pero no son tan buenas —cierro los ojos un momento y me cubro el rostro con ambas manos—. El juez aceptó lo de adelantar el juicio, el problema es que el testigo que teníamos ya no quiere testificar, lo están amenazando no me lo dijo, pero pude notarlo en su nerviosismo y preocupación.  

—¿Y qué va a pasar ahora? —ese testigo es clave para poder sacar a Ryan de la cárcel.

—Intentaré convencerlo, de no lograrlo buscaré algo más, Ryan no puede estar más tiempo allí —coincido con ella.

—Quiero verlo otra vez.

—Te recomiendo no ir, está de muy mal humor y no quiere recibir visitas, será mejor esperar a que le tenga buenas noticias.

—¿Cuánto tiempo va a pasar para eso?

—Prometo que será lo más pronto posible, no puedo perder tiempo, debo conseguir algo del tiempo que me dio el juez, de menos tendremos que esperar meses para tener un juicio.

—¿Qué tal si hablo con ese hombre... con el testigo? Quizás si le cuento que Ryan ahora es un buen hombre y no merece estar ahí, nos ayudé.

—No sé si sea buena idea —Luna hace una mueca.

—Por favor, intentémoslo, no perdemos nada —me encojo de hombros y ella suspira.

—Está bien, paso por ti en la tarde para ir a verlo —sonrío.

—Bien, te espero acá —ella se despide y yo vuelvo a trabajar.

Cuando llega la tarde, me cambio de ropa y a fuera espero a Luna, ella no tarda mucho en llegar a su auto, la saludo y subo a este. Audri ya está con los niños, por lo tanto estoy tranquila, sin Audri no tengo ni idea de qué haría, realmente nunca he estado sola, pues mi amiga siempre ha estado a mi lado, ella me ha apoyado incondicionalmente y no me imagino que habría sido de nosotros sin ella.

Luna detiene el auto y se estaciona frente a una zapatería, bajamos del auto y entramos al lugar, supongo que ahí es donde está el hombre al que le robaron.

—Hola —Luna saluda a una chica que está ahí—, ¿se encuentra el señor Ruíz? —la chica asiente y señala hacia un rincón de la tienda donde se encuentra un hombre entre los cincuentas y sesentas, sentado en un sillón, el hombre está muy golpeado, he incluso tiene una pierna enyesada que reposa sobre un pequeño taburete—. Señor, Ruíz, hola —el hombre nos ve.

—Abogada, ya le dije que no voy a testificar, por favor, deje de buscarme —antes de que Luna diga algo, me adelanto a hablar.

—Esta vez soy yo la que quiere hablar —su mirada pasa de Luna a mí.

—¿Y usted quién es? —suspiro.

—Yo soy la... novia, del hombre que están injustamente por lo que le hicieron a usted —él baja la mirada—. Estoy aquí para hablar con usted, sólo quiero que me escuche y reconsidere su decisión.

La familia que necesito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora