|6| Siempre.

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Ryan

Dios, Ava está frente a mí, aún más hermosa que hace casi tres años, está preciosa. Al verla me quedo paralizado, mi cuerpo se tensa, la tengo a sólo unos pasos de mí, sus preciosos ojos azules están en los míos. Estoy luchando contra las ganas de abrazarla, besarla, pedirle perdón y decirle lo mucho que la amo.

—¿Qué encontraste? —escucho que pregunta Bryan.

—Nuestros autos de juguete —digo sin volver a verlo.

—Sabía que tú los tenías —los quita de mi mano, pero aún no despego la vista de ella.

—Ava —sale de mis labios al fin.

Ella baja la mirada unos segundos, luego la levanta y toma unas bolsas.

—Audri, vámonos —pasa a mi lado y puedo sentir su olor.

—Ava —voy tras ella—. Ava, espera —tomo su mano y ese acto me hace sentir un cosquilleo por todo el cuerpo.

Ella ve nuestras manos y luego a mí, se ve igual de sorprendida que yo.

—Ryan... —mi nombre en sus labios se escucha hermoso.

—Ava, yo...

—Suéltame —dice seria—. Yo no quiero verte, no te quiero cerca, ni de mí, ni de mis hijos —sus palabras se clavan en mi pecho como un puñal.

Esas palabras viniendo de otra persona no me habrían importado, pero es ella, el amor de mi vida, la chica a la que lastimé y abandoné.

—Ryan, sólo vete —se suelta de mi agarre—, vete como ya lo hiciste una vez.

—Tú me corriste —digo con un nudo en la garganta.

—Tú me pediste que matara a nuestra hija —aparto la mirada de ella. Mis ojos queman y se nublan por las lágrimas—. ¿Acaso no crees que eso fue suficiente?

—Yo... —no puedo decir nada. No sé como defenderme.

—Fuiste un cobarde —bajo la mirada—. Así que mantente alejado de nosotros —me señala—. Porque si te veo cerca... —aprieta los dientes—. Sólo aléjate, Ryan. Aléjate —dice eso y se va con Audri.

Realmente ha cambiado, ya no es la misma chica que se ponía nerviosa cuando la tocaba, que sonreía como nadie cuando me veía, sus ojos ya ni siquiera brillan de amor por mí, ahora están llenos de odio, de rencor y desprecio. Sé que me lo merezco, pero aún así me duele.

—¡Hey! —Bryan pone una mano sobre mi hombro—. Vamos a dentro, te daré agua —no me había dado cuenta que estaba llorando.

—Me odia —digo luego de tomar un poco de agua y calmarme—. Tenías razón, ha cambiado mucho.

—Te lo dije, es una mamá sobre protectora.

—Ya lo comprobé —aprieto los ojos y las lágrimas vuelven a salir.

“Tú me pediste que matara a nuestra hija.”

Recordar sus palabras me duelen tanto, todo este tiempo me he arrepentido por haberle pedido eso. Fui un maldito imbécil insensible, era nuestro bebé y digo era, porque ahora ni siquiera merezco decir que es mía. Ni siquiera mi pequeño Ryan, a él nunca lo cuidé como debía haberlo hecho, nunca fui un verdadero padre.

—¿Quieres tomar...? —antes de que Bryan termine de hablar me pongo de pie.

—Me voy a casa —dejo el vaso sobre una mesa y salgo del local.

Creo que quedándome en prisión le habría hecho un gran favor a Ava y a los niños.

•••

Golpeo repetidas veces el viejo saco de boxeo que está en la cochera. Estoy muy molesto, conmigo por supuesto, gracias a toda la mierda que hice antes, ahora Ava me odia y no veo esperanzas para poder estar con mis hijos. Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas mientras sigo lanzando golpes.

—Ryan —siento que me tocan el hombro y me detengo. Es mi papá—. ¿Qué pasó? —me siento sobre una caja que está cerca y me quito las vendas de las manos—. Ryan, ¿qué pasó?

Lo veo y él está preocupado, así que decido contarle lo que pasó pues no quiero preocuparlo más.

—Hoy vi a Eva —levanta ambas cejas—. Ella me odia —digo con un nudo en la garganta— y me lo merezco, durante muchos años me comporté como una basura y ahora quiero que ella me perdone. Eso no va a pasar.

—No digas eso —pasa una mano por mi cabello mojado por el sudor—. Ella está dolida, la decepcionaste, pero quizás si le demuestras que has cambiado ella te dé la oportunidad de estar con los niños.

—¿Cómo hago eso? —bufa.

—Eso tendrás que pensarlo tú.

—¿No me puedes ayudar? Papá, tú hablas con ella —se cruza de brazos—. Por favor.

—Lo siento, pero si lo hago estoy seguro que no me dejará estar con los niños. Hoy casi me impide que me los lleve —frunzo el entrecejo.

—¿Que te los lleves dónde? —me pongo de pie y me limpio la cara con una de las mangas de mi camisa. Mi papá no responde—. Papá —se aclara la garganta.

—Todos los sábados voy a su casa por los niños, los llevo a comer y a dar un paseo —niego.

—¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunto tranquilo.

—Porque ya te dije que no quiero que Ava se moleste y me impida verlos —asiento—. Mira, si vas a recuperar a los niños lo mejor será que tu sólo lo consigas, lucha por ello.

Mi papá tiene razón, es momento de que consiga todo por mis propios medios, ya debo hacerme responsable de las consecuencias de mis actos. Voy a luchar por mis hijos y...

—Papá —me ve—. Ava... —no sé si preguntar, pero la verdad es que la curiosidad me está matando—. ¿Ella está con alguien?

Papá sonríe y niega levemente.

—Sabía que era eso —me rasco detrás de la oreja—. No Ryan —sonrío—. Pero no por eso te hagas ilusiones.

—¿Por qué? ¿Hay alguien qué...?

—Ryan, concentrate en tus hijos y deja a Ava en paz —dice con voz firme—, ella ya no quiere nada con nadie.

—Y supongo que por mi culpa —no sé como sentirme con respecto a eso.

Por un lado mal, porque eso me hace ver que la lastimé lo suficiente como para que ya no quiera volver a tener una relación. Pero por otro lado, el que todo este tiempo haya estado sola, sin un hombre por supuesto, me da esperanzas.

—Sí Ryan, la lastimaste demasiado —definitivamente me siento mal—. Me voy a dormir, mañana debo ir a la iglesia, ¿vienes conmigo? —me muerdo el labio inferior—. Bien. Supongo que no.

—Sí —se gira y me ve—. Iré contigo —sonríe ampliamente y se va.

Minutos después de que se va mi papá entro a la casa, voy a mi habitación, tomo un baño y me acuesto a dormir.

—Ava —ella me ve. Sus ojos están brillantes de emoción y sus mejillas están un poco rojas—. ¿Quieres ser mi novia? —le extiendo una flor.

—Ryan —se cubre la boca con ambas manos—, ¿es en serio? —asiento una sola vez, muy seguro de mi propuesta.

—Te amo, Ava —se muerde el labio inferior y veo que sus ojos se llenan de lágrimas.

—Yo también te amo y sí quiero ser tu novia —toma la flor de mi mano. Yo rodeo su cintura con mis brazos y la cargo.

—Eres y siempre serás el amor de mi vida —susurro en su oído—. Siempre, Ava, siempre.

Abro los ojos y sonrío un poco al recordar ese día en el que le dije que ella sería el amor de mi vida por siempre, y me doy cuenta que fue en lo único que no le mentí, pues a pesar de todo ella sigue siendo el amor de mi vida. Y definitivamente lo será siempre.

La familia que necesito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora