Capitulo 35

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Claramente, los tres estamos nerviosos, ese lugar no era muy agradable que se diga, pero bueno; ya llegamos hasta aquí, ¿Qué se le va a hacer? Luego de escabullirnos por la recepción, empezamos a subir por las escaleras; vaya, tal parece que Marco ya tiene todo bien planeado. Creo que esta por más agregar que, algunas personas nos veían raro; claro, han de decir, "¿Qué rallos hacen estudiantes de instituto en este lugar a estas horas de la mañana?" como sea.

¡Ya llegamos, al fin, creo que me salieron reumas! Bueno, al menos no estoy como Rajá, el cual está más muerto que vivo.

— Según lo que investigue... este es el lugar... — Marco se quedó mirando la puerta de madera, una puerta con pintura blanca bastante descuidada. Solo espero que ese hombre esté en casa.

— Bueno... entonces toca... vamos... solo toca... toca... ¿Por qué el no toca? — tal parece que Rajá no entiende que este tipo de cosas, se deben de tomar con calma.

— Dale tiempo... — el silencio nuevamente inundó el lugar. Marco se nota bastante nervioso, por lo que, para tratar de tranquilizarlo u poco, toque su hombro derecho; este, al sentir mi mano, volteo a verme, fue entonces que le regale una sonrisa — cuando estés listo.

Marco lo pensó barias veces según marca la expresión en su rostro, pero después de unos segundos, él, levanto la mirada, y se dispuso a tocar. Temeroso, el dio tres toques en la puerta, que a mi parecer, fueron muy imperceptibles, bueno, lo hecho, hecho está.

Ese momento, nos abrió una persona algo grande, y solo con una camiseta blanca, y unos pantalones cortos a rallas; un señor en toda la expresión de la palabra. Él, nos miró desconcertado, claro, ¿Qué clase de adolescentes cuerdos se escapan de la escuela para visitar a un adulto en un lugar muy descuidado?

— Disculpe la molestia... — Marco habló con algo de nerviosismo. — ¿Usted es Alexander Gutiérrez?

— Depende de quien lo busca... — el hombre contestó de mala manera, con una voz cansada y gruesa — ¿Qué quieren? ¿Quiénes son ustedes?

— Al fin... — en ese momento, Marco dio un suspiro de satisfacción — mi nombre es Marco Giménez Gutiérrez...

— ¡No puede ser! — poco después de que Marco dijera su nombre, Alexander se alteró de forma nada discreta — ¡Fuera de aquí... no recibo visitas!

— ¡No espere... debo hablar con usted...!

El señor, solamente nos serró la puerta en la cara, claramente tratamos de consolar a Marco, o algo así; pero él se mostró molesto ante la acción de ese hombre. La mano de Marco, se ilumino de rojo y naranja, provocando un fuego tenue, posteriormente, dio media vuelta hacia la puerta, y con mano envuelta en llamas, toco la perilla de la puerta, para después lanzar un fuego débil, que destruyo la perilla y abrió la puerta de golpe. El señor, que ya estaba sentado en su sala, se levantó de golpe, algo intrigado.

— Me vas a responder todas mis dudas ¿Entiendes? — Marco entró por la puerta bastante exaltado, mientras sacudía su mano para disipar las llamas.

— Vaya, así que si eres tu... — contestó aquel señor — hace tiempo no veía algo similar, creo que no tengo otra opción.

— ¿A qué te refieres con algo así? — Marco no es el único confundido, al parecer, a este hombre no le sorprende en nada lo que acaba de hacer Marco.

— Vaya no se sorprendió con lo que paso. — eso mismo dije Rajá.

— Bueno... ahora veo que lo inevitable ha pasado... sabía que tarde o temprano te dignarías a buscarnos. — Alexander parece resignado.

— Por favor... cuéntame todo... ¿Por qué me dejaron en el orfanato? — suplicó Marco.

— Lamento mi descortesía, siéntense, vamos... — Todos nos sentamos en los sillones descuidados del recibidor — veo que conservaste tu nombre original.

— Me gusta mi nombre... — contestó Marco con melancolía — me lo puso mi madre... aún recuerdo algunas cosas... escúcheme, no vengo a reclamarle, ni nada; solo, quiero saber el porqué, el porque me abandonaron.

— Tu madre murió hace tiempo... debido a un cáncer terminal... — El semblante de Marco se llenó de tristeza — tú, tenías siete años cuando decidimos hacerlo. A los tres años, desarrollaste tus extrañas habilidades, eso, provoco que la casa se quemara. Cuando tu madre y yo, planeábamos enviarte a algún lugar especial, un tal Kosuba nos visitó. — Kosuba, nos dijo que era completamente normal para ti, pero que eras muy peligroso, el nos dijo que te dejáramos en un orfanato, de esta manera, al no tener una figura familiar... desarrollarías tu habilidades menos rápido.

El comenzó a explicarle a Marco sus razones... Marco se mostraba confundido, y algo triste... al poco rato, las lágrimas brotaron de sus ojos, pero su rostro, permanecía sereno.

— Fue difícil hacerlo... pero fue lo mejor, sin una familia que te preocupara, partirías a confrontar el mal de una forma correcta.

En ese momento, el tosió violentamente, Marco fue a socorrerlo, y a ayudarlo. Pero, cuando al fin terminó de toser, en su pañuelo, se hacía denotar una mancha de sangre.

— Me da gusto que dios me haya permitido ver a mi hijo una ultima vez... creo... que estoy orgulloso de ver en lo que mi hijo se ha convertido.

Marco solo lo abrazo, mientras ambos derramaban lágrimas... sinceramente... Rajá y yo no sabíamos si irnos, o quedarnos ahí, era un momento muy emotivo, pero ambos, nos sentíamos de cierta manera incomodos. Al final, Marco y el hombre, se despidieron, pero acordó en venir a verlo en indefinidas ocasiones. Ya eran las doce del día, en todo el camino de regreso, nadie dijo ni una sola palabra.

Al llegar a la plaza central, mientras caminábamos, Marco, se detuvo, Rajá y yo nos detuvimos y volteamos a verlo.

— ¿Estás bien? — le pregunté.

— Gracias... gracias por acompañarme, no habría podido hacerlo sin ustedes... aunque no lo parezca... hicieron más de lo que piensan, gracias... — Marco, se acercó a nosotros y nos abrazó a los dos — ya pueden irse... muchas gracias.

Nos despedimos de él, y poco después, Marco, se dio la vuelta, y camino con las manos en las bolsas. Rajá y yo caminamos por la enorme plaza, la cual estaba rodeada por una gran carretea muy transitada.

— Vaya, creo que ahora está mejor. — decidí romper el hielo.

— Si... así es... a decir verdad, lo notaba algo obsesionado, me preocupaba mucho por él... — Rajá se llevó las manos a las bolsas del pantalón — y me da gusto que haya terminado, llevo acompañándolo desde que el comenzó.

— No creo que haya estado tan mal... — Rajá solo dio un par de risas incomodas.

— No has visto nada... con decirte que un día encontramos a una anciana fumadora ponchando con un adolescente... en ese momento se me secaron los ojos... y no dormí por varios días. — ¡¿Qué vieron qué?!

— ¡Qué asco... ya me lo imagine! — Rajá se soltó a reír a carcajadas.

— Y eso que no lo viste; como sea ya me asquee otra vez. Entonces, ¿Nos vamos?

Claramente acepte su ofrecimiento, creo que tiene razón, al menos Marco, ha logrado su objetivo, me siento feliz por él.

Claramente acepte su ofrecimiento, creo que tiene razón, al menos Marco, ha logrado su objetivo, me siento feliz por él

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