Famous – Lil Wayne ft. Reginae Carter
—No me mires así, volveré dentro de un rato.
Sus grandes ojos me miran con pena.
—Deja de poner esa cara —suspiro y me acerco a ella—. Pórtate bien.
Artie maúlla, sentada en el reposabrazos del sofá, mientras yo le acaricio la cabeza. Cuando empieza a ronronear y demandar más mimos, me abrocho la chaqueta vaquera sobre la sudadera, poniéndome la capucha de ésta, y me aseguro de que no se me vayan a caer los auriculares de las orejas.
Después de casi una semana sin salir a correr, ya es hora de retomar mi tabla de entrenamiento. He comprado el chocolate suficiente como para recrear la fábrica de chocolate de Willy Wonka, no tardaré en perder mi buena condición física si no compenso todos esos dulces con algo de ejercicio. Noto algo pesado en el bolsillo de mi chándal y lo tanteo antes de meter la mano. Saco una barra de Snickers y un bombón de chocolate y caramelo. Frunzo el ceño, mirándolo con tristeza, y me obligo a mí mismo a dejarlo sobre la mesa. ¿Por qué coño iría al pasillo de los dulces? Aunque, pensándolo bien, con Camille en la ciudad, el chocolate no me durará mucho tiempo.
Antes de cerrar la puerta, me aseguro de haber cogido las llaves. Bajo trotando las escaleras y abrocho mi chaqueta hasta el cuello, preparándome para el frío del exterior. Hoy no ha nevado, pero los parabrisas de los coches están cubiertos por una fina capa de escarcha. Algunas farolas están fundidas, dándole un toque de siniestralidad a la calle. Hay poca gente transitándola a estas horas, sin embargo, a unas cuantas calles se oye jaleo y llega un ligero aroma a comida, proveniente de los restaurantes de mala muerte que hay por la zona.
Establezco un buen ritmo, no demasiado rápido, pero avanzo deprisa. Intento esquivar todos los callejones oscuros que hay en el camino. Están repletos de vagabundos, borrachos y drogadictos que se refugian en el calor de una pequeña hoguera. Queman contenedores muy a menudo en invierno, aunque la policía suele ignorarlo. Si tuvieran que encargarse de todos estos casos, no habría personal suficiente para encargarse de los verdaderos problemas.
Al entrar en la zona más iluminada y transitada, ya a un par de manzanas de mi apartamento, me relajo un poco, sin temor a encontrarme con algún indeseable. A lo lejos, al final de la calle, un pequeño Fiat de color beige aparca y sus luces se apagan. La puerta del piloto deja al descubierto a una pequeña conductora con un orgullo mayor a su estatura. Ella bebe un Shake de Oreo y chocolate del Burger King. Cierra la puerta de un golpe de cadera y da media vuelta para dirigirse hacia el portal de su edificio.
Miro a mi alrededor y veo que la gente ha desaparecido, todos han buscado refugio en los bares, restaurantes y portales para resguardarse del frío. Mientras avanzo hacia ella, temo que llegue a verme, así que decido cruzar la carretera para cambiar de acera y evitar así que me vea. La alarma de un coche suena a unos metros de distancia de Fiona, donde la calle vuelve a sumirse en la total oscuridad. Un hombre alto camina rápidamente, alejándose del coche que, a pesar de sus incesantes pitidos, no ha llamado la atención de ella, quien está buscando algo en su bolso mientras bebe.
Paro en seco, un poco jadeante, y me escondo entre los coches, observando al hombre con detenimiento. Tiene la cara tapada con una bufanda negra y lleva un gorro azul marino. Camina ligeramente encorvado con las manos en los bolsillos de su chaqueta. Sus ojos están fijos en Fiona, quien sigue distraída y cada vez está más cerca de su objetivo. Cruzo la calle, agachado entre los coches, intentando camuflarme en la penumbra que no llega a ser iluminada por las farolas.
Los ojos del tipo se clavan en su bolso, que cada vez está más expuesto y abierto a merced de cualquier malnacido. Joder, si no me habla después de esto, vamos a tener serios problemas. Salgo súbitamente de entre los coches, sobresaltándola, y paso un brazo por sus hombros. Ella mira hacia arriba para hacer contacto visual, un poco nerviosa tras mi inesperada presencia.
ESTÁS LEYENDO
𝐅𝐢𝐨𝐧𝐚 © [F #1]
RomanceLa vida puede ser una jodida perra contigo desde tu miserable infancia y seguir machacándote durante tu adolescencia y tú no podrás hacer nada para evitarlo. Eso te convertirá en un gilipollas con razones, pero a la gente eso no le importa. A nadie...