Capítulo 11

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The Next Episode Dr. Dre ft. Snoop Dogg

Tal y como había previsto, la semana ha sido agotadora y eterna. Si pensaba que el miércoles había sido el peor día, estaba totalmente equivocado. Ayer fue un día estresante, lleno de clientes impacientes y estúpidos, que no sabían hacer otra cosa que no fuera quejarse por un pequeño retraso. Debido a unos problemas que tuvimos Tyler y yo las citas comenzaron con cierto retraso, nada del otro mundo. Aunque un imbécil que quería tatuarse un escorpión en la espalda hizo un drama por ello. Hoy se han desmayado dos clientes que querían hacerse un piercing; los típicos críos de quince años que creen que esto es coser y cantar. Tenemos que comprar más tinta y varios materiales, por no hablar de que uno de los dos ha perdido varias agujas que necesitábamos hoy y hemos tenido una gran discusión al no llegar a ningún acuerdo por descubrir quién había sido.

Un día de mierda más que añadir a mi mierda de vida. Ya estoy acostumbrado.

He decidido coger el autobús para ir hasta el Reed's. No pretendo beber, pero si el día decide torcerse sólo un poco más no podré contenerme. Necesitaré bastante alcohol para sobrellevar toda esta mierda y, en serio, soy capaz de sobrellevar mucha. El bus me deja a diez minutos del Reed's. La nieve está amontonada a un lado de la acera, dejando ver el suelo húmedo y resbaladizo. Camino con las manos metidas en los bolsillos, arrepintiéndome de no haber buscado unos jodidos guantes para evitar que se me caigan los dedos un día de estos.

El Reed's no está situado en un barrio muy decente, así que lo que me encuentro son calles solitarias y sigilosas. Hay muchos coches aparcados, cortando un poco la circulación por las estrechas calles. La mayoría son viejos y, al menos, carecen de tapacubos o parachoques. Por no hablar de que la mayoría tienen la matrícula colgando, a punto de caer. Los callejones son abundantes, a la par que escalofriantes, normalmente, los vagabundos encienden fogatas, a sabiendas de que la policía no le interesa lo más mínimo merodear por este barrio.

—¿Terrence Martin?

Me detengo frente a uno de los callejones y giro la cabeza lentamente. Un viejo, borracho, sucio y maloliente que sostiene una botella sin etiqueta en la mano me mira mientras se mantiene en pie a duras penas, tambaleándose ligeramente hacia los lados. Es evidente que es calvo, aunque lleva un gorro de lana mal puesto. Se cubre con un abrigo roto y anticuado y una manta roída.

—¿Y tú quién coño eres? —Farfullo; no necesito a ningún borracho molestándome a estas horas.

Joder. Me causa impotencia. Yo he pasado hable, frío, he sufrido carencias de necesidades básicas, pero me he negado a acabar en la calle. A ser un muerto de hambre más. Este tipo no me da lástima, me da asco, sobre todo, por su rostro extrañamente familiar.

—¡Santo cielo! ¡El pequeño Terry! —Exclama con alegría, alzando sus brazos y derramando un poco de todo el alcohol que debe haber en su botella—. ¿No me recuerdas? ¡Soy papá! Soy Rob, ¿qué tal está Debbie?

Este tipo no es mi padre, pero ahora sí que lo recuerdo. Se encargó de sacarle todo el dinero que pudo a mi madre durante largos años, haciendo el papel del padrastro fracasado e inútil al que yo no podía ni ver. Aunque, al parecer, siempre estuvo muy seguro de tener mi admiración, lo cual jamás entendí, porque me aseguré de dejarle bien claro lo que opinaba de él todos y cada uno de los días que se presentaba en mi casa.

—Lleva muerta cuatro años —digo con sangre fría, aunque mi cuerpo está a punto de salir ardiendo.

Su alegría momentánea desaparece y luce sorprendido, incluso a penado.

—Vaya... Lo siento mucho, Terry. Cosas que pasan. —Alza la botella hacia mí y le da un gran sorbo. Cuando termina de beber eructa, tambaleándose un poco más, y me sonríe—. Feliz Navidad.

𝐅𝐢𝐨𝐧𝐚 © [F #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora