Nice Guy - Eminem ft. Jessie Reyez
Mis manos viajan por todo el cuerpo de Candace mientras mi cabeza permanece hundida en el hueco de su cuello. Mis dientes atrapan su piel suavemente antes de aplicar una ligera presión, que le hace sisear. Succiono, hasta sacarle un gemido y asegurarme de que habrá una marca durante varios días en su cuello. Aunque sea la última vez que vaya a verla.
—Terrence —gime con voz ahogada, pero no levanto la cabeza—. Podemos... Podemos ir a mi casa.
Reparto besos por su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja, el cual agarro con los dientes para morder con suavidad. Ella se estremece entre mis brazos.
—¿Tienes coche? —Le pregunto al oído.
Candace asiente.
—La camarera tiene mi bolso —jadea.
Frunzo el ceño y me separo de ella, robándole un quejido. Abre los ojos, esos mares azules que brillan llenos de deseo y necesidad. Esos ojos que pienso haber que me miren con súplica, que me rogué follarla como nadie lo ha hecho.
—¿Joan? —Pregunto extrañado—. ¿La conoces?
Niega con la cabeza y traga saliva, como si tuviera la boca seca.
—Sólo me está haciendo un favor —me explica.
Le digo que la esperaré en la puerta y nuestros caminos se separan.
La calle está desierta a estar hora y me doy cuenta de que ya estamos en la madrugada del sábado. La nieve vuelve a cubrir toda la calzada y los coches que están aparcados. En la lejanía, se puede apreciar el sonido de las sirenas de un coche policial, algo muy habitual por esta zona.
Candace aparece por la puerta varios minutos después. Parece acalorada y me doy cuenta de que su maquillaje se ha corrido un poco. Caminamos rápidamente hacia su coche; un Mini Cooper de color crema, tan cursi como ella. Me dejo caer en el asiento y miro el techo del coche con desconfianza, temiendo golpearme con éste si me siento recto.
Me acomodo en el asiento del copiloto y Candace me sonríe antes de poner en marcha el coche. Su pintalabios se difuminado y ahora su boca está colorada e hinchada. Probablemente, la mía esté de la misma forma. La impaciencia me carcome durante el camino, ya que ella no quiere ir demasiado rápido tras haber bebido en un día de nieve. Mañana seré consciente de que hoy no debería de conducir ninguno de los dos, pero lo único en lo que puedo pensar en estos momentos es en colar la mano por debajo de su minifalda y apartar su ropa interior para llegar a su sexo.
Está nerviosa mientras conduce, tiene mil ojos puestos en la carretera y va un poco más lento de lo recomendado por las señales de tráfico. Esa es la única razón por la que aún no he metido mi mano entre sus muslos. La mira con impaciencia mientras conduce, mordiéndome el labio mientras acaricio su rodilla de vez en cuando. Ella se estremece bajo mi toque, pero no aparta la mirada de la carretera. Los efectos del alcohol ya son menos notables en su comportamiento, pues actúa con mayor lucidez. Aunque ninguno de los dos estamos en nuestros cinco sentidos.
Al llegar, aparca en el primer sitio que encuentra, a cinco minutos a pie de su edificio. Las calles están repletas de coche, que comenzarán a desaparecer en cuanto salga el sol, junto a los primeros trabajadores de la mañana. Candace entrelaza nuestros dedos y tira ligeramente de mí para guiarme. Miro sus pies y me pregunto si no le dolerán. Lleva uno de esos zapatos tan altos de tazón fino que parecen estar diseñados especialmente para machacar tobillos. Sin embargo, ella se mueve con una agilidad felina sobre ellos.
El interior del edificio es cálido y, una vez estamos dentro del ascensor, comenzamos a besarnos con un hambre voraz. Pego su espalda a la pared del ascensor, luchando por el control del beso, el cual no tardo demasiado en conseguir. Es sólo un cervatillo a merced del apetito de un lobo feroz. Quiero comprobar hasta donde llega su sumisión y subo una de mis manos hasta su cabeza. Entierro los dedos en las raíces de su pelo y me agarro a ellas con fuerza, inmovilizando su cabeza. No tiro, no me muevo, espero a que ella se tranquilice y cese sus movimientos. Me separo de sus labios y, al darse cuenta de que la tengo inmovilizada, abre sus ojos, mirándome con súplica. Ni siquiera lucha.
ESTÁS LEYENDO
𝐅𝐢𝐨𝐧𝐚 © [F #1]
RomanceLa vida puede ser una jodida perra contigo desde tu miserable infancia y seguir machacándote durante tu adolescencia y tú no podrás hacer nada para evitarlo. Eso te convertirá en un gilipollas con razones, pero a la gente eso no le importa. A nadie...