Capítulo 38

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Lucid Dreams Juice WLRD


El conserje del colegio abre las puertas un par de minutos antes de que suene la sirena que dan por finalizadas las clases. Los niños de primaria corren hacia sus padres con los brazos abiertos, ansiosos por salir. Otros caminan de la mano, bajando con cuidado los escalones que están en la entrada. Por otra puerta, una más alejada con una rampa poco empinada, salen los niños y niñas del jardín de infancia, seguidos de sus profesores.

Los de primaria no tardan en despejar la puerta, así que los más pequeños tienen la oportunidad de salir sin prisa alguna. Fiona lleva de la mano a una pequeña niña rubia de coletas y ojos azules. Su piel lechosa contrasta con la acaramelada de Fiona, quien ni siquiera tiene la necesidad de inclinarse para agarrar su pequeña mano. Dos mujeres se acercan a ella, una morena y otra rubia con las mismas facciones que las de la niña, y la pequeña las abraza con ganas. Fiona se abraza a sí misma, mirándola con ternura, y le dice algo a las que probablemente sean las madres.

Me ve desde la distancia, saludándome tímidamente con la mano, pero no se acerca a mí. Un montón de niños se despiden de ella agitando la mano con efusividad. Algunos se aferran a su pierna o le piden un abrazo antes de marcharse con sus padres.

Viste más formal que de costumbre. Lleva una blusa recatada y un collar bastante largo que marca un poco el puente de sus pechos, una chaqueta negra, vaqueros y unas botas de tacón bajo del mismo color que la chaqueta. Se ha ondulado el pelo y en él se forman algunos tirabuzones. Sus ojos verdes se cruzan con los míos de vez en cuando mientras sus labios se encargan de reprimir una sonrisa. Sus mejillas se encienden y su mirada se aparta cuando notamos que la atención de la gente está sobre mí.

Muchas madres me miran por el rabillo del ojo y también algunos padres. Siguen el camino de mi mirada, llegando hasta Fiona, y se ponen a cuchichear mientras se alejan con los niños. Afligido, me subo la capucha de la sudadera e intento esconder mis manos en los bolsillos de mis pantalones. No quiero que mi imagen le cause problemas en el trabajo, pues no podría perdonármelo. Aunque las miradas no eran despectivas, como las que suelen echarme las mujeres mayores en el supermercado, no sé muy bien cómo debería interpretarlas.

Mi cuerpo se tensa, a la par que aparto la mirada con rapidez, cuando una mujer rubia con una niña pequeña en brazos me guiña el ojo al pasar por mi lado. Ni siquiera me molesto en girarme. Vaya, las madres solteras son muy directas...

La entrada a la escuela se va despejando poco a poco y Fiona se queda hablando con uno de los padres, echándome de vez en cuando una mirada de disculpa por tardar en saludarme. Hago un gesto con la cabeza para quitarle importancia y dejarla tranquila; después de todo, mi visita ha sido totalmente inesperada para ella. Quería sorprenderla y espero haberlo conseguido. Cuando, al fin, se va ese insistente padre de gafas de culo de botella, pantalones extremadamente subidos y la camiseta por dentro de estos, un chico que aparenta tener la edad de Fiona sale por la puerta, despidiéndose de ella con la mano, una sonrisa y un guiño de ojo que me da qué pensar. No soy celoso, hace mucho que abandoné esas tonterías. Terminé asumiendo que si una chica se interesaba en mí de verdad, no me sería infiel bajo ningún concepto. Sin segundas oportunidades, ni preocupaciones. Tan sencillo como dejarla ir si yo no era suficiente para ella.

Miro a mi alrededor para comprobar que no queda nadie y camino hacia ella. Me mira intentando reprimir una sonrisa con las mejillas algo encendidas.

—Hola —saluda tímidamente—. ¿Qué haces aquí?

—Venía a invitarte a una cita sencilla —contesto, intentando no sonreír como un gilipollas—. He preparado algo de comer y me preguntaba si... Ya sabes... —dejo la frase en el aire con las manos metidas todavía en los bolsillos mientras me balanceo suavemente.

𝐅𝐢𝐨𝐧𝐚 © [F #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora