Capítulo treinta

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- ¡Encamamiento!

El grito ebrio fue como eco en el cielo estrellado. 

Su cuerpo se comenzó a sacudir en pánico mientras caminaba nerviosa hacia su hermano. 

- ¡Rhaegar, no quiero hacer esto! - Dijo en voz alta.

- ¡Es una tradición! - Respondió Rhaegar en el mismo tono - ¿Como podría tenerlos si están tan ebrios? Nunca me escucharán

Frunció el ceño y de inmediato su vista bailó hasta los ojos grises de su esposo, quien hablaba entre susurros con su padre adoptivo al otro lado de la pista de baile. 

El rey había decidido que ya era suficiente tiempo fuera de su lecho, así que decidió irse antes del encamamiento. 

Sin embargo, aerys targaryen no se había quedado en el trono por tantos años a menos de que fuera un hombre inteligente y sagas. 

Una guerra como la que habían tenido su hija y su nieto nunca podría superarse de forma tan sencilla. Él sabía muy bien de sus cualidades, y aquellas le habían motivado mucho más a unir a su única hija con él. 

Más ahora las veía como obstáculo para sus futuros planes. 

- ¿Los niños? - preguntó el rey - ¿Aún pelean como perros y gatos? 

Lord Varys asintió. 

- Se ignoran - Dijo el eunuco - El príncipe Aegon no duerme en sus aposentos para evitar verla. Y la princesa no sale al patio de armas, el comedor o los jardines reales. Si me permite, Majestad. Creo que con la actual situación de su relación seria imposible para ellos asegurar un heredero a la corona

Aerys frunció el ceño.

- El principe Aegon es un gran guerrero, pero no es un hombre muy duro de carácter como para obligarla si ella se negara. 

- Él nunca la va a tocar - Aseguró el rey - No a menos de que lo obligue.

Decidido se fue hasta su nieto, arrastrando sus viejos pies cansados, pero con la decisión de un primerizo joven soldado.

  

- Consumarás tu matrimonio con Daenerys esta misma noche. 

Jon trató de habla con el ceño fruncido, pero el rey lo interrumpió grotescamente.

- Enviaré mañana a una Septa a revisarle entre las piernas si eso es necesario. Se un hombre y evita esa humillación a tu esposa. 

 Las facciones del príncipe se tensaron como la cuerda de un arco, y sus ojos de acero Valyrio se pusieron sobre su esposa tan rápido como una flecha. 

No respondió nada, simplemente fue en su búsqueda con pasos largos y rápidos.

La algarabía aumento con esa simple acción, a tal punto que los invitados  comenzaron a empujarlos poco a poco al interior de la fortaleza roja. 

-¡Encamamiento! 

-¡Encamamiento!

-¡Encamamiento! 

Valar MorghulisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora