Una quincena pasó desde el sepulcro del rey Aerys y la gran batalla de King's Landing.
Poco a poco y paso a paso la ciudad se fue recuperando de sus días de tortura. Los comerciantes volvieron a los mercados, los herreros abrieron nuevamente sus puertas y los prostíbulos redujeron sus ganancias a diferencia de otros negocios
La guerra era inminente.
Las casas Lannister y Baratheon contra la Casa Targaryen.
El consejo se había mantenido en largas reuniones que duraban hasta que el sol dejaba de brillar en el cielo. Se hablaba de una movilización masiva de las tropas de Targaryen directo hacia el oeste ademas de la comida y acero que debian comprar para forjar nuevas armas de mejor calidad
Esa era la magia de Rhaegar con los números. Él nuevo rey Targaryen parecía estar bendecido por los dioses, conforme invertía los fondos de la corona, estos se multiplicaba en un corto plazo de tiempo en cantidad exorbitantes.
Él dragón de Oro.
Lady Margaery y Lady Olenna estaban ilesas, lo que alivió enormemente a Lord Tyrell, quien ofreció dos mil soldados más para la guerra por venir.
Jon lo sabía de todas formas. Jaime no buscaba dañar al Reach, si no directamente a la corona.
«Él quería dañarme»
Someter a las Tyrell a los maltratos que había pasado Daenerys no era su mejor jugada, así que las confinó a sus aposentos durante todo el tiempo que el castillo estuvo bajo su poder.
Ahora más que nunca, el matrimonio entre Viserys y Margaery debía llevarse acabo para conseguir la alianza segura con las casas del Reach.
Ser Jaime había sido encerrado en una de las celdas negras.
«Un león vivo vale más que uno muerto»
Eso había dicho Varys y Rhaegar estuvo completamente de acuerdo.
La celda estaba vigilada durante toda el día y la noche, con guardias que rodeaban el pasillo, las escaleras y cualquier puerta que tuviera la posibilidad de conectar con los calabozos de la gran fortaleza.
Rhaegar no se preocupaba porque Jaime escapara. Sin embargo, los guardias estaban alli para cuidar al matarreyes pues al menos siete veces durante una quincena, el principe Aegon se había escabullido para asesinarlo.
Al menos veinte hombres cuidaban las entradas.
Rhaegar suplicó que fuera sufiente, pues cuando le ordenó a Jon que se detuviera, este respondió diciendo que solo se detendría cuando tuviera su cabeza en una lanza.
«Nada lo detendrá»
Ademas de sus intentos casi exitosos por asesinar al prisionero, Jon había asistido a estas reuniones del consejo, fingiendo prestar atención mientras su mente vagaba con nuevas ideas que protaban como margaritas una tras otra.
Daenerys no había despertado aún a pesar de que ya había recuperado un poco la calidez en el cuerpo.
Durante estos días, tuvo fiebres y nuevos sangrados que parecían incontrolables, incluso, una noche llegó a pesar que la había perdido para siempre cuando la fiebre no quería dejar su cuerpo.
Él había gritado a los maestres incapaces que habian traído desde la Citadel. Luego la había tomado entre sus brazos y se sumergió con ella en su tina baño durante horas, acariciando su cuerpo, lavando su cabello y contándole historias sobre su niñez en Winterfell hasta que la fiebre la abandonó cuando despuntó el alba.