Capítulo treinta y cuatro

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Los últimos destellos del sol caían sobre King's Landing dando paso a la oscuridad de la noche. 

La brisa comenzaba a aumentar y con ella traía el viendo frío del Norte que golpeaba sus mejillas. 

Podría decirse que disfrutaba de la vista del otro lado de la ciudad en un pequeño claro en el bosque a las orillas de BlackWater. 

Sus pensamientos recaían severamente sobre la vida que llevaba. 

La vida de un príncipe. 

Todas sus órdenes, caprichos estúpidos y deseos eran cumplidos. Pero no había sido hasta esa tarde, en el momento en que vio el sufrimiento vivo en los ojos de los aldeanos.

 Tan sólo había pasado un año y ya había olvidado el frío, el hambre o lo difícil que era conseguir dinero por tus propias manos, por tu trabajo y no por un título. 

El gran maestre le había enseñado acerca de los impuestos, de cuanto pedir al pueblo, cuanto pedir a los grandes señores.  

Pero nunca le enseñó cuanto debía dar. 

Ghost se echó a su lado con el hocico llenó de un poco sangre, lo que el supuso era de su presa  más reciente. 

Desde donde estaba, pudo ver como cada antorcha era encendida en la ciudad, y iluminaban la noche hasta  las torres  más altas de la gran fortaleza roja. 

Disfrutó este momento. Sabía que su mente no sería libre de nuevo para juguetear entre el patético e infantil inconsciente de sus fantasías, sus deseos y sueños profundos. 

¿Que era lo que realmente Jon Snow esperaba de su vida? 

Miradas de vergüenza, desprecio por su madrastra y depender de la caridad que no merecía del padre que por gracia de los dioses le había engendrado. 

Ciertamente no era opción. 

Jon Snow esperaba hacer algo grande de su vida. Sirviendo en la guardia nocturna donde no sería considerado menos por su apellido. Dónde los títulos no hablan si no tus acciones y valentía. 

Patético. 

Él ya no era Jon Snow. 

¿Qué era lo que Aegon Targaryen esperaba de su vida?

¿Acaso realmente le importó hasta hoy?

 Nunca había visto el dolor en realidad. La impotencia, la necesidad en carne propia y la desesperanza por la mierda que gobernaba el mundo. 

Podría estar exagerando pero... 

¿Qué sentiría si alguien irrumpiera en su vida y destrozara todo lo importante para el?  

Aún así, jamás se había echo esa pregunta. 

Al menos entonces. 

¿Que era lo que realmente Aegon Targaryen, el heredero al Trono de Hierro esperaba de su vida? 

Dar, salvar vidas, hacer el bien, proteger a su reino y a su gente. Ser el rey que marque la diferencia entre la mierda que estuvo durante años y años rondando en el mundo. 

Valar MorghulisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora