Era como si aún fuera capaz de sentir la presión cortante en su pecho mientras corrían en la oscuridad. No pudo recordar cuando fue la última vez que se sintió tan asustado. No por el mismo, sino por sus dos hijas quienes sostuvieron su mano firmemente todo el trayecto a los muelles.Habían tomado el barco más rápido que pudieron conseguir en horas hasta puerto blanco y luego fueron escoltados por hombres Manderly hasta Winterfell.
Incluso en el medio del océano no se había sentido completamente seguro. No hasta que sus pies tocaron tierras norteñas.
Llegaron a casa en unas cuantas semanas. Sin embargo, la acusación de traición llegó una semana antes que él.
Pero ¿A quien había traicionado? No había un rey, ni un consejo privado o un regente. El solo había actuado a su instinto y fue volver a casa con sus hijas a salvó.
Aquella mañana se habían reunido en el comedor a tomar el desayuno, tratando de actuar naturalmente como lo habían hecho desde su regreso del sur.
La silla de Jon aún seguía allí. Incluso desde que se fue King's Landing, los niños habían insistido en que la silla debía quedarse en su lugar. Para ellos el siempre sería un Stark.
Sin embargo, el gesto hacia su hermano se había convertido en un cruel recordatorio de la realidad.
Jon no está siendo un príncipe en el sur.
Él está muerto.
Robb no había podido sacar aquello de su mente desde que la mañana en que el cuerpo de Jon llegó al norte.
Ese es el peor día que pudo recordar.
Había pasado ya una semana desde que de conoció la noticia de la rebelión y la muerte de cada miembro de la familia Targaryen.
El norte estaba consternado, a pesar de que Jon era hijo de Rhaegar Targaryen también era un Stark de Winterfell, y sería el primer norteño en sentarse en el trono de hierro.
Los gritos de venganza se escuchaban hasta la muralla pero Robb no podía hacer nada. Había sido imposible comunicarse con el sur.
Pero algo en él tenía la certeza de que su padre había hecho algo para salvar a su hermano. Él nunca lo dejaría morir. Daría su vida por protegerlo. Jon solo podría estar muerto si su padre lo estuviera. Y su padre estaba con vida.
«Espero que ese día no sea demasiado tarde...»
Las palabras de su padre le carcomían el pecho. Si bien el había estado muy enamorado de Daenerys al final terminó aceptando su derrota y renunció a su amor.
Pero algo en él no podía perdonar a su hermano. Él solo no podía dejarlo ir.
Había pasado todo el día entrenando en el patio, golpeaba su espada contra los muñecos de entrenamiento hasta que sus manos ardían de sostener el arma pero aún así no se detenía, quería matar algo o se volvería loco.
Estaba atormentado.
Una carreta entró manejada por un hombre de aspecto humilde y cansado, cubriendo la mitad de su rostro por el notable olor fétido que desprendía de la parte de atrás de la carreta.
- ¿Quien es? - Preguntó Ser Rodrick
- Vengo de King's Landing. Lord Stark me envió, Mi Lord.