Capítulo cuarenta y tres

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Manchada. 

sucia. 

deshonrada. 

Esas eran las palabras que atravesaban la mente de Daenerys en este momento.

Ella ya no era más que la sombra de lo que algún día fue. Sus cabellos plateados le habían sido cortados disparejos hasta la altura de sus hombros, sus ropas le habían sido rotas y su dignidad arrancada como si fuera una esclava.

Levantó su rostro curtido, y su mirada acuosa viajó hasta la pequeña ventanilla por la que se filtraban la luz, dejando a su piel absorve un poco de brisa, memorizando como en tan sólo unas horas pasó de ser la mujer más poderosa de los siete reinos, a una prisionera. 

Daenerys había visto a su hermano partir hace más de una semana, y a su esposo hace tan cinco días.

 Ella había vuelto a ocupar sus antiguos aposentos, encerrandose a sí misma voluntariamente.

Nya dejaba sus alimentos y luego se retiraba sin decir una palabra. 

La princesa no quería hablar con nadie, comía poco, se arreglaba como para un baile para no hacer más que sentarse en el lecho a leer. 

Lord Varys le había visitado, y le informó que su esposo se encontraba en Winterfell y que estaba seguro. 

Una parte de ella se sintió más tranquila, pero aún no lo suficiente como para dejar su rabia y dolor. 

Se encontraba en soledad absoluta, aislada voluntariamente, sin conciliar el sueño por sus pensamientos tormentosos del porvenir incierto. 

Era una pesadilla. 

No sé había dado cuenta de su posible realidad hasta que él se había marchado, y con cada día sus sospechas estaban siendo confirmadas. 

No quiso hablar entonces, no quería que el maestre la revisara, no quería que nadie supiera sus, pero ahora más que nunca ella estaba segura.

Ella tenía un hijo en su vientre.

El hijo de Jon. 

Su hijo.

Los mareos habían sido su compañía además de las nauseas. Al principio, asoció sus síntomas al envenenamiento, pero luego de que Nya había dejado los paños para su periodo, esa noche se dió cuenta. 

 «No he sangrado» 

El pensamiento le regaló un escalofrío que recorrió su espalda. 

Ella no había sangrado desde su matrimonio con Jon hace casi tres lunas. 

Sin duda ese hijo les había sido enviado en su peor momento. No pretendía ocultarlo por mucho, era imposible después de todo. 

Sin embargo, las cosas habían cambiado Jon se había ido, la había traicionado. Se preguntó de que tamaño era su odio por ella ahora, si antes sólo estuvo jugando su pequeño juego de seducción y falacias.

Valar MorghulisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora