Capítulo cuarenta y cinco

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La encontró en la más fría, más oscura  y mugrienta de las celdas negras entre las penumbras y la humedad maloliente, abrazándose a sí misma mientras sollozaba en susurros ahogados.

- Dany... 

El pareció derrumbarse por un segundo con sus ojos sobre la oscuridad que la rodeaba en el suelo como una manta mojada y mohosa

- Dany...

La celda se iluminó gracias a los soldados que llegaron a liberar al resto  de los cortezanos y consejeros de la corte con antorchas en sus manos. 

Ella estaba recostada en el suelo, a su alrededor había mechones de su cabello plateado y sangre que cubría su camisón arapiento. 

Había tanta sangre que era imposible que estuviera viva. 

La atrajo hasta su cuerpo con la mayor delicadeza que sus manos temblorosas y lastimadas le permitían mientras las lágrimas de dolor, odio y rabia amenazaban con inundar sus mejillas. 

- Dany... 

Él no podía decir nada más que eso, nada más que el dolor de verla en aquel estado tan deplorable.  

- Traté del salvarlo... 

Su voz fue casi como un hilo inaudible y quebrado que él a penas alcanzo a escuchar como un murmullo. 

Ella estaba viva. 

Él la abrazó más hacía su cuerpo, llorando de dolor contra su cabello sucio mientras la sujetaba con fuerza como si ella pudiera escapar de sus manos en cualquier momento. 

- Estoy aquí - Susurró.

Ella no respondió más que dejando caer su cabeza sobre su hombro. 

- ¡Busques a un maestre! - Gritó Jon - ¡Ahora! 

Se limpió las lágrimas de las mejillas antes de llevarla a una recámara lo suficientemente decente ya que todo el Red Keep había sido saqueado. 

La princesa había sumergido en la inconsciencia a pesar de que no tardó mucho tiempo en ser revisada por un maestre de servicio en King's Landing. 

Ya era de madrugada. 

Los cadáveres estaban siendo retirados de la ciudad  mientras sus habitantes estaban en la euforia de la celebración del triunfo de su nuevo rey.  

 "Larga Vida al dragón de Oro" 

Se escuchaban gritar a las afueras de las murallas hasta que el suelo temblaba en su aclamo. 

Sin embargo, no había alegría en el interior de esos muros. 

Los Lores y Ladies de la corte habían sido encerrados en los calabozos y no habían sido alimentados más que un agua sucia imposible de beber. 

Los sirvientes habían sido tratados como esclavos, muchas sirvientas habían sido violadas y todo aquello que tuviera valor había sido removido. 

Jon tenía mucho que resolver ahora. 

«Principe de heredero de los siete reinos»

Valar MorghulisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora