La noche seguía pintando el cielo y la brisa estaba quieta, con una marea casi muerta y barcos que parecían estar pegados a la tierra.
Era como si los dioses ordenarán permanecer tranquilos, quedarse quietos, quedarse en casa.
Sin embargo, no habrían barcos está vez. Solo un ejército enorme, fuerte y numeroso a caballo que acampaba fuera de los muros de la imponente capital de los siete reinos con banderas del dragón tricefalo ondeando con orgullo y valor.
Las velas ya se habían consumido para esa hora de la madrugada, y sólo el escaso brillo que generaban los restos de madera en la chimenea que alumbraba y calentaba la recámara.
Hacia mas de una hora que se había levantando, bañado y vestido listo para salir, impecable con su traje de batalla color negro con detalles que daban la ilusión de escamas de dragón brillando en cuero.
Su último detalle fue un prendedor de dragón tricefalo que debía usar como el comandante del gran ejército. Se había tardado demasiado luchando con el broche, lo que al final le resultó gracioso ya que Daenerys siempre solía hacer esto por él. Incluso cuando estaba enojada no lo dejaría abandonar la habitación hasta estar perfectamente vestido y con la carona firme sobre su cabeza.
Siempre había amado verla hacer esos pequeños detalles, la forma en la que su frente se arrugaba y mordía su labio inferior para concentrarse.
Había pasado toda la noche contemplándola, besando sus manos y acariciando su cabello mientras ella dormía profundamente sobre su pecho.
Él la había contemplado como su único tesoro, como si fuera la última vez que vería a su única posesión.
Salió al balcón, sientiendo la brisa bailar en sus rizos sueltos y contra sus mejillas humedas por las lágrimas.
Él no quería irse.
No ahora que por fin la tenía de devuelta en sus brazos.
Si voy a morir mañana...
Suspiró y desvío la mirada hacia el interior de su habitación donde su esposa yacía entre las sábanas blancas, desnuda como el día en que vino al mundo.
«Ella es hermosa»
Se acercó a su lecho y terminó sentado a su lado, admirando la paz que emanaba de su cuerpo y la tranquilidad que estaría entre sus anhelos a partir de ahora.
Tomó su mano y la acercó a sus labios, dejando besos cortos por toda su piel y llorando en silencio, aspirando su dulce aroma y la suavidad de su piel tibia.
- Te prometo que vengaré a nuestro hijo - Susurró Jon - Pagaran por todo lo que te hicieron.
Beso su frente sellando así una promesa de sangre que haría cualquier cosa por cumplir, pues él podía hacer el mundo arder por ella.
Se levantó de la cama cuando la hora de irse llegó.
Y con un ultimo beso en sus labios y una última mirada desapareció a través de las puertas.
«Te amo, Dany»
Los pasos fuera de la puerta la despertaron más que los alaridos que se escuchaban a través de las ventanas y que nisiquiera los altos muros de piedra podían aislar.
Habían voces en los pasillos de la fortaleza, y un movimiento antinatural para cualquier día normal, pues esto solo pasó el día de una fiesta, boda o festival importante.
Lo primero que notó fue su cama vacía, y resopló con cansancio al ver el cielo pintado de naranja y azul oscuro.
Se levantó torpemente, cubriendo su desnudes con las sabanas y una sonrisa de satisfacción en sus labios al recordar los hechos de la noche anterior.