Secuestrada para ser mamá (Finalizada)

50: Ya estoy aquí

DELIA
El viaje se me hizo eterno, cada segundo me parecía una eternidad, cada momento que pasaba era como una larga hora, aunque intente dormir un poco y comer algo la verdad es que no pude, solo pude comer muy poco de una especie de postre de crema y chocolate, pero nada más me entraba, me sentía demasiado intranquila como para dormir. Los niños intentaron mantenerme ocupada o distraída, cosa que lograron un poco, jugué mucho con ellos, hasta me dio un horrible dolor en la parte baja de la espalda, y me tuve que recostar un rato, ese dolor me dio mucho miedo porque lo que falta es que me tengan que llevar a un hospital, sin poder ver a Sebastián, pero por fortuna todo pasó y no fue nada.

Sobre todo después de la llamada que recibió Rodrigo estando en el avión, era la señora Beti que llamaba para saber si lograron traerme, porque Sebastián cada vez les preocupaba más pues llegó el momento en que ya no lo veían, y no respondía cuando le hablaban, que todos están muy asustando y preocupados por él. Esa llamada me dejó muy angustiada, realmente espere que llegáramos a tiempo.

Al aterrizar, sentí que me costaba respirar por el miedo de cómo lo encontraría, me asustaba la imagen que podría encontrar al verlo frente a frente. Mi miedo y los latidos de mi corazón aumentaron más ahora que estoy aquí en la casa viendo cómo esta la situación.

Señora Beti: Delia que bueno que ya estás aquí, no sabes lo mucho que desee que estuvieras aquí, Sebastián te necesita mucho, no te imaginas cuanto te extraña, por favor dime que aún lo amas, por qué tu amor es lo único que lo puede salvar de dónde.
Yo: Por eso de que si lo amo aún no se preocupe porque si lo amo y mucho, lo que más quiero es devolverlo a la vida así tenga que hacer lo que tenga que hacer. Para eso estoy aquí.
Señora Beti: Hija me preocupa mucho que Sebastián ya no pueda más, la depresión también puede matar y no quiero que eso le pase a Sebastián que lo quiero como si fuera mi hijo.
Yo: La comprendo muy bien, porque yo también quiero a los niños como si fueran mis hijos, le prometo que vamos a sacarlo del abismo en dónde.
Rodrigo: Señora creo que es momento de que valla con el señor.
Yo: Si tienen razón, yo también creo lo mismo, vamos.
Señora Beti: Te deseo mucha suerte hija, ve que los niños estarán bien aquí.
Yo: Muchas gracias. Voy.

Pasó a paso me sentía que iba a llega a encontrar algo que no quería ver, pero si eso es lo que tengo que hacer para salvar al hombre que amo y que es el padre de mi hija, pues lo voy a hacer. Rodrigo se detiene antes de llegar a la puerta que da a donde está Sebastián que es la azotea.

Rodrigo: Señora le deseo suerte, ya no puedo ir más allá pero estaré aquí si llega a necesitar algo.
Yo: Gracias pero en verdad espero no necesitar nada.

Las manos me tiemblan cuando estoy por abrir la puerta, por qué no se escucha nada, cuando entro o más bien cuando salgo por qué estamos en la azotea de la casa, cierro la puerta atrás de mí y busco en la mirada a Sebastián pero no lo veo por ningún lado, hasta que veo un cuerpo acotado sobre lo que es el techo de la casa, pero no se mueve, asustada intento correr hacia dónde está pero entonces una voz me detiene.

Sebastián: Dije que no quiero ver a nadie, quiero me dejen solo para morirme aquí, y todavía no me muero por lo tanto no pueden llevarse mi cuerpo aún.

Esa voz me alegré más de lo que cualquiera pudiera imaginar, pues dice que está vivo y que llegue a tiempo, que aún puedo salvarlo.

Yo: No me quieres ver ni a mí.
Sebastián: Delia.

Rápidamente él reacciona a lo que dije y se intenta levantar, pero al apoyarse en una de sus rodillas para levantarse él cae, quizá por lo débil que debe de estar después de tanto tiempo sin comida. Yo corro hacia él para ayudarlo a levantarse, al llegar a su lado yo lo abrazo fuertemente y él hace lo mismo.