35. Quiero Que Confíes Siempre En Mí

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Fuimos al cuarto de juegos pero hacía tanto que no andaba por la casa desnudo que me sentí realmente avergonzado, sobretodo porque los sirvientes estaban limpiando y no fue agradable que me vieran así.

Entiendo que Aras esté enojado pero es que en serio lo olvidé, siempre olvido las fechas importantes, aunque no lo quiera admitir una parte de esos olvidos son porque ese día tuve dos eventos en mi vida y uno de ellos no fue nada agradable.

Al entrar al cuarto de juegos Aras me llevó frente a las vitrinas donde estaban las paletas y los látigos.

— No te muevas.— dijo antes de alejarse y buscar algo, cuando regresó se puso frente a mí con los brazos cruzados.—Marcos, esto no será un juego en lo más mínimo, estoy enojado y por eso no habrá placer en esto.—su mirada era tan fría que recordé aquella vez que nos conocimos.— Y por eso, no me importará las veces que me ruegues o llores, no pararé hasta que sienta que has aprendido la lección ¿Me expliqué bien?

—Si Amo.—estaba temblando de miedo, cuando Aras realmente se enfadaba podía ser realmente peligroso.

Se acercó a mi y pensé que iba a abofetearme, pero entonces tomó mi flácido pene y le puso un anillo de esos que evitan que uno se corra.

—Ahora esclavo, serán 15 azotes.— dijo colocándose en medio de las vitrinas.— Escoge tres de estos, serán cinco azotes con cada uno.

Me sentí muy nervioso por sus palabras, si elegía uno pequeño seguramente usaría toda su fuerza pero apenas hace poco habíamos pasado a los látigos y como dijo antes no iba a ser un juego.

Miré las paletas y señalé una negra lisa, Aras la tomó y la dejó sobre una mesa para luego acercarse una vez más a la vitrina, después miré las fustas pero no creo que me deje elegirlas, así que elegí un látigo pequeño que usamos la vez anterior, Aras lo tomó y repitió el mismo proceso, pero cuando se puso en medio de las vitrinas no lo pensé dos veces y lo señalé.

—¿...Sabes que estas eligiendo lo más peligroso?—me preguntó indiferente.

—Quiero que entiendas que no lo hice con mala intención.— respondí incómodo.—Ese día, pasaron muchas cosas que hacen que quiera olvidar.

—Pero tu hija no tiene la culpa de la muerte de su madre.

—¡Eso lo sé!— exclamé.—Pero no quita el hecho de que ese mismo día Sophie murió y no pude hacer nada para ayudarla ¿Crees que es tan fácil pensar que el mismo día que nació Anelis también fue el mismo que murió la mujer que amaba? Hoy lo recordé por pura casualidad y entiendo que estés molesto porque no te lo dije antes, pero no te estoy mintiendo o te menosprecié.

Aras no dijo nada, sólo caminó hacia mí y tomó la cadena para llevarme a la pared y dejarme frente a ella.

—Separa las piernas y coloca tus manos detrás de la cabeza.—ordenó y yo obedecí.—Contarás las primeras cinco y cuando tome la segunda repetirás "lo siento Amo" por cada azote, el tercero lo diré después ¿Entendido?

—Si Amo.

Se alejó de mi y tomó la paleta, cuando sentí el primer azote comencé a contar.

—Uno.—Un escalofrío comenzó a invadir mi cuerpo mientras llegaba el segundo azote, pero no era algo que me diera miedo, cuando conté el tercero tuve que morderme la lengua para no lanzar un gemido ¡Maldita sea! ¡Se supone que esto es un castigo! Pero ya con el último azote estoy sintiendo como mi pene comienza a despertar.—¡Cinco!

No quiero que se de cuenta, sería muy vergonzoso que sepa que estoy disfrutando el castigo....no puedo creerlo...me convertí en un maldito masoquista.

El Príncipe y el EsclavoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora