23. El Día Después

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Desperté al sentir un fuerte golpe en el estómago, cuando reaccione vi que estaba en el cuarto con Anelis encima de mi para llegar hasta Aras quien se había despertado por el ruido.

—¡Anelis!—grité antes de darme cuenta que me ardía la garganta.

—¡Feliz cumpleaños Papi Aras!—gritó ella ignorando mis gritos.

—Jaja pero mi cumpleaños fue ayer.— se burló mientras la cargaba.— Y ayer tuve muy buenos tratos gracias al amuleto, cariño.

—¡Lo sabía!—dijo feliz.—Pero hoy es tu ota fiesta papi Aras ¡Tu fiesta de Después!

¡Mierda! Olvidé por completo lo de la fiesta

—¡Ohh! Así que tengo dos fiestas seguidas.—dijo divertido.—¿Entonces tengo dos regalos?

—¡Papi no hay que ser abicioso!—le regañó.—Esta fiesta es para que estemos en familia, habrá pastel y helado y pelis y...—contaba con los dedos para recordar lo que tenía planeado.—También hay juegos y.... Bueno otro regalo.

Sacó otro dibujo de su bolsillo y lo desdobló con mucho cuidado antes de dárselo, me acerqué curioso para ver qué era y me sorprendí mucho al verlo. Parecía el dibujo de una mujer pero al verlo me di cuenta que era de la madre de Aras. El hombre estaba sorprendido al ver lo mucho que se había esforzado ante los trazos y colores, lo que hizo que sonriera antes de darle un beso en la mejilla a Anelis.

 —Gracias mi angelito.—le agradeció.— Creo que voy a enmarcar esta obra y la pondré en mi oficina junto a tu amuleto para los negocios ¿Qué te parece Marcos?

—Me parece una buena idea.— asentí divertido.— Ahora vamos a bañarnos para comenzar el día con energía.

Fuimos a darnos un baño mientras Anelis volvía a su cuarto a arreglarse, al parecer estaba agarrando las costumbres de Aras de bañarse y lavarse las manos para casi todo. Cuando fuimos a buscarla trataba de ponerse un vestidito que reconocí como el que Aras le compró el primer día que llegó a la mansión, la ayudé a vestirse mientras pensaba en que tampoco tenía un buen regalo de Después para Aras.

Bueno compré unos cuantos jabones aromatizantes edición especial y crema de manos de buena calidad, siendo un hombre que hasta se cuidaba del sucio de las uñas me pareció lo más correcto pero ¿Qué más podría darle?

—Marcos, vamos al cuarto de pintura.

—¿Pintura?— pregunté extrañado.— No sabía que teníamos eso aquí.

—¿Quién crees que pintó el cuadro de mi madre?—preguntó arrogantemente.— Quiero que Anelis lo conozca para que pueda seguir dibujando todo lo que quiera sin preocuparse por marchar las cosas.

Tomé a Anelis de la mano y seguimos a Aras mientras pensaba en lo que dijo; ¿El cuadro de su madre...lo pintó él? no podía creerlo pero al mismo tiempo tenía sentido, se notaba que fue hecho con mucho amor y la imagen mostraba un gran respeto hacia esa mujer. Ojalá yo pudiera dibujar así, sería lindo tener un cuadro de Sophie en casa, aunque ya había podido acceder a mi galería de fotos desde el Face, faltaban algunas que no subí porque eran muy especiales como para compartirlas, nuestra primera cita, algunas fotos de la boda, ella embarazada y....la última foto que le saqué antes de entrara en periodo parto y tomara sus últimas fuerzas para dar a luz a nuestra pequeña. 

No había un día en donde pensaba que le había hecho mal a Sophie, tal vez si hubiera esperado un poco más no habría tenido un embarazo de alto riesgo, si la hubiera cuidado un poco mejor....

—¿Papi? ¿Te duele algo?

 Anelis me miraba confundida, siempre estaba preocupada por mi, igual que su madre era muy madura e inteligente, sonreí antes de cargarla y darle un beso en la frente.

El Príncipe y el EsclavoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora