1: ¡Hay un demonio en mi cuarto!

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Me quedé mirando al alto, imponente y aterrador... demonio. La distancia que nos separaban eran pocos metros, lo cual era muy peligroso estando armada con una simple navaja.

El demonio tenía el rostro tapado por una enorme capucha de una simple sudadera negra, que creaba una gran sombra sobre sus facciones. También llevaba unos pantalones negros que se ajustaban a sus piernas largas y musculosas, y en los pies, unas grandes y relucientes botas. Era mucho más alto que yo, esbelto de una forma singular, distinta. En medio de mi análisis, no se me pasaron desapercibidas las grandes dagas enganchadas a un cinturón que colgaba bajo de sus pantalones.

Wow, podría haberme muerto de envidia si no fuese porque estaba más ocupada en tener miedo del monstruo en mi habitación.

Lo sabía por su presencia. El aire era denso a su alrededor, y mi piel hormigueaba con sed de sangre. No entendía cómo no lo había sentido antes, pero mi sexto sentido de cazadora me lo gritaba con fuerza:

Había un demonio en mi habitación. Empuñé la navaja como si mi vida dependiese de ello cuando el demonio se acercó hasta el interruptor, apagando la luz, y dejándonos alumbrados sólo por la luna.

Genial, la noche no podría ponerse mejor.

—Bonita navaja.

Su voz era grave, baja y ronca. Sonaba joven, pero no lo suficiente como para discernir su edad. Su timbre era atrayente, interesante y muy humano.

—¿Tienes alguna otra opción? Dudo que consigas rozarme con eso —agregó, con un tono tan serio que dudé que lo dijese en broma.

Me coloqué en posición de ataque, sujetando la navaja portátil como si fuese una espada.

—Ni se te ocurra —su voz se convirtió en un mero susurro que envió escalofríos a mi columna vertebral. Aunque no me hubiese amenazado, el tono que utilizó hizo que pareciese una total amenaza.

Me eché hacia atrás con rapidez, y con movimientos calculados, me acerqué a él y levanté la cuchilla de la navaja hacia su cuello. Normalmente, ese ataque habría acabado con cualquier demonio, pero...

A él ni le rozó.

No tuve ni tiempo para jadear con sorpresa cuando esquivó mi ataque, levantó su mano y la estrelló contra mi mejilla. Mi cabeza me traicionó y me desequilibré cuando mi cuello se giró bruscamente hacia un lado. Él aprovechó ese momento para cogerme de un hombro y darme la vuelta con una maestría digna de envidiar. En cuanto me di cuenta, me encontraba de espaldas, con los brazos hacia atrás atrapados por las manos del demonio, y la cabeza dándome vueltas.

—Te lo advertí —su voz sonaba fría, cortante y serena, mientras que yo me encontraba luchando por respirar. El metal de la navaja brilló bajo la tenue luz de mi cuarto, a metros de mí. También me había desarmado en cuestión de segundos...

—Suéltame —gruñí entre dientes.

—Escúchame bien —comenzó, juntando mis brazos todavía más y haciendo que sisease con dolor—, no vas a gritar, ni a moverte, porque hay dos demonios en el balcón de tu salón, esperando mis órdenes para romperle el cuello a tu amiga —me amenazó, esta vez de verdad.

Valerie. Mierda. Había pasado bastante tiempo desde que la dejé en el salón, igual cinco o diez minutos. Tenía que avisarla. Seguramente se estaría preguntando qué me pasaba... Mis dientes se apretaron con rabia, impotencia y más rabia.

—¿Crees que soy tan tonta como para creerte? —Inquirí, fingiendo estar tranquila.

—Tú eliges —respondió, acercando su boca a mi oreja. Unas inmensas ganas de vomitar me invadieron—. O me escuchas atentamente y mantienes tu boca cerrada, o tu amiga muere.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora