24: Sacrificarse en la batalla

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—No me jodas —gruñó Asmodeus, moviéndose de un lado a otro—. ¿Cómo nos han encontrado?

Lucifer exhaló aire audiblemente a mi lado, como un toro enfadado.

—Los voy a matar a todos —farfulló Baal, rodeando los hombros inertes de Dante con posesividad—. Como entren aquí, los mataré.

Nadie le recriminó sus palabras. Ni siquiera Luc, quien siempre se encargaba de mantenerlos calmados y controlados.

Otro golpe más. Acabarían echando la puerta abajo.

—¿Qué hacemos? —Pregunté, con nerviosismo. Lucifer se giró hacia mí y cuestionó:

—¿Tienes tus dagas? —Asentí y señalé la mochila que había dejado apoyada en el suelo—. Coge una y prepárate. Baal, protege a Dante. Asmodeus, tú a Deva —les indicó. Ambos demonios asintieron—. Mientras tanto, Nina y yo nos haremos cargo de los ángeles. Nuestra prioridad ahora es escapar —nos dijo. Sentí el subidón de la adrenalina por mi sistema nervioso.

Íbamos a luchar. Esta vez, íbamos a luchar en serio. Sin trampas ni glamours.

As se agachó y cargó a Deva en sus brazos, y Baal hizo lo mismo con el cuerpo inconsciente de Dante. Cogí una de mis dagas reglamentarias de mi mochila con rapidez, intentando controlar el temblor de mis manos.

Lucharía contra ángeles. La última vez que tuve a un ángel cerca, acabé manchada con su sangre y tripas. ¿Qué pasaría hoy?

Me extrañó no sentirme aterrada. Estaba nerviosa, pero no asustada, ni tampoco me sentía culpable por querer proteger a un chico medio demonio y a una medio ángel.

No sabía en qué me convertía eso.

Me coloqué al lado de Luc, quien al parecer pelearía con sus manos desnudas. No me sorprendía. Aún no había visto el arsenal de poderes de Lucifer, pero sabía que él era, con diferencia, el demonio más poderoso de la sala.

—Nina —me llamó. Me giré hacia él, y para mi sorpresa, Luc se acercó a mí y apartó varios mechones de mi cara con gentileza. Siempre me tocaba con cuidado, aunque su rostro fuese duro e imponente.

Asentí esperando que continuara sin apartar sus dedos de mi rostro. No podía ver el color de sus ojos por culpa de la poca iluminación, pero intuía que serían como el metal.

—Toma —me tendió un cuchillo largo y afilado, con el filo negro. Lo cogí con una mueca extrañada—. No conseguirás matar a un ángel, pero con esto podrás causarle más daño que con tus dagas.

Le di las gracias en un murmullo cohibido.

—Recuerda todo lo aprendido con Dante —me ordenó. Yo intenté decirle algo, cualquier cosa con tal de que no se separase de mí. Quería tener su apoyo en esto, por tonto que pareciese.

—Una pena que no pueda verme luchar —comenté. El cosquilleo de los nervios en el estómago me entrecortó la voz.

—Una cosa más —añadió—. No te mueras.

El corazón me latía desbocado, y aún así, me eché a reír. Luc se apartó de mí al escuchar un estruendo metálico más.

—¿A qué esperan para tirar la puta puerta? No tenemos toda la noche —exclamó Asmodeus, exasperado.

Y, como si los ángeles lo hubiesen escuchado al otro lado de la puerta, esta cayó con un gran estruendo. Dos altas figuras aparecieron en nuestro campo de visión.

Eran dos hombres bastante normales, uno rubio, y otro moreno. La luz del callejón y la de la sala iluminó sus rostros. Ambos tenían facciones duras y estoicas.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora