5: Cuatro demonios y un callejón

7.4K 633 83
                                    


—La próxima vez que te esté llamando constantemente, atiende el puto teléfono —la voz de Matthieu me desconcentró.

Me giré hacia él. Estaba a pocos metros de distancia de mí, mirando hacia abajo desde la cornisa del edificio, como yo. Ambos solíamos recorrer los edificios desde arriba para poder detectar a los demonios sin que ellos nos notasen a nosotros. Así era más fácil.

—Ya te dije que no me había dado cuenta —respondí—. Además, sabes que soy la persona más desastrosa con eso de la puntualidad y las horas.

—Me tenías preocupado —comentó. Eso me hizo reír con suavidad.

—¿Yo? —Pregunté, incrédula—. ¿Te preocupabas por mí? —Mis risitas se desvanecieron al ver la seriedad en su mirada. Matt siempre estaba serio, pero aquel era otro tipo de quietud. Parecía genuinamente intranquilo.

¿Sabría algo de Luke...? No, aquello no era posible. Si supiese algo acerca de Luke, este ya me habría asesinado y devuelto a la vida. Levanté la cabeza y lo pillé observándome de reojo.

Me mordí el interior de la mejilla con incomodidad por la fuerza de su mirada, pero hice como si no ocurriese nada.

—Sí —respondió, pasando una mano enguantada por su pelo castaño—, porque eso es lo que hacen los amigos: preocuparse por el otro cuando no contesta a las cincuenta llamadas que le estás haciendo —masculló, con veneno en su voz.

—Jesús, Matt, sabes que puedo cuidarme sola —exclamé, sintiéndome subestimada.

Sus ojos oscuros se fijaron en mí con una dureza implacable.

Así era Matthieu: un apoyo constante.

—Claro que lo sé —contestó—. Llevas siendo así desde los diez años. Y no estaba insinuando que fueses débil —apretó su mandíbula mientras sus ojos volvían a caer en la calle a nuestros pies—. Solo digo que últimamente hay demasiada actividad... —dejó caer la oración, sin terminarla. Una amenaza semivacía.

—Suele pasar —comenté—: los demonios actúan en consecuencia de sus impulsos. A veces están muy nerviosos, otras veces no.

—No me refiero a eso —insistió—. Están atacándonos. En grupo.

Me detuve durante unos segundos, asimilando lo que me decía Matt. Él nunca mentía, por lo que no desconfiaba de sus palabras. ¿Demonios atacando a cazadores en grupos? Eso sería algo anormal y muy chocante. Los demonios solían correr como pollos sin cabeza, sin ningún sentido o dirección, matando a lo primero que se encontraban delante si les daba la gana.

—Sí, ya han sido más de cinco ataques estas últimas dos semanas —continuó, sin dejar de caminar por la cornisa del edificio con una seguridad increíble—. Por suerte, no ha habido ninguna baja.

—¿Cómo atacan? —Cuestioné con curiosidad.

—En grupos de tres o cuatro demonios, pero Ramírez ha afirmado que el grupo que le atacó estaba formado por dos demonios menores y un mayor. Los abordaron a él y a sus hermanos el miércoles pasado.

Fruncí el ceño con desconcierto. Ramírez, quien formaba parte de nuestro grupo de amigos, era uno de los cazadores más experimentados que conocía. Era fuerte, pero no lo suficiente como para pelear contra tres demonios, y menos sólo acompañado por sus hermanos, que eran demasiado jóvenes como para luchar en esas condiciones.

Todo aquello era muy extraño, y mi sexto sentido me advertía que algo raro estaba ocurriendo. Un demonio venía a mi habitación a someterme a su trabajo; luego volvía a acosarme, y ahora, esto.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora