18: ¿Qué eres, Dante?

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—¿Todas esas cicatrices... son por ángeles a los que has matado? —Mis palabras sonaban ajenas a mí mientras fijaba mis ojos en todas esas marcas que Luc me enseñaba.

Dante suspiró con hastío al escucharme, como si fuese el ser más estúpido de la tierra.

—No —respondió Luc—. Sólo esa. Las demás tienen sus propias historias particulares.

—¿De otros errores que cometiste?

—De otros pecados cometidos, sí.

Me sorprendió la cantidad de información que Luc me había desvelado de repente: primero, él quería que matase ángeles porque éstos estaban asesinando demonios; segundo, los ángeles podían matar a los demonios que quisieran, pero los demonios no podían hacer lo contrario; y, por último, una de las muchas cicatrices de Luc es el castigo por asesinar a un ángel.

Además, ahora ya podía comprender por qué los demonios actuaban raro últimamente. Luc les obligó a centrarse en secuestrar e interrogar ángeles, por eso ignoraban a los cazadores y sólo atacaban para defenderse.

Los ojos de Luc, ahora más oscurecidos, me sostuvieron la mirada. Sentía que me retaba para que siguiese preguntando.

—Siento interrumpir, pero, ¿vamos a buscar ya a As? —Cuestionó Baal de repente.

Asmodeus, claro. Entre tanto tumulto, me había olvidado de nuevo del demonio. Luc asintió, pasando una de sus manos por su pelo, el cual estaba un poco salpicado de sangre, al igual que su rostro.

—Sí. ¿Sabes en dónde está? —Le preguntó.

—¿Cómo lo va a saber Baal? —Interrumpí, con ingenuidad—. ¿Acaso tenéis telequinesia y podéis mandaros mensajes a través de vuestras mentes?

Los tres demonios se giraron hacia mí con la cara de: «¿Eres estúpida?». Incluso Baal me lanzó esa mirada. Sacando una mano de su bolsillo, me enseñó un teléfono.

—No, tenemos Iphones.

Asmodeus se hallaba a varias manzanas de nosotros, en otro callejón mal iluminado de los suburbios de Manhattan. Cuando lo encontramos, estaba sentado en una esquina, fumando un cigarrillo.

—¿Qué te ha pasado? —Le preguntó Lucifer al verlo.

Asmodeus bufó y le miró de mala manera desde el suelo.

—Pues resulta que, mientras caminábamos buscando ángeles, uno de ellos me tapó la boca y me arrastró de nuevo a la calle principal —explicó Asmodeus—. Yo, infeliz de mí, me imaginé que alguno de mis compañeros, con los que llevo viviendo en la tierra desde hace milenios, se daría cuenta de lo ocurrido —comentó, indignado y apartando un mechón de su pelo de forma airada—. Es más, dejé que el ángel me arrastrara hasta aquí para ver si me ayudabais. ¡Pero no! ninguno vino a salvarme.

—¿Algún día dejarás de ser así? —Preguntó Baal, suspirando.

—¡No! Nadie se preocupó por el pobre Asmodeus, vuestro gran amigo, por lo que tuve que encargarme yo del asunto —As giró su cabeza de un lado al orro de forma teatral—. Por suerte, soy mucho más fuerte que cualquier ángel. ¡Sólo puedo confiar en mí mismo estos días!

—¿Lo mataste? —Cuestionó Luc, ignorando el dramatismo de Asmodeus.

—Claro que no. El cobarde escapó en medio de nuestra pelea —respondió, frunciendo el ceño—. Que conste que estaba ganándole por mucho. Si no hubiese huido...

—Sigues sin poder matar a ningún ángel —le advirtió Luc, señalándolo con su dedo—. Está totalmente prohibido.

El pecho de Asmodeus se desinfló con aparente tristeza. Luc le tendió una mano, la cual As aceptó, levantándose con rapidez del suelo.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora