35: La tregua que trae la paz

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TW: en este capítulo se hace una breve mención no gráfica ni descriptiva sobre el suicidio.

Lucifer me acorraló entre sus brazos, y yo me hundí contra el sofá como acto reflejo para salvar distancia entre nosotros. Sorprendentemente, en vez de estar muerta de miedo, sentí un chute de adrenalina recorrer mi cuerpo al mirar los ojos gris claro de Luc.

—Creía que te había quedado claro que los demonios no somos más que seres inmundos —comentó, con una voz demasiado tranquila teniendo en cuenta su mirada furiosa.

—Estás mintiéndote a ti mismo, Luc —me atreví a decir—. Si fueses tan cruel como prometes no me habrías recogido cuando te llamé.

Luc frunció su ceño con ingenuidad. Yo sabía que intentaba convencerme de que era un ser horrible (y en parte lo era), pero la mayoría de las acciones que tomaba Luc no eran crueles como tal, sino que estaban en un extraño limbo gris. Y tras tantas semanas en las que no pude darme cuenta de que ambos bandos eran igual de jodidos, verlo con claridad me producía una sensación de libertad y también de responsabilidad enormes. Yo podría demostrarle a todos, humanos como cazadores, que ni los ángeles son nuestros protectores, ni los demonios nuestros enemigos.

Al menos, no la mayoría.

—La mayor parte de los problemas que tienes te los he ocasionado yo —comentó.

—Sí, y te odio por ello, pero también me has ayudado en mucho. Aunque tú no lo creas —admití. Luc levantó su mano y ahuecó mi mejilla aun con la mirada esclarecida—. ¿Ves? Eso es algo muy humano. ¿Por qué lo harías si en realidad fueses una simple máquina de matar?

Luc apartó su mano y se encogió de hombros.

—No tengo que justificar mis actos. No querría tocarte si ambos cumpliésemos las normas. Yo te pedí que me ignoraras —me recordó, con furia en su voz—. Sólo te pedí eso, porque quería evitar situaciones en las que me siento como si no tuviese el control, que es lo único que poseeré siempre. Pero, ¿qué haces tú? Todo lo contrario —Luc se sujetó la frente con una mano, intentando calmarse.

—¿Por qué dices eso? —le pregunté.

Luc se separó de mí y suspiró audiblemente, aun con su rostro impasible. Sin pensarlo demasiado, apoyé mi mano sobre la suya, esperando a que la apartase. Él se tensó, pero no hizo ningún indicio de querer separarse.

—¿Recuerdas lo que te conté sobre Gabriel?

Asentí mientras me refrescaba lo que me había contado Lucifer sobre el arcángel, quien le había castigado por desatender sus obligaciones como líder de los demonios. Luc prosiguió sin mirarme a los ojos:

—Cuando los cazadores y los demonios se mataban entre sí, estaba ausente de mis responsabilidades porque había perdido a alguien muy importante para mí. Perdido, no, me arrebataron a esa persona —se corrigió, con veneno en su voz—. Era una mujer humana.

Abrí la boca, con sorpresa. ¿Luc había querido a una humana?

—Te sorprende, por supuesto —comentó, con sorna—. Pues sí, cometí el error de enamorarme de una joven, una mujer casada y con hijos. A día de hoy sigo sin comprender cómo pude cometer tal error, pero ella... no lo sé, quizás fue la persona que mejor me comprendió en su momento y por eso consiguió hacerme sentir algo —su voz sonaba lejana, como si se hubiese sumergido en el recuerdo. Y, en vez de volver a vivirlo con amor o felicidad, parecía furioso—. Tampoco duró demasiado, quizás un par de años, pero fue una de las mejores etapas de mi vida. Me sentía... humano. Como si no estuviera destinado a ser inmortal y solitario. Por aquel entonces me aterraba esa idea de terminar convirtiéndome en algo parecido a un ángel... o al antiguo Lucifer.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora