37: Di su nombre

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—¿Qué es esto? —Me preguntó Brassil, confuso. Dalia, quien estaba escondida en el inicio del callejón, me hizo una seña que no pude entender. Levantó su mano y me enseñó su palma, como si quisiera que esperara.

—Suéltala —le ordenó Ramírez, señalándome. ¿Iba a salvarme? Pero, ¿no era él mi acosador? Claro que él era mi acosador, ¿quién más si no?

¿Cómo no pude suponerlo? Llevaba semanas tratándome fatal. Intentó disculparse el pasado miércoles, pero se le notaba que no era sincero. Además, sólo un cazador podría ser tan sigiloso como para que no pudiese enterarme de que me seguía. Habría detectado a un demonio por su olor, si fuese uno.

Aún así, ¿cómo pudo enterarse de mi pacto con Lucifer?

—¿Qué... qué haces aquí? —Conseguí preguntar, intentando ignorar el dolor punzante en mi mejilla. La sangre caliente no paraba de brotar y de caerme por la barbilla.

—¿Qué haces aquí? —Rebatió él, con asco—. ¿Cómo pudiste traicionarnos así?

Brassil pareció entenderlo todo, porque se echó a reír.

—¡No lo sabían! —Exclamó—. Lucifer te mantenía en secreto porque los cazadores no sabían que trabajabas para él. Esto cada vez se pone mejor —su sonrisa se hizo enorme mientras decía—: Ahora también podré dejar la cabeza de un cazador delante de la Academia. Esta es la mejor sorpresa que podríais haberme dado jamás.

Ram no se dejó intimidar, y blandió su katana con determinación. Su rostro era el de alguien preparado para matar, el rostro modelo de todos los cazadores.

—¿Cómo lo descubriste? —Pregunté, con voz ahogada, y aun en el suelo. Dalia, quien se movía por las sombras, estaba intentando acercarse a mí.

—Te vi cuando dejaste esa carta —respondió Ram, acercándose a Brassil mientras hablaba—. Estaba haciendo guardia por nuestro barrio, y de repente, vi una figura vestida de negro dejar una carta en la Academia.

Se me cayó el mundo encima. Tanto cuidado para nada, porque al final, mi mayor temor acabó ocurriendo: me habían pillado. Ram llevaba meses sabiendo que trabajaba para Lucifer. Estaba acorralada por un demonio y por un cazador. Daba igual quién, pero alguien acabaría matándome esta noche.

—Minutos después, un demonio mayor apareció en la Academia, birló nuestro sistema de seguridad, y cogió la carta que dejaste allí —prosiguió. Brassil parecía entretenido con la historia. Yo, en cambio, estaba horrorizada—. Para mi sorpresa, no se la llevó. La dejó allí. Me entró la curiosidad, y en cuanto ese demonio se marchó, fui a leer su contenido. Ahí fue cuando descubrí lo que estabas haciendo, y ni aunque pretendieses filtrarnos información sobre Lucifer pensábamos perdonarte. ¿Por qué, Nina? ¿Por qué trabajas para él?

Ramírez no me dejó continuar, porque con una mueca asqueada, se respondió a si mismo:

—Por dinero.

—¡No! —Grité, con rabia—. ¡Lo hice porque me amenazó, Ram! ¡Lo hice para salvar a Matt y a Val! ¡Para salvaros a todos!

—No te creo —respondió, con veneno en la voz—. No te he creído desde esa noche. En cuanto te vi al día siguiente, y noté la extraña forma en la que te comportabas, supe que eras tú. Sólo hizo falta seguirte un par de días para descubrirte trabajando con demonios. Conviviendo con ellos. ¿Tanto te importa el honor de tu familia? ¿O sólo te has convencido de ello? Porque si de verdad te importase, no dejarías de lado a tu mejor amigo por un demonio. No te irías con él de fiesta. Mucho menos te meterías en su...

—Basta —le detuve, sin poder soportarlo más—. No sabes por qué tuve que hacerlo.

—¡¿Qué más da la razón?! —Gritó, colérico. Las venas de su cuello eran visibles desde mi posición, y la forma en la que blandió su katana me dejó claro que estaba listo para cortarme la cabeza si hacía falta—. ¡Un cazador de verdad preferiría morir que trabajar para el enemigo!

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora