Epílogo

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Aporreé la puerta de mi apartamento con desesperación. Era temprano, las dos y media de la mañana según el reloj de recepción, pero sabía que Valerie se despertaría al menor ruido. Esta vez, quería hacer las cosas bien y entrar por la puerta, no por la ventana. Y, aunque quisiera entrar por la ventana, mis heridas me lo impedirían.

A mi lado, el arcángel increíblemente alto y moreno me esperaba con los brazos cruzados sobre su pecho.

—¿Estás segura de que esto es lo mejor? —Me preguntó Gabriel. Asentí, temblando y evitando ver mis manos cubiertas de sangre—. Me esconderé para que no me vea.

Y, con eso, Gabriel se difuminó con el edificio. Ni siquiera me sorprendió verlo desaparecer en la nada, porque tras lo que habían visto mis ojos esta noche, nada podría sorprenderme. Volví a llamar a la puerta, esta vez con más suavidad para no hacerme daño en los maltratados nudillos.

Necesitaba contarle a Valerie parte de lo que me estaba pasando. Estaba preparada para hacerlo, y sufrir las consecuencias. Le escondería la existencia de Luc por su propio bien, pero acabaría con las demás mentiras.

Tras lo ocurrido en el callejón, necesitaba librarme de todos mis secretos, porque estos, tarde o temprano, acabarían matándome.

Valerie abrió la puerta cinco minutos después. Parecía preparada para gritarme, pero al verme, se quedó muda. Sus ojos se abrieron con miedo y sorpresa, y su mano se quedó suspendida en el aire. Me miró durante segundos, minutos, hasta que pudo hablar.

—¿Qué has hecho? —Exclamó, tapándose la boca con horror y dando un paso hacia atrás.

—Yo no he hecho nada, te lo prometo —contesté, intentando acercarme a ella, pero Valerie me lo impidió elevando sus manos.

—No te creo.

Al ver sus ojos, me encontré con algo nuevo y doloroso: desconfianza, una desconfianza tan cruda y vil, que parecía que estaba viendo a un criminal en vez de a su amiga y compañera de piso. Valerie me veía como si fuese una asesina, al igual que lo hacían los cazadores en la Academia. La vergüenza suprimió al shock y estupor que sentía, haciendo que las mejillas me ardieran.

—Tienes que escucharme... —comencé, con la voz mucho más fina y derrotada que antes.

No pude terminar, porque Valerie me lo impidió entrecerrando la puerta en mi cara. Colé uno de mis pies para que no pudiese cerrarla del todo, y casi ni sentí el golpe que recibí en el empeine. Intenté empujar la puerta para que la volviese a abrir, pero no tenía fuerzas. Me temblaban las piernas y las manos, y casi grito del susto al ver que mis dedos dejaron huellas de sangre en la madera.

—Valerie, abre la puerta —supliqué—. Necesito tu ayuda.

El silencio se instauró en el rellano del edificio. Podía escuchar la respiración acelerada de Valerie al otro lado de la puerta mientras yo intentaba mantenerla abierta.

—Fuera de aquí —me ordenó.

El tono con el que lo dijo hizo que mi sangre se helase y mis músculos flaqueasen. Era un tono nuevo en mi amiga. Era una voz distinta a la de siempre. Era odio. Su voz estaba cargada de odio, resentimiento, asco, decepción, furia.

—Valerie —repetí, con la voz rota. Me separé un poco de la puerta, y Val aprovechó esa oportunidad para cerrarla del todo—. No, Val. Necesito que me abras —le rogué, tocando la puerta frenéticamente, como si haciendo eso pudiese abrirla. Arrastré mis manos por la madera, manchándola de sangre. Al ver que no me contestaba, grité—. ¡Val, yo no hice nada!

—Deja de mentirme, Nina —exclamó ella—. Lo siento.

Lo siento. Eso era lo que me había dicho por la tarde cuando chocamos en el pasillo. Antes de que mi vida se fuese a la mierda, nos habríamos reído ante el choque. Sin embargo, hoy fue nuestra última toma de contacto.

—¡Valerie, por favor! —Rogué, llorando de una forma inhumana, sin lágrimas y sólo gritos desesperados—. ¡Valerie, no tengo a nadie! ¡Ayúdame! ¡Abre, por favor!

Expliqué que la necesitaba, grité su nombre, grité que me abriese, pero Val no respondió. Se había ido.

Yo seguí aporreando la puerta y rogando. ¿Iba a dejarme sola justo cuando más la necesitaba? ¿Iba a darme la espalda después de estar años viviendo juntas? ¿Iba a abandonarme?

La respuesta era clara: sí. Porque yo le había mentido, le había ocultado gran parte de mi vida, y ella lo sabía y estaba harta. Ese era mi merecido por mentirle a mis amigos. Valerie ya me lo había advertido, me dijo que no acabaría como Matt y que rompería nuestra relación si era necesario.

Pues, con ese gesto, la había roto en mil pedazos. Pero, me recordé, yo fui la primera en deteriorarla con mis mentiras. En cuanto le mentí sobre Luc, aquella mañana en la universidad, había comenzado a romper nuestra amistad.

—Lo siento —murmuré, aunque dudaba que Valerie pudiese escucharme. Y sabía que un perdón no le bastaría. Apoyé la frente contra la puerta de mi propio apartamento, sin saber qué hacer.

Unos fuertes brazos me agarraron los hombros por detrás, y no intenté zafarme de ellos, porque sabía que si no fuese por él, por Gabriel, estaría muerta. No sabía lo que querría de mí en unas horas, o en unos días, pero ahora iba a aceptar su ayuda, porque era la única que me quedaba.

—Vamos —le pedí, casi sin voz. Gabriel me apartó de la puerta y me dio la vuelta. Tenía el cuerpo entumecido.

—¿Estás segura? —Me preguntó, mirándome a los ojos.

No estaba segura. Lo había desobedecido y mentido, pero no me quedaba nadie más a quien acudir, y sabía que él no me daría la espalda. Además, no podía acercarme a la Academia cuando fui testigo del asesinato de...

—Sí —respondí, aguantando mis ganas de llorar.

Gabriel me miró con incredulidad y preocupación. Lo entendía: fue él quien me salvó de una situación que provoqué al no contarle a Luc lo que estaba ocurriendo, y los suyos, los ángeles, eran sus enemigos.

—No creo que estés a salvo con él —me dijo, mientras bajábamos en el ascensor. Lo único en lo que estaba pensando era en que al fin volvía a tener ascensor en mi apartamento.

Aunque ahora ya no era mi apartamento.

Me giré hacia Gabriel, entendiendo su disconformidad. No me había salvado para que muriese a manos de otro demonio. Sin embargo, lo que él no sabía era que yo confiaba en este demonio.

—Sé que, pase lo que pase, con Lucifer estaré a salvo.

FIN

Bueno, pues ya terminé la historia que pensé hace tanto tiempo (3 años wow...) y no salió tan mal como esperaba. Sigue siendo una caca pero al menos lo intenté, que eso es lo que importa. Espero que os haya gustado o entretenido, porque eso es lo que importa y mi objetivo.

Sin que esto suene pomposo o a discurso de famoso, quiero agradecer a la gente que me ha leído (en especial a mis amiguis a las que quiero mucho). Un beso <3

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora