6: ¡Escapa, o muere!

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Matt me levantó con sus grandes brazos nada más caer al suelo, con su rapidez típica de cazador. Al girarme, vi cómo dos figuras vestidas de negro se aproximaban a demasiada velocidad hacia nosotros. No pude ver ninguno de sus rasgos; pero sí discernir que eran dos hombres, altos y fuertes.

La cara de Matt, normalmente estoica, estaba fruncida con un ceño de preocupación. Corre si quieres vivir, pensé.

Comenzamos a correr, cogidos de la mano, como si hubiésemos visto al mismísimo Diablo. Logramos subir a las escaleras de incendio por las que bajamos antes, y empezamos a movernos tan rápido que mis rodillas y tobillos ardieron por el esfuerzo, pero la adrenalina me animó a seguir.

Cuando llegamos al final de las escaleras casi me desmayé del alivio. Ahora sólo quedaba trepar por las ventanas hasta llegar a la cornisa del edificio. Casi nada.

Por un momento, me imaginé a alguien viéndonos subir por su ventana. La imagen me dio gracia, y hubiera reído si no estuviese a punto de morir.

Como había sitio suficiente para los dos en el tramo de ladrillo que teníamos que escalar, Matt y yo comenzamos a subir sin pensárnoslo dos veces. Estábamos acostumbrados a este tipo de actividades físicas gracias al entrenamiento que llevábamos en la Academia, pero aún así, jamás había sentido tal prisa en mis huesos.

Apoyé mi pie en el alféizar de una ventana y me agarré a una hendidura en los radillos, aprovechando el material irregular del edificio. Con toda mi fuerza, subí la mitad de mi cuerpo con mis brazos a la vez que apoyaba mi pie en donde encontrase sitio.

A unos metros de mí, los pasos sonaban cada vez más cercanos.

—¡Sube! —Le grité a Matt, esperando a que me copiase.

Me estiré hacia delante, reptando como una serpiente desesperada, hasta terminar chocando contra el cemento del tejado.

Matthieu siguió mi técnica, sin embargo, no conseguía subirse a la cornisa del edificio, y se quedó quieto como si estuviese estancado. Me levanté del suelo y lo ayudé, tirando de su enorme cuerpo. Cuando al fin consiguió sostenerse y levantarse, no tardamos en darnos la vuelta para seguir corriendo.

—Me cago en todo —exclamé sin aliento.

—Cágate luego y sigue corriendo.

Nunca nos dimos la vuelta: una de las reglas básicas del cazador era no gastar el tiempo viendo quién te perseguía, sino huir. Un cazador inteligente sabría cuándo correr y cuándo luchar.

Este era un claro ejemplo de: ¡Escapa, o muere!

A partir del tercer edificio atravesado me di el capricho de girar mi cabeza. Ya no teníamos a nadie detrás de nosotros.

—Matt —jadeé, luchando por respirar. Él se giró y me miró, sin dejar de correr—. Ya no nos siguen.

—Tenemos que llegar a la Academia cuanto antes —respondió.

Eso significaba que tendría que seguir corriendo. Suspiré entre mis respiraciones alteradas. Matthieu tiró de mí, dándome ánimos. Al llegar a un edificio más alto e imposible de alcanzar, al fin nos detuvimos.

Matt apoyó sus manos en sus rodillas y agachó la cabeza con cansancio. Copié su postura y me quedé unos cuantos segundos intentando recuperar la respiración. Estaba acostumbrada a correr, luchar, y trepar, pero esto me había pillado desprevenida. Y había sido mi culpa. Cerré los ojos y observé a Matt, quien pasaba sus manos por su pelo desordenado.

—Lo siento —murmuré. Él asintió, y aquello fue suficiente para saber que no me culpaba.

—¿Qué te pasó? —Me preguntó, haciendo referencia a mi tropiezo.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora