30: Bailando con el Diablo

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Bajé las escaleras con Luc detrás de mí, custodiando mi espalda mientras recordaba todo lo ocurrido minutos antes.

El comportamiento que tuvimos conversando con Brassil fue planeado. Al principio pensé que aquello de mostrarme tan cercana a Luc no era una buena idea. Luego, al enfrentarme a las atrocidades que Brassil le hacía a Ciaria, su pobre esclava, agradecí tener sus manos sobre mis piernas, porque su calor me brindó confianza y tranquilidad.

Ahora ya no teníamos que fingir. No era necesario que Lucifer siguiese a mi lado, sin embargo, se mantuvo pegado a mí, lo que me confundió todavía más. ¿Por qué su mano seguía apoyada en mi espalda? ¿Por qué quería bailar conmigo si se supone que yo era una distracción para él?

Sospechaba que lo que ocurría aquí era simple: Luc deseaba esto tanto como yo, pero para mi sorpresa, era él quien no conseguía controlarse. Decía que no estaba bien acercarse a mí, pero lo hacía a la más mínima posibilidad. Y no se podía negar el hambre que tenía en los ojos cada vez que me veía.

¿Y qué iba a hacer yo con esta información?

Pues aprovecharla y provocar a Luc hasta que diese su brazo a torcer. Cuando quería algo, iba tras él.

Sujeté su mano libre y lo conduje hasta el gran círculo de demonios y humanos bailando en la planta baja del club.

Quería olvidarme de la expresión angustiada de Dalia cuanto antes. Al preguntarle sobre su contrato, Lucifer me dijo que no podíamos hacer nada por ella, porque los tratos entre demonios y humanos eran inquebrantables.

Dalia estaba atada a Brassil para siempre, o hasta que uno de los dos muriese.

Ahí estaba la faceta que conocía de los demonios: la engañadora, la cruel y la sanguinaria. No, Asmodeus, Baal y Luc no eran asesinos violentos, pero el resto de demonios sí.

Tenía una cosa bien clara: los demonios y los ángeles eran, moralmente, como los humanos. Había algunos que eran honorables, y otros que podían cometer los peores crímenes sin pestañear dos veces.

A pesar de todo, no me molestó caminar alrededor de demonios. Es más, incluso sonreí al escuchar los gritos atronadores de los cantantes en directo. Nunca había estado en una fiesta en la que no pusieran hip hop, y escuchar los acordes de guitarras y los golpes rítmicos de baterías me hizo sentir euforia.

Me giré hacia Luc, pero al ver que tenía una expresión furiosa en su cara me asusté. Luego lo comprendí: a unos metros de nosotros, Deva y Asmodeus bailaban juntos... cuando se suponía que debían estar encerrados en una suite para evitar que encuentren a Deva.

Luc comenzó a caminar, pero yo lo detuve cogiéndolo por el codo.

—Déjalos —le aconsejé. Él me miró y entornó sus ojos con molestia.

—Al traerla aquí, Asmodeus ha desobedecido mis órdenes. No pienso pasar eso por alto.

—Lo sé, pero ahora el daño ya está hecho, ¿no? —Pregunté, intentando no quedar como si fuese estúpida. Sólo me faltaba decirle: «¡No me dejes sola!»—. As sabrá protegerla.

—No me fío de sus intenciones —rebatió.

—Sólo son amigos.

Ni yo misma me creí mis palabras.

—Por favor —le pedí, acercándome a él. Las luces rojas hacían que sus rasgos pareciesen más salvajes—. Me prometiste un baile —al ver su mueca de incomodidad, añadí—: Solamente quiero olvidarme de Brassil y Dalia, pero...

—Ven —Luc me arrastró hacia él, interrumpiéndome y rodeando mi cintura con su brazo—. Los dejaré en paz, sólo por hoy —me dijo, con resignación, mientras se inclinaba hacia mí para salvar la distancia entre nosotros—. Siento que tuvieras que conocer a Brassil.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora