27: Lucifer siempre va un paso por delante

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Lunes, 9:45:

No vi a Valerie durante el fin de semana. No sabía si ella me estaba evitando porque era consciente del lío que había montado, o si realmente me ignoraba porque estaba harta de mí.

No podría culparla si era lo segundo.

Tampoco vi de nuevo a Luc o a los demonios. No me llegó ningún mensaje, por lo que me negaba a acercarme al Inferno.

Por último, tampoco pisé la Academia porque era una cobarde.

Pero hoy tendría que enfrentarme a la realidad, porque nada más levantarme recibí un mensaje de Diego: «A las cuatro en la Tribuna. Es urgente. Gracias».

Y otro de Lucifer: «Hoy no entrenas. Ven al Inferno a las 10. Necesito hablar contigo».

Así que ahora me encontraba yendo hacia el club. No sabía si era culpa de mi imaginación, o de lo cansada que estaba, pero durante estos últimos días, cada vez que me dirigía al Inferno sentía que alguien me observaba.

Y normalmente mi intuición nunca fallaba.

—Nina —me giré hacia la persona que me llamaba. Al estar absorta en mis pensamientos, no vi a Dante, quien estaba apoyado en la pared roja del Inferno, al lado de la calle. El chico llevaba un pantalón de chándal gris que parecía un pijama, y una sudadera muy arrugada.

Su pelo rizo estaba despeinado, pero seguía tapando su frente, escondiendo su cicatriz.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —Preguntó, sacando un cigarrillo de su bolsillo y encendiéndolo. Le dio una calada con desinterés.

No me molesté en contestarle e hice un ademán de entrar al edificio.

—Espera —me pidió, suspirando audiblemente—. No te di las gracias —masculló, apartando su mirada. Sonreí al verlo cohibido. ¿Era cosa mía o tenía las mejillas ligeramente rojas?

—No —le confirmé, haciéndolo sufrir un poco más. Dante hizo una mueca y puso los ojos en blanco.

—No me lo estás poniendo nada fácil —comentó, girándose hacia mí y apoyando su cadera en la pared. Sus ojos azules, vibrantes y vívidos, me observaron durante unos segundos antes de añadir—. ¿Por qué lo hiciste?

Supe que se refería a haberlo salvado.

—¿Tengo que tener una razón? —Cuestioné, encogiéndome de hombros.

—Te caigo mal —afirmó. Asentí un poco—. Entonces, ¿por qué desviaste la atención del ángel para ayudarme?

Me encogí de hombros, fingiendo que el tema no era importante.

—Porque te acababas de despertar tras perder el control —contesté, como si supiese lo que significaba que Dante "perdiese el control"—, y aunque casi no te soporto, no te dejaría a merced de un ángel para salvar mi culo —terminé. Dante abrió un poco sus ojos, con sorpresa, pero hizo un leve asentimiento con su barbilla.

—Yo tampoco te dejaría a merced de un ángel para salvar mi culo.

Sonreí y asentí con decisión. Esa era la forma de dar las gracias de Dante, e iba a aceptarlas con gusto. Si tenía que ser sincera, el chico no me caía tan mal. Intuía que, bajo capas, y capas, y capas de enfado y malas caras, podía ser un buen compañero, alguien en quien confiar.

—Eh —Dante volvió a detenerme—. Le arrancó el corazón —comentó. Enarqué una ceja, extrañada por sus palabras.

—¿Qué?

—Lucifer —aclaró—, él le arrancó el corazón de cuajo al ángel que te apuñaló. Y no lo dudó en ningún momento.

***

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora