8: El enfado de Matt y una misión suicida

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—Nina, ¿podrías hacernos una demostración?

La voz de Ramírez hizo que me concentrara súbitamente en él.

Me había desconcentrado de nuevo. Pero tenía una razón: era miércoles.

Quedaban veinticuatro horas para que Luke viniera a por mí.

Habían pasado tres días desde su amenaza, y mi cabeza siempre seguía posponiendo el momento en el que tendría que decidir qué haría con mi vida: ayudarlo, o morir.

El arsénico siempre es una buena opción.

—Lo siento, Ram, pero me desconcentré un momento —contesté, sonriendo con vergüenza. Ram bufó, pero mantuvo una sonrisita que me decía que no estaba enfadado. Deslicé mi mirada hacia la clase de cazadores prematuros.

Tomás Ramírez era uno de los pocos profesores fijos en la Academia. Enseñaba teoría a los más pequeños, y practicaba con los adolescentes. El sábado pasado Ram me había pedido que lo ayudase en una de las clases, y como le debía varios favores y era su amiga, aquí me hallaba. Los aprendices tenían entre quince y diecisiete años, y todos atendían en silencio a Ramírez, con un brillo de admiración en sus ojos, lo cual era comprensible, porque Ram era el cazador estrella de nuestra generación. Con su rapidez, fuerza y también sonrisa, todos lo adoraban en la Academia.

—Estaba diciendo que en un combate cuerpo a cuerpo siempre hay que tener en cuenta que un demonio posee el triple de fuerza que un cazador estándar. Por eso —se giró hacia mí y señaló el centro del cuadrilátero en el que solemos entrenar—, hay que luchar con la cabeza, no solo con los músculos.

Caminé hacia la esterilla mientras preparaba mis manos, vendándolas para evitar hacerme daño. Ramírez me daba la espalda mientras explicaba algo más a la clase. Admiré su pelo, perfectamente cortado y escalonado, desde más corto en la base de la nuca, hasta un corte clásico, partido a la mitad, en su frente.

Ram se giró hacia el cuadrilátero con una sonrisa cómplice en los labios. Subió sin demasiado esfuerzo y se colocó a un lado de la esterilla.

—Dado que Nina es una de las mejores, ella será la cazadora desarmada —su sonrisa se ensanchó—, y yo, el horrible demonio enmascarado —ambos adquirimos posición de ataque, y no fue necesario que Ram indicase nada, porque en cuanto se impulsó hacia atrás, yo ya estaba sobre mis pies, yendo hacia él.

Ram era conocido por su precisión al atacar; pero yo era conocida por mi rapidez. Esquivé su primer puñetazo sin esfuerzo. Al no tener armas, lo mejor era esperar al momento adecuado para dar un golpe crucial al demonio, en vez de golpear sin más hasta cansarte. Ram volvió a atacar con toda su fuerza en cada golpe, tal como lo haría un demonio, consiguiendo propinarme un puñetazo bastante fuerte en el abdomen que me hizo apretar los dientes con dolor.

En sus siguientes ataques, sus puños se dirigieron de nuevo a esa zona. Observé cómo se agachó para intentar arrastrarme con él y tirarme al suelo. Antes de que pudiese tocarme, levanté mi rodilla y la encuadré para que chocase contra una de sus mejillas.

La cabeza de Ram se giró con violencia hacia la izquierda, y su cuerpo, al estar agachado, acabó en el suelo. El grito ahogado de sorpresa de los aprendices de Ram me aumentó un poco el ego.

—Nina podría haberme roto la nariz si hubiese dirigido su rodilla al centro de mi cara, pero por suerte, estamos en una demostración —comentó Ram, sonriendo desde la esterilla.

Su descanso duró poco. Se levantó de nuevo, manteniendo sus manos en el suelo como si fuese un felino, y corrió hacia mí aún con el cuerpo encogido. No pude registrar su estrategia, porque en cuanto Ram comenzó a moverse, me cogió por las piernas y las barrió a un lado.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora