3: El demonio se llama... ¿Luke?

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—Eh —me susurró un chico que estaba sentado a mi lado. Levanté la cabeza con sorpresa—. Estás roncando, y no sé tú, pero yo quiero prestar atención.

Oh, jódete, estudiante brillante con mucho más futuro que yo.

Hice una mueca y pedí perdón. Como para no dormirse en esta asignatura. Normalmente ya ni prestaba atención a las clases, pero esta sacaba lo peor de mí. Mi cabeza se centraba en todo menos en lo que dictaba el profesor, y eso significaba que quizás esta carrera, Criminología, no era para mí. Sólo la escogí porque mis padres querían que estudiase en la universidad, por lo que estudiar aquí tenía como objetivo mantener el honor de mi familia vivo.

Los recordé, con dolor. Está bien, una cazadora de demonios jamás tendría una vida normal, ¿pero era necesario que mi familia fuese asesinada brutalmente por nuestros enemigos? Quería matar a cada demonio que cruzase mi camino. Empezando por el de ojos grises y pelo blanco que habitaba en mi cabeza desde ayer.

Esta no era una buena forma de empezar un lunes.

Apoyé la cabeza en las manos, con cansancio. Las voces del profesor y los alumnos pasaron a un segundo plano a medida que diferentes recuerdos me invadían.

Mis padres eran buenos cazadores, unos de los mejores. Nos habían enseñado a mi hermano y a mí todo lo que pudieron, y me hubieran enseñado a ser la mejor si siguieran vivos. Y mi hermano...

Si tan sólo siguieran vivos. Entre los pocos recuerdos que tengo de cómo ocurrió todo aquella noche, sobresale uno: el momento en el que encontré a mi madre muerta.

Todo estaba oscuro, y silencioso.

No sabía en dónde estaban mamá y papá, ni tampoco dónde estaba Leo. La ansiedad al no ver a mi hermano mayor hizo que mis manos comenzasen a temblar incontrolablemente y que mi respiración se volviese superficial. Bajé las escaleras con lentitud, sacando mi cabeza por el bordillo de la pared para revisar si era seguro salir del segundo piso.

El salón estaba hecho un desastre: todos los muebles se hallaban tirados por el suelo, llenos de sangre; las cortinas, echas trizas; cada foto, rota en mil pedazos.

Las farolas de la calle eran lo único que iluminaban tal horrenda imagen. Aun así, me obligué a moverme. Aunque Leo y yo nos habíamos ocultado en uno de los escondites seguros para este tipo de situaciones, él me dejó sola para ir a ayudar a nuestros padres.

Ya había pasado mucho tiempo, y nadie volvía para avisarme que todo ya había pasado.

Tenía que moverme e investigar.

Bajar las escaleras fue una tarea difícil entre el shock y el miedo que sentí al ver mi casa destrozada. Cuando al fin alcancé la entrada del salón, lo vi. Una enorme mancha de sangre en el parqué, justo al lado de mi pie. La visión de la sangre hizo que me marease.

Era el cuerpo de mi madre. Primero reconocí lo que era un brazo detrás de mi sillón favorito. Luego me acerqué hasta ella entre la niebla de la esperanza y el horror. Pensé que igual estaría viva y podríamos salir corriendo de allí para buscar ayuda... hasta que alcancé a ver el rostro de mamá.

Su cabeza estaba torcida hacia un lado, con todo su pelo esparcido sin sentido entre el suelo y su cara. Sus ojos verdes estaban totalmente vacíos de emoción, y abiertos, junto con sus labios, en una mueca de horror. Al bajar la mirada hacia el resto de su cuerpo, vi la herida causante de su muerte: un gran corte horizontal en su garganta.

Fue ahí cuando grité.

Al levantar la cabeza, sólo quedaban algunas personas en la gran aula. Había vuelto a sumergirme en los recuerdos, y perdido la noción del tiempo.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora