XIX. Déjalo entrar

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Mark debía considerar la posibilidad de conservar su empleo como guardia de seguridad, ya que, si intenta trabajar como meteorólogo probablemente pierda el empleo más rápido que un parpadeo

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Mark debía considerar la posibilidad de conservar su empleo como guardia de seguridad, ya que, si intenta trabajar como meteorólogo probablemente pierda el empleo más rápido que un parpadeo.

La noche era fresca y aunque en el cielo nocturno podían apreciarse algunas nubes de tormenta, nada ocurrió. No sabía exactamente cómo iniciar una charla con mi inusual acompañante, a cada tanto podía percibir su pesada mirada sobre mí, pero trataba de mantener la mía en el frente, al menos para evitar que la situación fuese incómoda para los dos.

— ¿Y?

— ¿Y...? —me imitó.

Podría haberme molestado por ello, pero sonreí.

—Eres increíble, en serio —mencioné sarcástica.

—Sólo has conocido la punta del iceberg —pasó ambas manos entre sus cabellos, juro que vi nuevamente aquel destello rojizo.

Cerré los ojos y negué con fuerza, estas estúpidas alucinaciones me iban a causar problemas en un futuro no muy lejano.

—Suerte que no me interesa.

—¿Podrías dejar de fingir que no te alegra tenerme contigo? —enarcó una ceja en mi dirección tratando de parecer...irresistible.

—Tú podrías dejar de pretender que el sol sale cuando despiertas y se pone cuando te vas a dormir.

—Yo no duermo —rio malicioso—, al menos no como crees.

Bufé, reprimiendo la sonora carcajada que amenazaba con salir, elevar el estúpido ego de Logan era una tarea bastante agotadora. Lo cierto es que, y a pesar de la incomodidad inicial, también resultaba agradable caminar al lado de otro chico que no fuese Matt.

— ¿Alguna vez has estado en un bar? —preguntó con la tranquilidad con la que lo haría alguien que ordena papas fritas.

—Vivo en Brooklyn —respondí como si fuese la cosa más obvia del mundo —. ¿Eso que te dice?

—Que necesitas mudarte, Brooklyn no es precisamente la zona más agradable de Nueva York.

—Oh sí señor pretencioso —lo miré ceñuda—. ¿Dónde se supone que debo vivir? ¿En Manhattan?

Aquello me hizo replantearme una vieja duda. ¿Dónde demonios vive él?

—Y tú. ¿Dónde vives chico exigente?

—Cerca de los muelles —respondió de manera rápida y dejando en claro que era todo lo que iba a responderme.

—Así que una agradable casa en la playa. —Fue mi turno para reír de manera maliciosa.

—Deberías venir alguna vez, los chicos y yo tenemos espacio de sobra tal vez te gustaría la vista desde mi habitación...

Guardó silencio rápidamente, algo en lo que había dicho pareció molestarlo. No es que fuese a tomar en serio aquella invitación, la simple idea de estar sola con él en aquella habitación con una estupenda vista al océano enviaba una sensación extraña por toda mi anatomía. Sin embargo, casi podía imaginarme la brisa salada rozando mi piel desnuda, con los helados dedos de Logan recorriendo los huesos de mi pelvis, mientras nuestra cercanía se volvía intoxicante...

Lost Boys: Vampires Will Never Hurt YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora